Trabajo que roza la esclavitud en los talleres textiles de Buenos Aires

Trabajadores en negro, extranjeros sin papeles, condiciones higiénicas precarias y cama en el propio local. Es la situación que predominaba en quince talleres que ha detectado la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) en la localidad de Villa Celina, provincia de Buenos Aires, que fueron desmantelados en una operación conjunta con Migraciones y la Gendarmerí­a Nacional.

No es ninguna novedad: desde hace años, la población argentina ha tomado conciencia de que en la ciudad de Buenos Aires y el resto de la provincia bonaerense abundan los talleres textiles en los que los derechos laborales son papel mojado. Según publica este miércoles el diario ‘Página 12’, 52 de los 55 empleados encontrados no estaban dados de alta y cerca del 30% eran extranjeros sin documentación legal de ingreso en el paí­s. Sólo dos de los quince talleres estaban inscritos en el registro.

A lo largo de 2012 se sucedieron los descubrimientos de talleres clandestinos, en algunos casos. El pasado mayo tuvo lugar una de las operaciones más importantes: cerca de 80 personas, algunas de ellas menores de edad, fueron ‘restatadas’ en doce allanamientos por la Policí­a Federal, en la ciudad de Buenos Aires y su conurbano.

Estos talleres no son, ni mucho menos, una excepción. Asociaciones como la Fundación La Alameda o Esclavitud Cero sostienen que la mayor parte de los talleres textiles de la región trabajan en estas condiciones, y lo han demostrado con sus denuncias. De cada 100 pesos que se paga en los comercios de la ciudad de Buenos Aires por una prenda de ropa, apenas 1,8 pesos van a parar a los trabajadores, según la estimación del economista Ariel Lieutier, consultado por ‘Página 12’.

El respeto a los derechos laborales es, de hecho, la excepción, que se encuentra en lugares como las cooperativas que ha creado el INTI (Instituto Nacional de Tecnologí­a Industrial) gracias a la incautación de la maquinaria incautada en los talleres clausurados.

Aunque se trata en su mayorí­a de pequeños talleres, ubicados en barrios populares y villas miseria y regentados en gran parte por coreanos o bolivianos, es conocido que trabajan para primeras marcas, como lleva años denunciando La Alameda. Firmas como Cheeaky «“la marca de Juliana Awada, esposa de Mauricio Macri, jefe del gobierno porteño-, Tucci, Adidas o Portsaid están en el punto de mira. Y, según subrayó la AFIP en un comunicado, estas marcas «podrí­an ser consideradas ‘responsables solidarias’ por la falta de registro de los trabajadores».

Explotación e inmigración

Como tantas otras veces, explotación laboral e inmigración van de la mano. La industria textil argentina se vale mayoritariamente de los obreros bolivianos, que ingresan en el paí­s ilegalmente con ayuda de las bandas que se encargan de captarlos en sus localidades de origen. A menudo les ofrecen condiciones de trabajo que son pura ficción una vez llegados a Buenos Aires, lejos de su paí­s y su red social. En algunos casos, les dicen que deben pagar su pasaje y la comida, y se genera una deuda que les obliga a trabajar gratis durante meses.

Sin embargo, en torno al trabajo esclavo en Argentina hay diferentes posiciones, incluso dentro de la propia comunidad boliviana inmigrante. Muchos temen que la notoriedad mediática que está adquiriendo este tema termine por reforzar la vinculación entre inmigración y delito. También advierten de que cada caso es diferente y no se puede agrupar todos los casos como trabajo esclavo, pues en algunos casos la situación es consentida, mientras que en otros, es fruto del engaño o inclusive del sometimiento por la fuerza.

La antropóloga Marí­a Inés Pacceca ha polemizado sobre esta cuestión, argumentando que la inmigración boliviana repite patrones que se dan en toda comunidad migrante, y que los talleres textiles suponen una óptima solución para los dos problemas que aborda todo recién llegado: trabajo y casa. «En general, puede decirse que la inmigración boliviana en Argentina es exitosa», apunta la antropóloga en una entrevista con elmundo.es. Se refiere a que, en muchos casos, los bolivianos consiguen montar su propio negocio y alcanzar un nivel de vida mejor al que tení­an en su paí­s. Pacceca se rebela contra la visión de quienes igualan cualquier tipo de trabajo informal con trabajo esclavo, y recuerda que la explotación también existe dentro del sistema legal.

Existe, además, todo un debate en torno a la situación de los trabajadores que son ‘rescatados’ tras un allanamiento: en la mayorí­a de los casos, se quedan, simultáneamente, sin casa y sin trabajo, abandonados a su suerte, por lo que en muchos casos vuelven rápidamente a la misma situación. El Estado argentino creó recientemente una Ley contra la trata de personas y está reforzando la fiscalización de los talleres, pero se han dado escasos pasos en la atención que se ofrece a esas personas.

* Publicado en elmundo.es.
* Ilustración de Silvana Martins.

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