Por qué hay que actuar AHORA. El colapso es inevitable

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El creciente poderío técnico, sumado al potencial energético disponible y a la ideología del sobreconsumo que hemos ido analizando en previas entregas, ha promovido un modelo de producción y de consumo ambiental y socialmente insostenible. No aparece en las etiquetas ni se difunde de ningún otro modo esa información, pero la mayor parte de los productos que encontramos en los estantes del supermercado han dejado impactos negativos sociales y ambientales a lo largo de toda la cadena de producción, por no hablar de las consecuencias de los desechos. El transporte es una de las claves: la mayor parte de lo que consumimos se transporta, por barco o por tierra, de una punta a otra del planeta: son los llamados “productos kilométricos”. Se maximizan así los beneficios -pues se deslocaliza la producción hacia los lugares con mano de obra más barata-, pero, en términos colectivos, no es el sistema más eficiente, sino todo lo contrario.

Si se contabilizaran todas las externalidades -como la contaminación que provoca el transporte marítimo-, como promueven la Ecología Política y la Economía Ecológica, nos daríamos cuenta de que resultan mucho más eficiente acercar la producción y el consumo. Por no decir que el sistema ha sido, desde el descubrimiento de los combustibles fósiles, subsidiado por una energía extremadamente barata: nuestras economías pagan por el carbón, el petróleo y el gas que han tardado millones de años en ser creados, apenas los gastos de extracción, e inclusive, los estados subsidian generosamente a las empresas petrolíferas, para promover con aún mayor determinación esa rueda.

Las sociedades de consumo han producido un enorme impacto ambiental. El exponencial aumento del consumo no sólo ha conllevado un incremento en los recursos utilizados, sino también de los desechos producidos, que, además, a menudo son son bien gestionados. Un caso extremo es el de los desechos electrónicos, que suelen ser enviados a países pobres -generalmente, de África Occidental o China- provocando desastres ecológicos y problemas de salud a las comunidades locales. Algo similar ocurre con los grandes barcos cuando mueren, que a menudo son desguazados en Bangladesh o India.

Un indicador de lo insostenible que resulta la sociedad de hiperconsumo es la huella ecológica. La diferencia entre países ricos y pobres es abismal. Así, mientras los países de ingresos altos tienen una huella de 6,4 hectáreas por persona, los de ingresos bajos apenas llegan a una hectárea. Emiratos Árabes Unidos y Estados Unidos están a la cabeza en consumo por persona. Si todos consumieran como estos dos países, serían necesarios al menos los recursos producidos por tres planetas Tierra para satisfacer las demandas de todos. En otras palabras, las de una frase atribuida a Mahatma Gandhi, “el mundo es suficientemente grande para satisfacer las necesidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para la avaricia de algunos”.

Los expertos llevan tiempo advirtiendo de que podemos estar muy cerca del punto de no retorno: no sólo el cacareado cambio climático, sino también la pérdida de biodiversidad, ponen en jaque el futuro del planeta. Para Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, autores de la excepcional obra En la espiral de la energía (2014), el colapso civilizatorio es ya inevitable, en tanto que no habrá suficiente energía como para mantener una organización sociopolítica basada en el crecimiento continuo. Para estos autores, la pregunta -inquietante pero preñada de esperanza- es qué nuevo mundo se construirá sobre las ruinas de ese colapso. Lo que seamos capaces de construir ahora nos allanará el camino cuando llegue ese momento crítico…

*Un par de autores para iniciarse en la Ecología Política:
Leonardo Boff, (2009) El águila y la gallina. Una metáfora de la condición humana. Trotta. Madrid
——— (2006) Ecología: grito de la Tierra, grito de los pobres. Ed. Trotta. Madrid
Una aproximación más rápida al pensamiento de Boff.
Joan Martínez Alier, (2011) El Ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Barcelona, Editorial Icaria.
Una aproximación más rápida.

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