¿Qué comen los automóviles? La disputa en torno a los agrocombustibles

Decía Mahatma Gandhi que “en el mundo hay suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de algunos”. Medio siglo después, estudios dicen que en este planeta tierra hay de sobra para satisfacer las necesidades alimenticias de los siete mil millones de seres humanos que somos, pero no está tan claro que lo haya para alimentar a los 1.200 millones de automóviles que circulan por todo el globo, dejando nuestras ciudades al borde del colapso.

¿Qué tiene esto que ver con el aceite de palma? Todo. La palma aceitera se ha convertido en el principal insumo para la elaboración de agrodiésel, y se ha consolidado en ese mercado a pesar de las evidencias, cada vez mayores, de que, frente al cambio climático y la dependencia de nuestras sociedades de los combustibles fósiles, la palma aceitera es parte del problema y no de la solución. A día de hoy, en torno al 5% de la palma de aceite -las cifras bailan según los diversos estudios- que se produce en el mundo se destina a la fabricación de biocombustibles; una cifra que probablemente aumente en el futuro por el avance de legislaciones que promueven el agrodiésel, vendiéndolo como “energía verde”, y animan así el acelerado auge del monocultivo de palma. Lo veremos, por ejemplo, en el capítulo que dedicaremos a Colombia.

Pero comencemos por el principio: llamamos agrocombustibles a aquellos combustibles que proceden de productos agrícolas o material vivo, en oposición a los combustibles fósiles. Son más conocidos como biocombustibles, aunque ese sufijo “bio” ha contribuido a dar a este tipo de fuente energética un halo de sostenibilidad ambiental que ha sido puesta en entredicho por activistas y científicos. Existen dos tipos de agrocombustibles convencionales: el que sustituye a la gasolina es el etanol, que se produce a partir de la fermentación de azúcares simples, principalmente procedentes de la caña de azúcar, la remolacha o el maíz. El biodiésel, por su parte, se obtiene por la reacción entre alcohol y aceite, y los aceites más usados proceden de la palma, la soja y el girasol. El etanol se produce desde los años 70; el agrodiésel, desde los años 90. Fue a partir de 2003 que se sintió el acelerado crecimiento del sector: la producción mundial pasó de 20 mil toneladas a más de 80 mil en 2015, según consta en el informe Agrocombustibles, de François Houtart.

¿Energía verde?

Existe una segunda generación de agrocombustibles a base de materias primas que no son fuentes alimenticias, como la madera o los residuos, que han demostrado ser menos dañinos para el medio ambiente, pero que resultan también más caros de obtener, y por tanto, menos competitivos. Esos nuevos agrocombustibles siguen siendo, sin embargo, una minoría, y de entre los agrocombustibles convencionales, uno de los predilectos del mercado sigue siendo el agrodiésel procedente de palma aceitera, pese a que es el más lesivo para el medioambiente.

Así, según los datos que aporta la organización Transport & Environment, el agrodiésel contamina 1,8 veces más que la media de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Y, entre los diversos tipos de agrodiésel, el que tiene una mayor huella medioambiental es el procedente de aceite de palma: genera 3 veces más emisiones que los temidos combustibles fósiles. Y es precisamente por el agrodiésel a base de palma por el que ha apostado firmemente el Estado español: “Si el biodiésel consumido en Europa es un 80% peor para el clima que el diésel fósil, en España es un 170% peor, dada nuestra gran dependencia del aceite de palma importado”, afirma Abel Esteban, coordinador de la campaña sobre bioenergía de Ecologistas en Acción. El 77% del agrodiésel que se consumió en España en 2014 se fabricó a base de palma.

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Infografía de Transport & Environment a partir de los datos del informe Globiom. Cortesía de T&E y Ecologistas en Acción.

Este altísimo impacto del biodiésel tiene que ver, sobre todo, con los cambios indirectos en el uso del suelo y con la deforestación que provoca la expansión de cultivos como la palma y la soja. En el caso de la palma, como veremos en profundindad en otro capítulo más adelante, las zonas donde puede crecer la palma se superponen con las áreas tropicales que albergan los bosques más biodiversos del planeta: los más valiosos y también los más frágiles. La situación no mejora mucho para el caso de la soja, que se extiende con voracidad en el Cono Sur: en Argentina ya copa el 60% de la tierra cultivable, con el agravante de que la región pampeana es la más fértil del planeta, y, como evidencian los estudios del doctor Walter Pengue, especialista en Economía Ecológica, están perdiendo nutrientes a marchas forzadas por la agresividad del monocultivo, al tiempo que el suelo y el agua son contaminadas por el glifosato y otros agroquímicos. La ley del capital se impone: la soja, como la palma, es rentable. Aunque arrase a su paso con el granero del mundo, con las mejores tierras que tenemos disponibles para garantizar el alimento de las generaciones presentes y futuras.

El papel de la UE en la promoción del agrodiésel

El auge del biodiésel a base de aceite de palma ha estado relacionado con la promoción de los agrocombustibles por parte de la Unión Europea. La Directiva de Energía Renovables (RED, por sus siglas en inglés) de 2009 señalaba que el 10% de la energía para el transporte debía provenir de energías renovables, entre las que se incluyen los agrocombustibles. Ante la creciente alarma por los incendios en el Sudeste asiático, y gracias a la presión de organizaciones ecologistas que cuestionan la sostenibilidad de los agrocombustibles, la UE financió un estudio sobre el tema: The land use change impact of biofuels consumed in the EU (El impacto en el cambio del uso del suelo de los biofuels consumidos en la UE), más conocido como informe Globiom, publicado en octubre de 2015, con el objetivo de brindar una metodología para cuantificar el impacto de los cambios indirectos en el uso del suelo (ILUC, por sus siglas en inglés) en el cambio climático. El resultado dejó una evidencia: los agrocombustibles han provocado más emisiones de CO2 de las que han podido evitar. Y eso, sin haber contabilizado otros daños no menos graves, como la pérdida de biodiversidad y la contaminación de agua y suelos.

Las evidencias existían antes, aunque la Unión Europea no quiso escucharlas. Un estudio de 2010 realizado por varias organizaciones ecologistas, entre ellas Amigos de la tierra y Ecologistas en Acción, concluyó que los planes de la Unión Europea para aumentar el uso de los agrocombustibles en Europa entre 2010 y 2020 requerirían el uso de hasta 6,9 millones de hectáreas de nuevo suelo en el mundo. En otras palabras: implicaría convertir en campos de cultivo y plantaciones una superficie equivalente a 1,5 veces la tierra cultivable de España.

Finalmente, la UE se ha visto obligada a dar marcha atrás en su firme apuesta por los agrocombustibles, pero de forma todavía muy tímida, quizás por las fuertes presiones del sector que, según ha denunciado Ecologistas en Acción, llevaron a la UE a ocultar los resultados del informe hasta marzo de este año, para evitar que esa información interfiriese en el período de consulta pública para la discusión del RED 2020-2030. Existe, sin embargo, aún mucha incertidumbre acerca de las políticas que regirán a partir de 2020.

Aun cuando efectivamente la UE dejara de apoyar los agrocombustibles -y principalmente los más dañinos, como los procedentes de palma y soja-, el problema ya está creado en vastas regiones del Sur global. En el Sudeste asiático fundamentalmente, pero también en amplias regiones de Suramérica, Centroamérica y África, la palma ha devastado ya miles de hectáreas de bosque tropical, y lo sigue haciendo. Y, si bien la demanda de la industria agroalimentaria y cosmética tiene muchísimo que ver con el auge de la palma en el mercado internacional de commodities, también ha sido impulsada por el decidido fomento de la Unión Europea, que parecía garantizar un mercado creciente a los productores. ¿Qué pasará con esos productores que habían visto ElDorado en ese nuevo “oro rojo” que es la palma?

Tanques llenos, estómagos vacíos

La facilidad con la que se expandieron los agrocombustibles responde a su capacidad para sustituir al petróleo en algo que no pueden facilitar otras fuentes de energía: llenar los tanques de los automóviles. De hecho, es el transporte por carretera el que devora casi la mitad del aceite de palma que entra en Europa, según las estadísticas de Transport & Environment. Según los datos de Oil World, un servicio de información sobre el mercado mundial de aceites vegetales, la Unión Europea utilizó en 2013 una cifra récord de 6,9 millones de toneladas de aceite de palma, de los cuales 3,7 millones se derivaron a la producción de energía. Esa cantidad equivale a un consumo diario de cuatro piscinas olímpicas llenas de aceite de palma.

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Cortesía de Transport & Environment y Ecologistas en Acción.

En este mundo patas arriba al que se refería el recordado Eduardo Galeano, los campesinos que producen alimentos son desplazados de sus tierras, sustituidos por una agricultura con más tractores y menos gente, ese agronegocio en manos de un grupo cada vez más reducido de grandes corporaciones transnacionales que controlan cada fase de la cadena de producción. El hambre fue la disculpa para imponer, desde la Revolución Verde de los años 70, el nuevo modelo del agronegocio, que prometía ser más eficiente, pero sólo lo fue en dólares. Porque, en la práctica, es la agricultura familiar y campesina, la de toda la vida, la que sigue proveyendo los alimentos necesarios para el consumo humano: los campesinos producen el 70% de los alimentos a nivel mundial. Y la tierra, sería capaz de alimentar a los 9.100 millones de seres humanos que, según la FAO, poblarán la tierra en 2050, sin cambiar nada: sólo evitando que se desperdicie, como ahora sucede, un tercio de la comida que se produce. También hay evidencias de que la promoción de los agrocombustibles -y, aún en mucha mayor medida, la financiarización de las commodities o materias primas agrícolas- implicó un aumento de precios de alimentos básicos como los cereales, que acarreó graves problemas a aquellas economías que dedican un porcentaje del PIB mucho mayor a su alimentación. Los agrocombustibles no sólo son una pésima noticia para el medio ambiente, sino también para la soberanía alimentaria.

La apuesta por los agrocombustibles no tiene motivos técnicos, sino políticos. Según relata Razmig Keucheyan en su ensayo La naturaleza es un campo de batalla, ha sido el Ejército estadounidense quien ha liderado en aquel país la transición hacia los biocarburantes. Son las Fuerzas Armadas las que consumen el 80% del petróleo utilizado por el Estado estadounidense; y tienen sobrados motivos geopolíticos para reducir su dependencia del petróleo.

Energía para qué y para quién

Si de lo que hablamos es de abastecimiento energético, muchos han apuntado a que el problema de fondo es otro: no el tipo de energía, sino la dependencia de nuestras sociedades de fuentes de energía baratas y abundantes, siempre in crescendo. El problema, como recuerda el investigador argentino Pablo Bertinat, no es tanto la matriz energética como el sistema energético. O, dicho en términos preferidos por las luchas socioambientales latinoamericanas, y teorizados por el profesor brasileño Célio Bermann: la pregunta clave es “energía para qué y para quién”. O lo que es lo mismo, ¿para qué se usa la energía que se produce? ¿Para calmar el hambre de los seres humanos, o para dar de comer a los automóviles?

* Si el tema te interesa, te recomendamos que revises el informe Globiom. The new basis for EU Biofuel Policy 2021-2030, publicado en abril de 2016 por Transport & Environment, y que muy pronto aparecerá traducido al español gracias al trabajo de Ecologistas en Acción.

 

Bibliografía
Bermann, Célio (2003) Energia no Brasil, Para que? Para quem? Crise e Alternativas para um pais sustentável. São Paulo, Ed. Livraria da Física.
Bertinat, Pablo (2007) “Biocombustibles renovables: no siempre sustentables”, en América Latina en movimiento.
Bravo, Elizabeth y Bonilla, Natalia (2011) Agrocombustibles: energía que extingue a la Pachamama. Acción Ecológica, Quito.
ECOFYS (2015) The land use change impact of biofuels consumed in the EU. Quantification of area and greenhouse gas impact.
Fernández Durán, Ramón y González Reyes, Luis (2014) En la espiral de la energía. Una historia de la humanidad desde el papel de la energía (pero no sólo). Madrid, Ecologistas en Acción. 2 volúmenes.
Keucheyan, Razmig (2016) La naturaleza es un campo de batalla. Ensayo de ecología política. Madrid, Clave Intelectual.
Houtart, François et al (2014) Agrocombustibles. Falsa solución global y destrucción local en Colombia. Ed. Desde Abajo, Bogotá.
Martín-Sosa Rodríguez, Samuel (2016) “Biocombustibles, la nueva pesadilla climática”, en El salmón contracorriente. Publicado el 28 de abril de 2016. Disponible en:
Pengue, Walter (2009) “Agrocombustibles y agroalimentos. Cosiderando las externalidades de la mayor encrucijada del siglo XXI”, en revista Agroecología.
Transport & Environment (2016) Globiom: The new basis for EU Biofuel Policy 2021-2030. Bruselas.
Transport & Environment (2016) “A New EU Sustainable Bioenergy Policy. Proposal to regulate bioenergy production and use in the EU’s renewable energy policy framework 2020-2030”.

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