Los retos del Comercio Justo

El Comercio Justo sigue siendo una de las mejores opciones para miles de agricultores de todo el mundo, que han visto mejorar sus condiciones de vida al entrar a formar parte de este sistema.  Así­ lo confirman la mayorí­a de expertos y estudios, que alaban el efecto positivo sobre las poblaciones más necesitadas, ya que empodera a los agricultores, ofrece mejores sueldos, garantiza unos precios mí­nimos independientemente de las fluctuaciones del mercado y beneficia a toda la comunidad puesto que los beneficios se dedican a la mejora de las condiciones sociales de la zona.

Sin embargo, el pasado mes surgió la polémica a raí­z de un estudio de la SOAS (School of Oriental and African Studies) de Londres, según el cual los agricultores que trabajan para empresas de Comercio Justo no estarí­an recibiendo mayores salarios ni mejores condiciones laborales que otros que trabajan para empresas «˜tradicionales»™. Así­ serí­a, al menos, en diversas zonas de Etiopí­a y Uganda, donde la SOAS ha llevado a cabo su investigación en áreas productivas dedicadas al café, el té y el sector de las flores. El resultado, después de 1.700 encuestas y unas 100 entrevistas personales, serí­a que los trabajadores de comunidades tradicionales tendrí­an un mejor estándar de vida que aquellos que trabajan para exportadores de Comercio Justo. Y la diferencia serí­a especialmente alarmante en lo que respecta a las mujeres.

comerciojusto2_ElRotoAnte estas conclusiones, la organización FairTrade no ha tardado en responder, mediante una nota de prensa en la que, si bien agradecen este tipo de estudios para poder evaluar y mejorar su trabajo, citan algunos fallos en el sistema utilizado: por ejemplo, que algunas de las granjas consideradas como Comercio Justo habí­an dejado de serlo en el año 2012, mientras que otras consideradas «˜tradicionales»™ se habí­an añadido al sistema de FairTrade también en ese mismo año; o que el estudio no tenido en cuenta el impacto global del Comercio Justo.

Está claro que un solo informe, realizado en una zona muy concreta, no deberí­a echar por tierra el positivo trabajo que durante años han provocado los sistemas de comercio justo; sin embargo, sí­ es cierto que ésta es una información a tener en cuenta para evaluar el funcionamiento de este tipo de comercio.

Igual que desde hace ya t iempo se intenta evaluar la gran cuestión que subyace tras el ideal del comercio justo: ¿Estamos ayudando a cambiar el sistema internacional de intercambios comerciales? Y es precisamente aquí­ donde muchas voces se han alzado en sentido negativo. El problema surgió cuando las organizaciones de Comercio Justo tuvieron que decidir cómo conseguir que sus productos llegasen al gran público. Para ello era necesario entrar en las grandes cadenas de distribución, y esto conlleva, claro, formar parte de su juego. Una de las marcas que más claramente apostó por esta idea fue Max Havelaar, propiciando un gran debate ente detractores y defensores de la idea. Así­ lo explicaba Christian Jacquiau en Le Monde Diplomatique: «Max Havelaar, presente en muchos paí­ses del mundo y principal promotor de esta mutación, ocupa el centro de un vasto debate («¦) Por una parte, los que defienden la mercantilización de los productos equitativos. Por otra, los promotores de un modelo que exige más contenido social y ecológico en todos los segmentos del mercado, tanto en el Sur como en el Norte, con un llamado de atención implí­cito al tema fundamental de la distribución de la riqueza»

Efectivamente, el comercio justo corre el riesgo de «˜caer prisionero»™ de las grandes cadenas de distribución, que se han dado cuenta del valor comercial de estos productos, lo han incorporado a sus puntos de venta y están creando sus propias lí­neas de Comercio Justo, para las que han conseguido incluso ser certificadas.

Entonces, como se preguntan en este documental, Comercio justo ¿a cualquier precio? «¦ ¿estarí­a perdiendo su esencia o simplemente se adapta a una realidad con la que es casi imposible enfrentarse? ¿Sigue siendo justo cuando contamos con la gran distribución? ¿Sigue siendo justo cuando deja una gran huella ecológica por su transporte, embalajes»¦? Pero, por otro lado, ¿tiene algún sentido que se mantenga como algo es extremadamente minoritario y no llegue a la población general?

Las respuestas no son sencillas y, sin duda, las organizaciones que trabajan en este sector se han hecho ya una y mil veces estas preguntas, probablemente sin hallar respuesta clara. Por eso, siguen trabjanado, a base de ensayo y error, para ver qué es más útil. Lo importante, creo, es no dejar de lado la otra parte de la cuestión: el activismo polí­tico para que el comercio «˜justo»™ deje de ser una cuestión de voluntad, buenas intenciones o RSC de las empresas y se convierta en leyes, de obligado cumplimiento, a las que obligue la OMC y los organismos internacionales. Sólo así­ el comercio comenzará a ser, de verdad, realmente justo.

 

 

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