#MODABASURA
El impacto socioambiental de nuestro frenético consumo de ropa

¿Has ido alguna vez a una tienda a comprar un vestido que habías visto días antes y ya no estaba?
¿Cuánto te ha durado la camiseta que te compraste el año pasado? ¿Cuánta ropa tiras cada temporada?
 ¿Y te has preguntado alguna vez dónde acaba todo eso? ¿O cuál es el impacto de producir ropa a esas velocidades?
La industria de la moda ha sido considerada la segunda más contaminante del mundo, sólo por detrás de los combustibles fósiles. Y aunque esta afirmación ha sido cuestionada – la sostenibilidad es muy compleja y es casi imposible hacer rankings de ese tipo – el impacto de nuestra manera de consumir ropa es innegable. En esta investigación analizamos los principales impactos ambientales de la industria textil.

ModaBasura

«El contenedor de ropa se percibe en términos de asistencia social, no como el lugar donde deshacerse de un residuo»

Charlamos con Gemma Morell, ingeniera en diseño industrial especializada en sostenibilidad, premio de Ecodiseño en Cataluña en 2021 y que actualmente realiza su doctorado investigando sobre los procesos de circularidad de los textiles usados. Forma parte del Grupo de investigación Sostenipra (sostenibilidad y protección ambiental) de la Universidad Autónoma de Barcelona y, a pesar de…

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Introducción

#ModaBasura: una investigación sobre los impactos socioambientales de la industria textil

Hace unos meses, las redes se llenaban con las imágenes de montañas de ropa apiladas en el desierto de Atacama (Chile). Prendas de todo tipo cubrían hectáreas y hectáreas de ropa, muchas de ellas aún con la etiqueta puesta. No era ninguna atrevida campaña de la industria de la moda,  sino un espejo del impacto de nuestro desenfrenado consumo de ropa. 

Las montañas de Atacama dieron la vuelta al mundo e hicieron visible un problema que es cada vez más difícil de ocultar: el fuerte impacto medioambiental que tiene la industria de la moda. Así, se producen unos 100.000 millones de prendas de ropa cada año, de las cuales se calcula que un 73% acabará en un vertedero, y se calcula que la industria es responsable de hasta un 4% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Y, sin embargo, apenas un 1% de la fibra es reciclada para crear nuevos tejidos.

Esa huella medioambiental es todavía hoy poco visible. Por ello, en 2020, lanzamos en Carro de Combate el proyecto #ModaBasura con el objetivo de poner la lupa sobre ese impacto socioambiental de la industria textil. Como ya contamos hace poco, la pandemia trastocó nuestros planes de viajar a los centros de producción de Asia, África y América Latina y de contar la historia como la habíamos planeado. No sólo es difícil ahora viajar a muchos de esos países, sino que los costes se han multiplicado.

Pero hay también mucho tela que cortar en Europa. Tan sólo en España, por ejemplo, la iniciativa ModaRe calcula que se generan cerca de 900.000 toneladas de ropa cada año, de las que sólo se recogen un 12% (108.000 toneladas). Parte de esta ropa recogida es devuelta a tiendas de segunda mano, a menudo gestionadas por organizaciones de la economía social y solidaria -aunque no siempre-, otra es enviada a países del Sur, y una fracción mínima es reciclada para producir nuevas fibras. 

Y es aquí por donde vamos a empezar. Durante los próximos meses, publicaremos los resultados de nuestras investigaciones al respecto, hablaremos de los lavados reputacionales de la industria, de las nuevas legislaciones, de lo que ocurre en las plantas de tratamiento textil y de algunas de las iniciativas que están intentando cambiar esta industria. Te recordamos además que ya publicamos un directorio con una selección de ellas

Primera parada: vamos a ver cómo la industria de la moda blanquea su propia ropa ¡Allá vamos!

No olvides que esta investigación, como todas las que hacemos en Carro de Combate, son posibles gracias a nuestras mecenas. Si quieres ayudarnos a seguir investigando, puedes hacerte mecenas desde tan sólo 15€ al año.


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Lavados
Cómo funcionan los lavados

¿Son las grandes marcas de moda tan “verdes” y tan “sociales” como dicen?

¿Quién no se ha tropezado últimamente con la “retórica verde” o “social” de las marcas de moda, ya sea en forma de productos, colecciones, ediciones limitadas, alianzas medioambientales u otros buenos propósitos? La razón es sencilla. En un contexto en el que la Emergencia climática es cada vez más evidente y la preocupación por ella permea en amplias capas de la población, las multinacionales de la industria textil han sofisticado sus estrategias para mejorar su reputación con mensajes de sostenibilidad, porque la moda produce del 8% al 10% de las emisiones globales de Gases de Efecto Invernadero (GEI): más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos

Además, se prevé que sus emisiones de CO₂ puedan aumentar más del 60% para 2030. Y para 2050 podría usar más del 26% del presupuesto global total de carbono. Datos con poco glamour que resultan muy paradójicos en un sector que presume de él.

Hoy las personas consumidoras padecemos más problemas a la hora descifrar los mensajes supuestamente sostenibles de industria de la moda. En una buena parte, se debe al lavado o blanqueamiento “verde”, también conocido como greenwashing. Supone una práctica de marketing y comunicación conducente a hacer creer a las personas consumidoras que los productos (o servicios) de una empresa son más ecológicos de lo que son en realidad, así como otorgándole una posición (o imagen) inmerecida de responsabilidad medioambiental. 

No sólo existen “lavados verdes”, sino también socialwashing (lavados sociales), y dentro de esta categoría hay diversas variantes: feminiwashing (lavado feminista), pinkwashing (lavados relacionados con sustancias cancerígenas, o con el movimiento LGTBI+), healthwashing (lavados relativos a la salud), culturalwashing (a la cultura), academicwashing (a la educación). 

A menudo, estos “lavados verdes” o “sociales” suele tener como principal motivación salvaguardar (o mejorar) la reputación empresarial para no poner en riesgo el valor de esa compañía en el mercado, sus operaciones y/o activos, más que alcanzar una sostenibilidad empresarial real.

A ellos, se suman una avalancha de mensajes con jerga propia del sector de la sostenibilidad, de los movimientos civiles, o ecologistas, que no dejan de ser también estrategias de greenwashing o socialwashing, que utilizan conceptos como “carbono neutral”, “residuo cero”, “circularidad”, etc., los cuales prosperan –sin ser demostrados, ni documentados–, amparados en la falta de legislaciones eficaces que protejan a los consumidores de la publicidad engañosa.

Greenwashing textil: La moda se tiñe de verde

Aunque los “lavados verdes” existen hace décadas en el sector, en los últimos años son más frecuentes. Un caso paradigmático lo protagonizó en 2019 H&M, criticada por la Autoridad del Consumidor de Noruega debido al “marketing engañoso” de su conocida colección Conscious, surgida en 2010 como un programa piloto para el mercado sueco y extendida a más países. 

Elisabeth Lier Haugseth, directora de la autoridad noruega, alegó: “Consideramos las afirmaciones de H&M engañosas, no falsas. De acuerdo con la ley de marketing noruega, las afirmaciones sobre las principales cualidades de un artículo deben ser accesibles y comprensibles fácilmente por el consumidor. Afirmar que un producto es sostenible cuando no está claro qué en particular lo hace así es, en la mayoría de los casos, engañoso. Dado que H&M no brinda información precisa al consumidor de por qué tienen etiqueta Conscious, concluimos que los consumidores tienen la impresión de que son más sostenibles de lo que realmente son”. Algo que ocurre con las incursiones supuestamente sostenibles del grupo y en la mayoría de marcas convencionales del sector.

Por su parte, la reciente investigación Licence to greenwash de Changing Markets, señaló que existen más de 100 esquemas de certificación de sostenibilidad en uso en esta industria, y enumerados en el Índice de etiqueta ecológica. Por ello, analiza cualitativamente los más conocidos, especialmente los que pretenden abordar la circularidad, la sobreproducción, el auge de la moda rápida, la gestión del final de la vida útil y la eliminación de productos químicos tóxicos de la fabricación. 

De las diez iniciativas analizadas, varias son etiquetas de certificación –bluesign®, Cradle to Cradle (C2C), EU Ecolabel, OEKO-TEX® y Textile Exchange’s Global Recycled Standard y Recycled Claim Standard–, otras son iniciativas de múltiples partes interesadas –Ellen MacArthur Foundation (EMF), The Microfibre Consortium (TMC) y ZDHC)–; y otros proporcionan un conjunto de herramientas de autoevaluación –el índice Higg y WRAP– para que el sector mida su sostenibilidad.

Todas tienen en común que son voluntarias, la mayoría no logran mantener de manera significativa altos niveles de ambición, y proporcionan una “cortina de humo” para las empresas den la impresión de estar dando pasos hacia la sostenibilidad: “La mayoría no establece requisitos y plazos estrictos para que sus miembros aumenten progresivamente su ambición, sino que proporcionan diferentes módulos con requisitos diferentes, lo que permite que las empresas con ambiciones mediocres se unan”, indica. 

Según el análisis, la mayoría de iniciativas se centran en unos pocos aspectos de las etapas del ciclo de vida del producto, posibilitando que los esquemas den forma a una determinada visión de la sostenibilidad que puede no reflejar la realidad. La mayoría tampoco son integrales, es decir, no cubren el ciclo de vida completo de la producción textil, o se enfocan solo en un material o producto. 

También identifica “una preocupante falta de responsabilidad e independencia en las iniciativas que ofrecen etiquetado o certificación, sin evidencia de cumplimiento o consecuencias para los que se comprometen con los objetivos pero no los cumplen. Si bien las iniciativas sin etiquetas de certificación no tienen requisitos de cumplimiento per se, muchas aún se usan como certificación indirecta en el marketing de la empresa. Además, encontramos poco o ningún impulso para la mejora continua (con alguna excepción, como las pautas de rediseño de jeans de EMF) y ninguna revisión frecuente de los estándares”, recogen los investigadores en el informe ejecutivo.

Asimismo, consideran que la mayoría de esquemas ven comprometida su independencia. “Como iniciativas voluntarias, son vulnerables a altos niveles de influencia a través de las marcas que financian los esquemas, o involucradas en las estructuras de gobierno. Los grandes esquemas, como la Coalición de Ropa Sostenible y su Índice Higg, asientan una red de influencia con otros esquemas y marcas que sofoca el debate y los modelos alternativos”, asegura el estudio. 

La rendición de cuentas también se ve cuestionada: “Con pocos incentivos para que los esquemas denuncien la falta de cumplimiento de los miembros que pagan y las marcas. La función de lavado verde de la reputación de la membresía de la iniciativa representa un gran retorno de inversión para las marcas, una configuración en la que todos ganan: las iniciativas y sus miembros corporativos. La transparencia es un punto débil en todas las iniciativas analizadas, incluso con esquemas robustos impuestos por el gobierno”, afirman. Para la consulta ciudadana han habilitado la web greenwash.com donde recogen algunos lavados verdes de marcas de moda famosas.

Por otra parte, el informe Los numerosos lavados de reputación de la industria de la moda, de Carro de Combate, documenta una gran variedad de casos de marcas low cost –Inditex, H&M, Primark y otras–, deportivas –Nike, Adidas, New Balance– y de lujo –Gucci, Dolce & Gabbana, LVMH, Kering, entre otras– desde 2019 a nuestros días. Una selección que representa una muestra de todos los que las marcas han lanzado en ese periodo, ya que cada mes salen lavados de todo tipo al mercado.

Para poder abarcar esta gran diversidad, el informe se divide en tres partes: la primera analiza la solvencia de los diversos pactos, alianzas y compromisos climáticos adquiridos por las empresas de moda más conocidas desde 2017. La segunda, decodifica los “lavados verdes” de algunas de las principales marcas, sus estrategias de sostenibilidad, la viabilidad de las mismas, así como la gran complejidad y los obstáculos en la implementación de sus afirmaciones verdes. La tercera parte, aún pendiente de publicar, se centra en los socialwashes con la misma metodología. De esta manera, evidencia lo habitual que son todas estas prácticas de blanqueamiento. 

¿Coto al blanqueamiento verde?

En los últimos años, diversas iniciativas pretenden poner freno a estos lavados. Por ejemplo, la Nueva Agenda del Consumidor Europea –comprometida con el empoderamiento de los consumidores en la transición ecológica y la lucha contra el blanqueo ecológico–, la Ley de Residuos –a partir del 2025, amplía la recogida a los textiles–, la Estrategia Europea para textiles sostenibles y la Política europea de Producto sostenible y ecodiseño

Con anterioridad a ellas, en la Cumbre de Glasgow de 2021 se agregaron trece nuevos compromisos a la deficiente Carta de la Industria de la Moda de las Naciones Unidas para la Acción Climática de 2018. Entre ellos, que la comunicación se alinee con el Acuerdo de París. 

Este nuevo compromiso busca establecer una visión común sobre cómo cumplir los objetivos de sostenibilidad y de Desarrollo Sostenible de la ONU. Se dirige a cualquier persona responsable de enviar mensajes a las personas consumidoras: marcas, tiendas, marketing, publicidad, relaciones públicas, medios, redes sociales, agencias, plataformas digitales, activistas, influencers, educadores. Las recomendaciones incluyen: 

  • Comprometerse con informes precisos y esfuerzos de comunicación transparentes.
  • Evitar la exageración u omisión para parecer más amigable con el medio ambiente, o la sociedad.
  • Defender cambios y demostrar soluciones para ayudar a las personas a vivir estilos de vida más sostenibles.
  • Destacar nuevos modelos a seguir, aspiracionales, o de “éxito”. 
  • Celebrar los valores ecológicos, culturales y sociales de la industria.
  • Desarrollar un marketing inclusivo y narrativas que fomentan una industria más equitativa, así como motivar y movilizar al público para abogar por un cambio más amplio. 

Su incorporación estuvo motivada por una consulta del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en colaboración con Fashion Charter, a más de 160 organizaciones de la cadena de valor. Los aprendizajes extraídos de ella se convertirán en directrices de comunicación para la moda, con ejemplos de mejores prácticas y medición que se publicarán este año. Además, se prevé una jerarquía de consumo donde la compra de nuevos bienes sea la última opción y amplíe las alternativas (alquiler, reventa) fuera de las urbes para facilitar un estilo de vida bajo en emisiones asequible. 

La consulta del PNUMA también señaló que los medios no deben mercantilizar la crisis climática con mensajes de consumo, de “compras–recompensa” o de rebajas. Los participantes en esa consulta reconocieron que un cambio de narrativa así en el sector de la moda es un reto, por su inherente ánimo de lucro. 

Otros escollos para una comunicación eficaz en materia de sostenibilidad son la falta de formación de los comunicadores y agencias de comunicación, especialmente respecto a las cadenas de suministro. Y el acceso limitado de los equipos de comunicación a la información y afirmaciones de marketing en sus informes de sostenibilidad, que pueden ser vagas, o no estar fundamentadas.

Desde la COP26, Carro de combate no ha encontrado que la publicidad de las marcas de moda sea visiblemente más “responsable”, o menos engañosa. Sólo el tiempo dirá si estas medidas para evitar los lavados reputacionales son efectivas.

Esta información es posible gracias al apoyo de nuestras mecenas. Si quieres ayudarnos a seguir investigando y escribiendo análisis como éste, puedes hacerte mecenas desde tan sólo 15€/año. Tendrás además acceso a contenidos exclusivos para nuestras mecenas.


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Greenwashing

El greenwashing de la moda en 3 ejemplos

Este artículo es una adaptación de un apartado de nuestro informe ‘Blanqueo de Ropa. Los numerosos «lavados de reputación» de la industria de la moda’. Lo puedes leer íntegro suscribiéndote a nuestra newsletter.

Llevamos meses hablando del greenwashing en el mundo de la moda, de sus estrategias, de sus mensajes y de la realidad que hay detrás. Pero ¿qué significa esto a nivel práctico? ¿Qué marcas están llevando a cabo estas estrategias? Analizamos aquí tres ejemplos destacados de greenwashing con los que nos hemos encontrado durante nuestra investigación #ModaBasura, en la que hemos analizado decenas de casos desde 2019.

H&M: Innovation Circular Design Story

Comenzamos con esta colección cápsula de 45 piezas lanzada tras la Conferencia sobre Cambio Climático (COP26) en 2021. Como ya contábamos en un artículo anterior, H&M ha sido una de las pioneras en utilizar los mensajes de sostenibilidad en sus campañas de marketing y en 2019 fue criticada por la Autoridad del Consumidor de Noruega por el “marketing engañoso” sostenible de su conocida colección Conscious. “Consideramos las afirmaciones de H&M engañosas, no falsas. De acuerdo con la ley de marketing noruega, las afirmaciones sobre las principales cualidades de un artículo deben ser accesibles y comprensibles fácilmente por el consumidor. Afirmar que un producto es sostenible cuando no está claro qué en particular lo hace así es, en la mayoría de los casos, engañoso. Dado que H&M no brinda información precisa al consumidor de por qué tienen etiqueta Conscious, concluimos que los consumidores tienen la impresión de que son más sostenibles de lo que realmente son”, aseguró Elisabeth Lier Haugseth, directora de la autoridad noruega.

En el caso de la Innovation Circular Design Story, es una colección hecha de monomateriales (un solo material) pensada para facilitar su reciclaje y diseñada para desensamblarse. Sin embargo, el material mayoritario es poliéster reciclado, en muchos casos de origen marino, algo que la organización Changing markets ha calificado como un greenwashing generalizado en el sector que induce a error a los consumidores, “falsas soluciones” cuyo enfoque se ocupa de las secuelas de la contaminación plástica y que colabora poco en reducirla en su origen. El poliéster reciclado, al igual que el convencional, deriva de fuentes fósiles (y de la petroquímica), causa principal del cambio climático. Además, cada prenda de este material desprende cientos de miles de microplásticos durante el lavado.

Asimismo, estudiando en profundidad esta colección cápsula, hemos encontrado que, a pesar de presentarse como monomaterial, mezcla materiales como lana y poliéster reciclado, lo cual dificulta su reciclabilidad. Y en su comunicación corporativa, la empresa alega además que las “prendas están pensadas para usarlas, compartirlas, repararlas y reciclarlas”, pues son prendas fabricadas diseñadas para la circularidad, pero no indica cómo pueden compartirse, repararse, ni reciclarse y, sobre todo, no habilita ningún medio efectivo para contribuir a ello.

Por último, los diseños de la colección son tan de “tendencia” que cuestionan su durabilidad a largo plazo y su longevidad estética, una gran contradicción. La moda sostenible circular real aboga por piezas imperecederas para múltiples ocasiones que duren mucho tiempo.

Inditex: Colecciones de Yoga & meditation y Join Life de Oysho

Seguimos con el grupo Inditex. En septiembre de 2020, la marca de ropa íntima de Inditex, Oysho, lanzó la primera colección para practicar yoga y meditación, compuesta por pantalones de modal, camisetas, sudaderas, chaquetas, un cárdigan, un mono y sujetadores de algodón orgánico: “Haciendo de yoga & meditation una colección sostenible que se compromete con el medio ambiente”, decía el comunicado. En su memoria de 2021, Inditex recoge que el algodón orgánico que usa es “orgánico en transición BC”, es decir, de la iniciativa Better Cotton, una certificación muy controvertida por permitir algodón transgénico y por su implicación en el escándalo de trabajo forzoso de los uygures en Xinjiang, China, como explicamos en la segunda parte de nuestro informe Los infinitos lavados reputacionales de la industria de la moda.

Además, en el verano del 2021 Oysho sacó una colección de bikinis y bañadores de poliéster y poliamida reciclados (materiales que cuestiona el informe de Changing markets); y otra línea de camisas, pantalones, shorts o kimonos de lino europeo 100% cultivado sosteniblemente, usando semillas no modificadas genéticamente y regadas de forma natural, según la empresa. Sin embargo, como suele ser habitual en las campañas de sostenibilidad de las empresas del sector, no se presentan las credenciales que sustentan tales afirmaciones.

Las colecciones forman parte de lo que la empresa califica como un «etiquetado de máxima sostenibilidad”, al que ha llamado Join Life, un estándar establecido por la propia Inditex para certificarse a sí misma y su sostenibilidad –del que no especifica su metodología– bajo el que dice etiquetar prendas que se producen usando “los mejores procesos y las materias primas ‘más’ sostenibles”, aunque no especifica en qué se basan para realizar tales aseveraciones. Además, ser «más» sostenibles, no implica ser completamente sostenibles, o serlo a una escala significativa. Al igual que H&M, Inditex se escuda en el uso de sintéticos reciclados, como una notable muestra de su sostenibilidad, lo que es considerado un greenwashing generalizado en el sector para parecer más sostenible.

En el análisis realizado en Carro de combate, hemos podido observar que bajo este paraguas Join life, Inditex hace greenwashing en todas sus marcas: Zara (entre otras, en su colección con la startup Lanzatech de vestidos fabricados con tejido procedente de capturar CO2, otros materiales también muy cuestionados); Pull & Bear (entre otras, su colección fabricada a partir de otras prendas); Bershka (por ejemplo, en una colección de colaboración con Organic Cotton Accelerator y Denim Lab, un proyecto puntual de personalización de prendas en colaboración con Jeanología), o Zara Home (en algunos pocos objetos y en una colección de toallas con componentes reciclados). A menudo se tratan de colecciones puntuales y fragmentarias sin una estrategia clara, que no abordan de manera directa, ni sistémica, los problemas sociales y ambientales de la cadenas de producción del grupo, ni su sobreproducción, y más enfocadas a mejorar la reputación ambiental de las marcas del grupo que a una eficaz resolución de las causas raíz del impacto de su modelo de negocio.

Inditex se ha comprometido para 2022 a que más de la mitad de las prendas pertenezcan a Join Life en 2022 “para que nuestros clientes puedan identificarlas fácilmente”, asegura. Aunque lo cumpliese, es muy cuestionable que pueda orientar a las personas consumidoras hacia el uso de prendas sostenibles, por las salvedades ya comentadas del auto-etiquetado del grupo y a tenor de la revisión de la información relativa a su sostenibilidad. Inditex se ha prometido a conseguir emisiones netas cero para 2040, usar energías 100% renovables en 2022 y reducir su impacto sobre el agua en un 25% para 2025. Sin embargo, en sus memorias apenas hay referencias a planes concretos para alcanzar esos objetivos y lo que relata en ellas no resulta consistente desde un punto de vista socioambiental, pues no supone una estrategia clara, sistémica e integral que aborde su sobreproducción, ni los impactos ecosociales derivados de sus cadenas de producción y abastecimiento.

Por otra parte, aunque el grupo logrará alcanzar esos objetivos de «contabilidad climática», la meta de las «emisiones cero» es en sí misma es muy controvertida, y más en un sector con la complejidad del textil, como explicamos en la primera y segunda parte de nuestro informe Los infinitos lavados reputacionales de la industria de la moda, pues no resuelve de raíz los impactos reales del sector en los ecosistemas, en las personas implicadas en sus cadenas de producción y abastecimiento, ni en sus territorios o comunidades; ni tampoco las problemáticas derivadas de su sobreproducción textil, de su logística, ni de sus modelos de negocio. Mientras tanto, Inditex sigue incrementando su cuenta de resultados y en 2021 triplicó su beneficio hasta alcanzar los 3.243 millones de euros.

Lacoste: Save our species

En 2019 Lacoste diseñó una colección especial de polos donde sustituía para la ocasión su célebre logo del cocodrilo por logotipos con especies de animales en peligro de extinción. Salió a la venta el 22 de mayo, el Día Internacional de la Diversidad Biológica, con sólo 3.520 unidades, una por cada animal de cada especie que quedaba vivo. Era parte de su colaboración de tres años con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) a la que irían los fondos recaudados con su venta, sin especificar las cantidades. Un greenwashing clásico consistente en donar, o colaborar, con una buena causa, u organización social o ambiental, con el fin de mejorar la reputación ambiental o social de la marca, pero sin una correlación con la sostenibilidad real de su modelo de negocio.

En el plan de sostenibilidad de la marca, que se actualiza en su web, localiza sus mayores impactos en energía, emisiones e insumos, del nivel 1 al 5, pero no explicita sus proveedores. Además, reconocen que sólo el 5% de su algodón es orgánico, a pesar de ser su principal materia prima y el 85% de las fibras que usa, con los impactos sociales y ambientales que esta fibra conlleva, como explicamos en la segunda parte de nuestro informe Los infinitos lavados reputacionales de la industria de la moda. Tampoco explica las condiciones laborales bajo las que se fabricó esa colección. Actualmente, dice suministrarse de algodón en EE.UU, Australia, Perú o Turquía pero, como recogemos en la tercera entrega del mencionado informe, se le ha vinculado al escándalo de trabajo forzoso uyghur en Xijing (China), destapado en 2020.

Imágenes obtenidas de las campañas de marketing de las empresas

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Socialwashing

Los lavados sociales de las grandes marcas de la moda

¿Cuántas camisetas con mensajes inspiradores has visto últimamente? ¿Cuántas eran vendidas por grandes marcas de #modarapida cuyas violaciones a los derechos de sus trabajadoras han sido ampliamente documentados?

La camiseta de la imagen es de Shein, pero podemos encontrar ejemplos parecidos en muchas otras marcas.

De hecho, hemos hecho todo un informe contándote algunos de los principales ‘lavados sociales’ que hacen estas marcas.

Es la tercera parte de nuestra investigación #ModaBasura. En los dos primeros capítulos nos centramos en
cómo funcionan los lavados reputacionales en general y en el caso del #greenwashing en particular.

Nos centramos en esta tercera parte en el socialwashing, es decir, todas aquellas estrategias que utilizan las grandes marcas de moda para parecer que su compromiso social es mucho mayor de lo que realmente es. Hablamos así de programas sociales o prendas con mensajes supuestamente empoderadores lanzadas por marcas que continúan violando los derechos laborales de sus trabajadoras, entre otros ejemplos.

El documento está disponible a través de nuestra newsletter y de nuestro canal de Telegram. Si eres mecenas lo habrás recibido además en tu email.

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Residuos

El larguísimo rastro de la ropa que ya no usamos

La vida de la ropa en nuestros armarios es cada vez más corta. Pero cuando nos deshacemos de ella, comienza un largo recorrido que deja un amplio reguero de impactos sociales y medioambientales. Hoy nos preguntamos dónde terminan y qué se hace con las 92 millones de toneladas de residuos textiles que generamos cada año. 

La ropa para el baile de fin de curso de los niños. El bolso de aquella boda. El disfraz de carnaval, la camiseta que sólo se usó un verano… Son formas de consumo textil tipo usar y tirar, asemejándose al de los plásticos de un solo uso. Prendas de todo tipo que conforman las más de 900.000 toneladas de residuos textiles que se generan cada año en España y de las que sólo se logra reciclar un 12%, aproximadamente. El resultado de un sistema de moda basado en el estreno por temporadas, la ropa barata y un marketing agresivo que nos invita a comprar, cambiar y renovar nuestros armarios de forma constante. Un sistema que tiene enormes impactos medioambientales, dentro y fuera de nuestras fronteras, tal y como estamos investigando en el proyecto Moda Basura. 

En este artículo nos centramos en los residuos textiles para saber a dónde van y qué se hace con todo este montón de ropa que habitualmente no vemos, pero que de vez en cuando aparece en forma de impactantes imágenes, como las del vertedero textil del desierto de Atacama, al norte de Chile; o las que llegan a algunos países africanos, como Kenia o Ruanda. Nos preguntamos dónde terminan las toneladas de textil de las que nadie quiere hacerse cargo; cómo llegan hasta allí y qué impactos tiene sobre el territorio, el medio ambiente y las personas. 

Desde el año 2000 a 2015, la producción textil se duplicó a nivel mundial, superando los 100.000 millones de prendas anuales, según un estudio de la Fundación Ellen Macarthur. La ciudadanía compra un 60 por ciento más de ropa que hace 15 años y el número de veces que utiliza cada prenda se reduce: un 30% de lo que hay en los armarios europeos no se ha vestido en al menos un año. En total, a nivel mundial, se cuantifican unas 92 millones de toneladas de residuos textiles anuales: el equivalente a un camión enterrado o incinerado cada minuto.  

Esta cifra incluye tres tipos de residuos: los llamados “excedentes de producción”, que son aquellas prendas que los fabricantes no consigue vender -a menudo se repite que un 30% de todas las prendas producidas no llegan a venderse nunca, citando un estudio de la Australian Circular Textile Association (ACTA), pero los datos no son muy claros-; los residuos “preconsumo”: aquellos que se desechan durante el proceso de fabricación debido al proceso de hilado, corte, etc.., y, finalmente, la ropa que los consumidores tiran a la basura una vez utilizada. 

Todo esto provoca literalmente montañas de residuos textiles que se acumulan en los lugares más insospechados. Sin ir más lejos, en las últimas semanas ha saltado a los medios la aparición de toneladas de ropa en un polígono de un municipio del sur de Madrid, un vertedero ilegal que ha llegado a inutilizar uno de los carriles de la carretera. Se trata de ropa que ni siquiera se sabe de dónde procede pero que parece llevar años acumulándose allí y de la que nadie se hace cargo. 

Cuando las prendas terminan en este tipo de vertederos al aire libre, se convierten en un residuo altamente contaminante: aquellas que proceden de materiales orgánicos (lino, algodón, seda) emiten gas metano, contribuyendo al efecto invernadero. Las de origen sintético (que son en la actualidad la mayoría: poliéster, nylon, acrílicos y otros derivados del petróleo), emiten, además, millones de  microplásticos que contribuyen a la degradación del suelo y que pueden filtrarse fácilmente a las corrientes de agua. 

Una trabajadora analiza la composición de las prensas en la planta de reciclaje textil de ModaRe en Martorell. / Laura Villadiego

La lista de sustancias que en ocasiones llevan nuestras prendas es larga y compleja, lo que supone un problema durante todo el ciclo de vida de la ropa: desde el proceso de  fabricación y teñido de las prendas, que puede afectar a la salud de quienes trabajan en ellos, generalmente mujeres, hasta la de quienes las llevan y, finalmente, la del medio ambiente donde se tiran. 

En los últimos años, en Europa se ha avanzado en la prohibición de algunos de estos componentes, a través del Reglamento de la REACH, (European Chemical Agency) pero todavía hay muchos otros presentes, tal y como advertía la médica ambientalista Pilar Muñoz-Calero, en una entrevista con nuestra compañera Brenda Chávez para el libro Consumo Crítico: “Están en casi todas las marcas, incluso en las más caras, y aumentan en la ropa de exterior (para frío, lluvia, etc.), ya que son tratados con compuestos químicos que le confieren propiedades aislantes, resistentes al frío, repelentes de manchas, etc. Además, en el caso de los reciclados, los químicos se trasladan desde el material anterior”. 

Una nueva legislación

Hasta ahora, no existía en España una normativa específica que obligase a separar los residuos textiles, ni a su reciclaje, lo que significa que pueden terminar directamente en los vertederos, donde estos kilos de ropa se descomponen en un lento proceso que dura años. La otra opción es depositarla en algunos de los contenedores que diversas asociaciones tienen en las calles con el objetivo de volver a comercializarla, pero las cantidades son tan grandes y la demanda tan pequeña, que se hace físicamente imposible reutilizar todo lo generado. Se espera que esta situación cambie a raíz de la Ley de Residuos y Suelos contaminados para una economía circular, trasposición de la Directiva Europea sobre residuos, que establece la obligatoriedad por parte de las entidades locales de la recogida y reciclaje completo de diversos tipos de residuos, entre ellos los textiles, como muy tarde el 31 de diciembre de 2024. De momento, se calcula que solo se recoge un 12% de todos los residuos textiles que se generan en España, según el estudio Análisis de la recogida de Ropa Usada, realizado por Moda Re en 2021. Y de ese porcentaje, tan sólo una pequeña parte vuelve a los escaparates a través de tiendas de ropa de segunda mano. El resto se dedica al reciclaje o a la exportación.

Inundando terceros países

En aquellos casos en los que las prendas de ropa son exportadas, los impactos sociales y medioambientales pueden llegar a ser todavía mayores, pero se externalizan, y de este modo los ciudadanos que los han provocado, ni siquiera los ven. Este proceso consiste en enviar enormes fardos de ropa -literalmente pueden ser “balas” de cientos de kilos- a través de barcos a países fuera de Europa. En algunos casos, los menos, la ropa se encuentra en buen estado y podrá ser utilizada por otras personas. La mayor parte, en cambio, irá directamente a los vertederos locales. Además, a pesar de la percepción que el público puede tener cuando deposita sus ropas en un contenedor de recogida, en la gran mayoría de ocasiones, no se trata de donaciones. Los fardos de ropa se venden a compradores al por mayor que negocian, a ojo, una determinada cantidad por el fardo completo. Esto tiene dos implicaciones directas: una medioambiental y otra social. Porque una vez adquirido el bulto de ropa, los compradores se deshacen rápidamente de aquello a lo que creen que no darán salida, y que termina en los vertederos. Elizabeth Ricketts, directora de OR Foundation lo explica bien en el informe Regalos envenenados: “ni las etiquetas de “charity”, ni reciclaje ni “circular” son adecuadas para esto. El hecho de mover las ropas de un sitio a otro no lo convierte en economía circular. Simplemente, si antes esta ropa acababa en vertederos de Occidente, ahora acaba en vertederos en África”. 

En octubre de 2021, un reportaje de la BBC hablaba de que hasta 15 millones de prendas usadas llegaban a Ghana cada semana, una situación que se repite en países como Nigeria,  Kenia, Uganda o Ruanda. Además, este tipo de envíos tiene un importante impacto en los mercados locales y en la producción textil nacional, y algunos países se han propuesto reducir la entrada de este tipo de mercancías. En el año 2016, tres países de  la Comunidad de África del Este (EAC, según sus siglas en inglés), se propusieron prohibir, o al menos reducir, las importaciones de ropa usada a partir de 2019. Las razones no eran sólo medioambientales sino que apuntaban también al daño que este mercado ocasiona al sector textil local, llegando a proponer 2019 como fecha para prohibir este tipo de importaciones. Sin embargo, esto les supuso un enfrentamiento comercial con Estados Unidos, que amenazó con retirarse de los acuerdos de libre circulación de otros productos y posibles penalizaciones en los acuerdos comerciales, lo que provocó la retirada de todos los países salvo Ruanda de la propuesta inicial. 

Efectivamente, el informe Regalos envenenados, realizado por Greenpeace pone de manifiesto que las exportaciones de ropa usada se utilizan también para deshacerse de los restos textiles que no somos capaces de gestionar en Europa. Impactantes fotos y vídeos documentan las devastadoras consecuencias para las personas y el medioambiente en países como Kenia y Tanzania: enormes montañas de basura que contaminan los ríos y el aire. “Con esta investigación, hemos evidenciado cómo los países y las empresas del Norte Global están evadiendo su responsabilidad a la hora de gestionar las enormes cantidades de ropa que no se venden o se desechan, muchas de ellas con compuestos peligrosos. Dejan a la gente de África Oriental sola ante los desechos plásticos y textiles exportados, sin ninguna infraestructura para su eliminación”, señala Celia Ojeda-Martínez, responsable de Biodiversidad y Consumo de Greenpeace.

Una de las imágenes de la investigación Regalos Envenenados. / Greenpeace

En muchas ocasiones, una gran parte de lo exportado no tiene ningún valor para los países receptores, ya sea porque se encuentran en mal estado, son directamente inservibles, o no se adecúan a las necesidades locales.  Allí, de nuevo, estos fardos de ropa terminan en vertederos al aire libre provocando fuertes impactos medioambientales. La cantidad es tal que en numerosos países africanos existen nombres específicos para denominar a la ropa llegada del extranjero. 

Según las estadísticas de TradeMap, en 2021 se exportaron residuos textiles por valor de cinco mil millones de dólares, y los principales exportadores fueron China, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Corea y Pakistán (aunque este país es, a su vez, receptor de grandes cantidades de residuos textiles). Ese mismo año, los principales receptores de textil fueron Ghana, Ucrania, Nigeria, Kenia y Tanzania. 

España, por su parte, aparece en el puesto 18 de este ránking, con unas exportaciones por valor de 67 millones de dólares. Para entender mejor el impacto, baste decir que, según una investigación de Changing Markets, cada año se envían desde nuestro país más de 200.000 prendas usadas sólo a Kenya.

Reutilización: una batalla imposible contra la ropa barata

Más allá de la exportación, las otras dos opciones para los residuos que sí se recogen correctamente son el reciclaje o la reutilización de las ropas. Esta última es, sin duda, la opción más conveniente para el planeta: buena parte de todo el material textil que actualmente se envía a la basura podría ser perfectamente reutilizado a través de procesos de recogida, selección y arreglo, para volver al mercado a través de tiendas de segunda mano. Una alternativa que permitiría optimizar la energía, el agua y los otros recursos materiales utilizados para la fabricación de cada prenda. Es lo que hacen desde espacios como Moda-Re, una cooperativa impulsada por Caritas Española y en la que participan otras entidades, que trabaja con un doble foco: inserción social y reto ecológico partiendo de la idea de que “la crisis social es indisociable de las cuestiones ecológicas”, tal y como señala Albert Alberich, responsable de la planta de reciclaje en Martorell, Barcelona. La iniciativa surgió desde el aspecto más social, como fórmula para generar trabajo para personas excluidas (víctimas de violencias machistas, personas que han tenido problemas con las drogas…)-  y ofrecer una opción digna a las personas sin recursos que acudían a los tradicionales “roperos” en busca de ropa. Ahora, estas personas se dirigen a tiendas normalizadas, donde pueden elegir la ropa que necesitan y les guste, a un precio reducido o casi gratuito si se trata de personas en riesgo de exclusión. Además, al tiempo que se desarrollaba el proyecto, fue creciendo la importancia de la cuestión ecológica. Así, la cooperativa tiene una hoja de ruta clara hacia 2025, en la que interviene un planteamiento integral que aborda desde la forma de generar la electricidad a la necesidad de reducir residuos en el procedimiento y disminuir las emisiones de C02 en la recogida de los contenedores. 

Una trabajadora selecciona ropa en la planta de reciclaje de Moda-Re en Martorell./ Laura Villadiego

Sin embargo, una de las mayores dificultades sigue siendo cómo dar salida a un mayor número de prendas en las más de 120 tiendas que tienen en diversas ciudades españolas. Porque todavía una buena parte de lo que recogen en los contenedores termina enviándose a terceros países, en muchas ocasiones, para ser vendidas directamente, y en otra como parte de programas de cooperación. 

El reto, por lo tanto, es claro: aumentar las ventas de ropa de segunda mano. Un empeño generalizado por parte de las empresas de este tipo, que se enfrentan a dos problemas, uno histórico y otro bien actual. En España, la idea de adquirir prendas de segunda mano ha constituido tradicionalmente un cierto tabú, provocando el rechazo entre buena parte de los consumidores. Ahora que esta narrativa comienza a modificarse y existe cierta valoración entre la juventud en el reuso de ropa y la moda vintage, surge otra barrera: la ropa nueva es tan barata que, en muchas ocasiones, las opciones de segunda mano no pueden apenas competir con ella, salvo en productos muy específicos. A ello se suma, claro, que las tiendas de segunda mano no pueden ofrecer la misma variedad en cuanto a tallas y colores de un mismo producto. En esta situación, el mercado de segunda mano en España sigue ocupando una pequeña cuota de mercado en España. Aunque ha crecido en los últimos años con la aparición de alternativas, como las aplicaciones de venta directa de productos entre usuarios que difícilmente se contabilizan en las estadísticas, o iniciativas que abogan por el alquiler de ropa como Ecodicta, o Me lo prestas? 

¿Es una opción el reciclaje?

Por último, para aquellas prendas que por su estado de uso, no pueden ser fácilmente reutilizadas, existe la opción del reciclaje, que abarca diversos tipos de procesos para convertirlas en otros tipos de textil con diferentes usos. Sin embargo, aquí entran en juego diversas variables. Por un lado, el proceso no es ni mucho menos sencillo y, por otro, al ritmo de producción actual de textiles, el reciclado de todas las prendas que se generan cada año es materialmente imposible.   

Para comenzar, no todas las prendas pueden reciclarse, y aún cuando es posible, no en todos los casos es recomendable, pues el procedimiento puede implicar mayor gasto de recursos (agua, energía…) e incluso una mayor contaminación. Esto sucede especialmente con aquellas prendas en las que se encuentra una amplia diversidad de tejidos o materiales, algo cada vez más común. Cremalleras, brillantes, mezcla de tejidos, procesos de teñido que dañan las hilaturas y un sinfin de particularidades que hacen que una sencilla camiseta se convierta en un producto casi imposible de reciclar. Aquí entra en juego el llamado “ecodiseño”: pensar los productos no sólo para que sean duraderos sino también para que sea sencillo, y energéticamente rentable, darles una nueva vida.  En esa línea trabaja la Estrategia sobre los Productos Textiles Sostenibles y Circulares de la Unión Europea, que obligará a que las empresas a mejorar la trazabilidad y la composición de las prendas para que sean más duraderas, fácilmente reciclables e incluyan el uso de fibras reciclables. 

Cuando hablamos de reciclaje estamos hablando en realidad de diferente tipos de proceso. Por un lado, encontramos el denominado Upcycling, que significaría convertir materiales de menor valor en otros que se supone “superior”. Como por ejemplo abrigos, bañadores o vestidos fabricados de plásticos, una moda muy habitual estos días por parte de las empresas, encantadas de sacar una línea ecológica en sus colecciones. La realidad, sin embargo, es que éste es un proceso que suele requerir un enorme gasto de energía, y, en ocasiones, pueden llevar materiales inocuos, procedentes de los materiales previos. En el punto opuesto se sitúa el downcycling, que permite convertir las prendas inservibles en otro tipo de textiles, por ejemplo, en material aislante, trapos de limpieza o rellenos de colchones o asientos de coche, aislamiento acústico y térmico… Estos procesos no ofrecen demasiado valor añadido y suelen realizarse en países empobrecidos pero con una cierta industria, como por ejemplo Pakistán. Otra opción es la del reciclaje de hilaturas, pero esta sólo es posible para aquellas prendas que son 100% de un mismo material, es el del reciclaje de las hilaturas que lo componen, para crear nuevos hijos. Esta tecnología es todavía poco utilizada, aunque España es el mayor productor de Europa de hilo reciclado, con un volumen de alrededor de 61.000 toneladas anual, según el informe sobre ropa usada de Moda-RE

Por último, encontramos lo que cualquier lector entendería por “reciclaje”: convertir unas prendas en otras, aprovechando los materiales y haciendo uso de la creatividad para crear prendas novedosas. Pero este proceso es complejo, costoso y muy poco mecanizable. A pesar de ello, hay alternativas que trabajan en esta línea y que cuentan con una importante trayectoria. Encontramos un ejemplo en Planeta Dots, una iniciativa puesta en marcha por  dos profesionales de la costura que ofrecen ropa y complementos reciclados. Del mismo modo, durante años, ha estado en marcha AltrapoLab, una iniciativa, -actualmente tomándose un descanso para reinventarse- desde la que se reivindicaba la moda como elemento de transformación social a través de numerosas actividades, como el maratón de upcycling- reciclaje textil creativo, para mostrar de primera mano las posibilidades que ofrece el reciclaje. Además, es el trabajo de decenas de tiendas de costura y reparación de ropa o zapatos que, desde sus pequeños espacios se dedican a dar nuevas vidas a prendas que se quedaron antiguas, se estropearon o sencillamente, nos dejaron de gustar. Además, hay también espacios para la formación, como Slow Fashion Next, que ofrece formación a profesionales y empresas de moda para transformarse en empresas sostenibles 

Muchas de estas iniciativas forman parte de la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria, que engloba a más sectores aparte del textil, pero que tiene en este uno de sus principales pilares y en la que participan entidades como Fundación Ataretaco, en las islas canarias, Traperos de Emaús de Navarra, Berziklatu S.L. en País Vasco, Fundació Engrunes, en Cataluña o Aropa2, en Aragón. Iniciativas que permean toda la geografía española y que trabajan por la gestión integral de los residuos textiles, a partir de las tradicionales tres R, siempre en este orden: reducción, reutilización y reciclaje.  

Esta investigación, como todas las que hacemos en Carro de Combate, son posibles gracias a nuestras mecenas. Si quieres ayudarnos a seguir investigando, puedes hacerte mecenas desde tan sólo 15€ al año.


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Fibras

Por qué no da igual de qué material es tu camiseta

Hace unos días conocíamos que la Xunta de Galicia se está planteando presentar a los Fondos Europeos de Recuperación Post-covid un proyecto de Inditex para producir viscosa desde Galicia. El anuncio generó controversia no sólo porque se basa en el cuestionado modelo de plantaciones forestales – que de bosque tienen poco – que muchos apuntan como una de las razones de los repetidos incendios en la región, sino también por la agresividad del proceso de tratamiento que requiere la viscosa.

Pocas veces nos preguntamos de qué están hechas las telas de las prendas que nos ponemos. Tenemos la falsa ilusión de que no hay mucha diferencia entre unas u otras, más allá de su apariencia, color o caída. En cierto modo es verdad. Las telas que hoy en día utiliza la industria proceden de tan sólo unas pocas materias primas, a menudo las más contaminantes. Del petróleo, en su mayoría.

Así, según la Fundación Ellen MacArthur, un 63% de las fibras utilizadas proceden de esta materia prima. Un 26% corresponden al algodón, mientras que un 11% serían otras fibras, entre ellas la polémica viscosa. Y ya sean fibras procedentes de materias primas orgánicas, o fibras sintéticas, la mayoría tienen otro elemento en común. Salvo aquella minoría que han sido fabricadas con procesos más respetuosos, suelen estar tratadas con una gran cantidad de compuestos químicos que a menudo no son tratados de forma adecuada y acaban contaminando comunidades cercanas, o incluso lejanas.

Así, según Greenpeace, la industria textil utiliza unos 3500 compuestos químicos para convertir las materias primas en telas. De ellos, aproximadamente un 10% son peligrosos para el medio ambiente o los seres humanos. La organización asegura que se han dado avances en la industria en los últimos años, pero miles de comunidades en el mundo siguen sufriendo los impactos de esos vertidos.

Fuente: Fundación Ellen MacArthur

Y su impacto está muy lejos de ser el mismo. En general, la industria se ha decantado por las fibras con una mayor huella medioambiental, porque son más baratas, más fáciles de procesar y ofrecen un mejor resultado en el proceso de confección. En muchos casos, esas fibras podrían producirse con procesos más respetuosos, pero también más caros, por lo que son todavía una excepción.

Este es el caso de las fibras sintéticas que, como ya hemos apuntado, suponen más del 60% del total. El impacto del poliéster, nilon y acrílico depende mucho de la materia prima utilizada. Así, las fibras fabricadas con materia prima virgen suelen tener un impacto mucho mayor en ecosistemas que aquellas producidas con los residuos de alguna otra industria relacionada. También tiene menor impacto si se utilizan materiales reciclados, como botellas. Sin embargo, menos del 3% de las fibras que utiliza la industria textil son recicladas, tanto en fibras sintéticas como naturales.

Por otra parte, ya sean nuevas o recicladas, las fibras sintéticas tienen el problema de los microplásticos que se desprenden durante los lavados. No obstante, hay bolsas especiales que se pueden usar durante el lavado para retener las partículas que se desprenden, como la GuppyFriend. Otra de las grandes desventajas con respecto a las fibras no sintéticas es que no se degradan fácilmente en el medioambiente y pueden tardar entre 20 y 200 años en desaparecer. Esto es especialmente preocupante cuando el material textil supone hasta el 20% del residuo total global.

En el balance positivo, en comparación a la mayoría de fibras naturales, especialmente el algodón, las fibras sintéticas no requieren de suelo agrícola y también tienen una huella hídrica menor. No obstante, si el agua no es tratada de forma adecuada, se puede desprender antinomio, y otras sustancias peligrosas como cobalto, sales de manganeso, o bromuro de sodio.

Entre las fibras orgánicas, el algodón representa aproximadamente el 90% del total. En general tiene una imagen positiva por su origen orgánico, pero su producción requiere de una gran cantidad de suelo. En concreto ocupa el 2,4% del suelo agrícola global. Y su uso de agroquímicos y agua es aún mayor. Así, las plantaciones de algodón usan el 16% de los insecticidas y el 6% de los pesticidas a nivel mundial, según la Pesticides Action Network. En cuanto al uso de agua, según WWF se necesitan unos 20.000 litros de agua para producir un kilo de algodón, equivalente a una camiseta y un par de vaqueros. Su producción siguiendo estándares de sostenibilidad supone una gran diferencia, asegura la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Así, el impacto sobre la crisis climática se reduce hasta un 46%, la acidificación de tierra y agua que produce se reduce un 70%, el potencial de erosión del suelo cae un 26%, y el uso de agua también se reduce un 91%. En cuanto a la productividad por hectárea, tan discutida cuando se habla de la producción orgánica, estudios apuntan a que un sistema de rotación podría mantener los niveles de producción similar a los de la agricultura sintética.

Otras de las fibras de origen orgánico utilizadas son el lino y el cáñamo que, a pesar de ser mucho menos dañinos para el medioambiente, con un menor uso de agua y de agrotóxicos, tienen un uso marginal en la industria, generalmente porque son percibidas como menos agradables al tacto que el algodón.

Las fibras orgánicas de origen animal, aparte de las consideraciones éticas que suponen, también tienen importantes impactos asociados. Tradicionalmente, el cuero era un subproducto de la industria cárnica y láctea y, por tanto, su impacto se centraba en el procesamiento. Sin embargo, a medida que el precio del cuero aumentó, se convirtió en algunos casos en motor primario de la producción de ganado, con los impactos de gases de efecto invernadero y de deforestación ya conocidos en el caso de la ganadería industrial. Según PETA, cada año mil millones de animales son sacrificados sólo para obtener cuero. Además, el cuero suele ser tratado con cromo, un compuesto químico muy tóxico que ha sido declarado carcinogénico en seres humanos y que causa también afecciones respiratorias.

La producción de lana y de piel, tipo visón, también tiene impactos medioambientales similares al cuero en cuanto a uso de suelos y contaminación de aguas por las granjas. Además, durante el proceso se utilizan varios químicos, especialmente en el tratamiento de las pieles para evitar que se pudran. Así, según el Banco Mundial, sería una de las industrias más contaminantes por metales tóxicos, aunque el informe fue publicado en 1999.

La seda sería otra de las principales fibras de origen animal. Además de ser muy criticada porque el proceso requiere matar a los gusanos, también se utilizan químicos para limpiar la seda que a menudo acaban en las aguas de las comunidades cercanas.

Entre las fibras orgánicas, la que está ganando mayor terreno en los últimos años es la ya mencionada viscosa y otras telas tipo rayón. Proceden de la celulosa de árboles o hierbas como el eucalipto o el bambú, y se han relacionado con deforestación en países como Indonesia y Brasil. Sin embargo, uno de los elementos más controvertidos de la viscosa son los químicos necesarios en su tratamiento, que rara vez son tratados de forma adecuada antes de ser desechados. Así una investigación de la organización Changing Markets en Indonesia, China e India encontró que los fabricantes liberan aguas residuales sin tratar, contaminando los lagos y ríos locales.


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Directorio Moda Sostenible

Directorio de Moda Sostenible en España

Cuando se habla de los impactos de una industria, es necesario hablar también de las alternativas. Porque centrarnos únicamente en lo que se hace mal puede llevarnos a la ansiedad y a la inacción. Por ello, cuando nos planteamos lanzar la campaña #ModaBasura, para investigar los impactos socioambientales de la industria de la moda, una de nuestras prioridades fue mejorar nuestro directorio de moda sostenible en España. Lo actualizamos en el mes de abril – la primera versión es de 2016-, durante la pandemia, pero aún faltaban muchas marcas importantes. Lo hemos ordenado además alfabéticamente para que sea más fácil encontrar las marcas.

Os recordamos que este directorio forma parte del proyecto #ModaBasura, en el que estamos investigando los impactos socioambientales de la industria de la moda. Si quieres ayudarnos a que el proyecto siga adelante y que podamos seguir actualizando el directorio, entre otras informaciones, puedes hacerte mecenas aquí.

Como ya hemos dicho muchas veces, determinar qué es un producto justo y responsable no es siempre fácil y en Carro de Combate hemos debatido muchas veces sobre, por ejemplo, si una pieza de ropa importada desde un país como India puede ser responsable aunque lleve una etiqueta de Comercio Justo, por el impacto medioambiental que conlleva. Son preguntas legítimas, aunque también hay que entender las limitaciones del sector y, por mucho que una prenda esté confeccionada en España, es muy probable que la tela o las materias primas sigan procediendo de miles de kilómetros.

Como en ocasiones anteriores, este directorio pretende ser algo abierto en el que podamos ir añadiendo vuestras aportaciones y discutiendo las ya hechas, para que entre todos podamos mejorarla. Se basan o bien en nuestra experiencia personal o en recomendaciones, pensando en potenciar el comercio local y de cercanía, y un tejido productivo textil digno en nuestro país, por eso contiene sólo marcas españolas, vinculadas a la Economía Social y Solidaria (ESS), y a otras nuevas economías. 

En cualquier caso, tenéis los comentarios disponibles para hacer vuestras aportaciones. También añadiremos las que nos vayáis dejando a través de Facebook o Twitter. Nos interesa especialmente que nos hagáis llegar tiendas y proyectos interesantes en ciudades pequeñas o en zonas rurales, ya que tenemos menos información al respecto.

DIRECTORIO DE MARCAS SOSTENIBLES Y/O JUSTAS:

  • Bicho Bichejo: Basada en Castilla y León, Bicho Bichejo se caracteriza por sus diseños con llamativos dibujos.
  • Bio World: marca de calzado vegano española.
  • Bohodot Barcelona, ropa de baño, made in spain.
  • Blaugap: tienda de moda sostenible online.
  • Bolsos Monai: Bolsos artesanos de upcycling.
  • ByMami: moda sostenible para la crianza.
  • Cabuya: bañadores sostenibles hechos en España.
  • Calcetines mestizaje: calcetines de producción sostenible (ESS).
  • Capitán Denim: vaqueros diseñados y fabricados en España bajo principios de sostenibilidad y respeto social
  • Carmela Carmela: firma extremeña de moda sostenible
  • Clotsy: ropa sostenible y vegana
  • Cruca:Marca española con confección en Damiel (Ciudad Real) bajo el principio de un impacto medioambiental reducido.
  • Dlana: lanas de ovejas merinas españolas para tejer en casa. (ESS)
  • Diarte: firma española de ropa.
  • Duuo: calzado vegano
  • Firiri : moda orgánica en condiciones justas.
  • Folk: ropa deportiva y bañadores
  • Green Forest: camisetas, sudaderas, camisas y ropa de mujer, apta para vegan@s.
  • Gregal: alpargatas made in Spain, vinculadas a la Economía social y solidaria.
  • Hemper: firma española de complementos made in Nepal en condiciones justas.
  • Iaios: marca especializada en jerseys con materias recicladas y reciclables.
  • Inka Perú : moda en condiciones justas.
  • Infinitdemin: jeans y accesorios de denim sostenibles.
  • Jostun: moda sostenible infantil.
  • Kanya: accesorios veganos.

 

  • Nagore: marca de zapatos española.
  • Nice Hand. Marca española con tejidos sostenibles y producción local
  • NOW_THEN: firma de bañadores hecha en España, apta para vegan@s.
  • Numon : accesorios de telas recicladas.
  • Owl: ropa interior y chaquetas recicladas, apta para vegan@s.
  • peSeta : marca responsable española.
  • Petty Things: bolsos artesanales de telas vintage.
  • Pla: calzado de comercio justo hecho entre Bangladesh y Mallorca.
  • Piñactus: marca infantil española.
  • Pompidou Ecofashion: marca española sostenible.
  • Planeta Dots: estudio de costura en una caravana en el que crean prendas y complementos a través de la recuperación y el reciclaje de tejidos. Organizan además talleres sobre consumo sostenible, sobre todo en zonas rurales. 
  • Roca Mood: marca sostenible que crea sus propias prendas en su taller en Madrid
  • Royal Caballito: marca española sostenible.
  • Rebel Root: Rebel Root es una marca centrada sobre todo en el público joven.
  • Taliafarfalia: reciclaje creativo por un consumo más responsable (ESS).
  • Tejemé: firma de lana ecológica de Sevilla.
  • Thinking Mu: marca catalana de camisetas.
  • Tiralahilacha: es una marca de moda sostenible y comercio justo con propuestas de ropa para mujer y niño. 
  • Top Manta: esta marca es especialmente interesante, porque como su propio nombre indica, es un proyecto de lxs vendedorxs de top manta de Barcelona.
  • Tricotando la vida: colectivo  de artesanía y para recuperar materiales
  • Toritas: firma española de comercio justo.
  • Uttopy: camisetas y sudaderas de algodón de comercio justo orgánicas de causas solidarias.
  • Veraluna: Marca de moda de comercio justo de Oxfam Intermon.
  • Vegan expedition: firma vegana española de accesorios, artesanía ética y upcycled.

DIRECTORIO DE TIENDAS

Tiendas multimarca

  • Amapola Vegan shop: Tienda vegana en Barcelona de ropa y complementos. Tiene también tienda online.
  • Blaugap: online.
  • Biocottoniers: Tienen una tienda en el centro de Madrid (al lado de calle Hortaleza) y además se puede comprar online.
  • The Circular Project Shop. Espacio multimarca situado en la calle Ventura Rodríguez de Madrid, donde se pueden comprar diferentes marcas sostenibles.
  • Delana: Mercería creativa con lanas sostenibles
  • La Bocoque: Tienen una tienda física en Cangas, Pontevedra, y además una tienda online.
  • Ethical Time: online.
  • Ecometas: recoge varias marcas de ropa interior y lencería sostenible.
  • Fieito: online.
  • The Good Shop: Tienda multimarca que selecciones sus productos en base a la filosofía de kilómetro cero.
  • GreenLifeStyle: Tienda de ropa ecológica en el centro de Barcelona. Se puede comprar en su página web.
  • Koopera stores (Bizkaia): red de tiendas de ropa con criterios de justicia social y respeto medioambiental.
  • Moda en Positivo: en Sevilla.
  • Red de tiendas de Comercio Justo: el Comercio Justo fue una de las primeras alternativas que surgieron para comprar ropa de forma alternativa. En las tiendas asociadas a la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, además de muchas otras cosas, se puede encontrar una amplia oferta de prendas confeccionadas según criterios sociales y medioambientales. También puedes ver la red de tiendas de Setem o la de Intermón Oxfam. 
  • Olokuti: en Barcelona, también online.
  • Rughara: en Madrid.
  • Setem: tienda de comercio justo con selección de textil de prendas y para el hogar.
  • Verde Moscú: Tienda multimarca en Sevilla de ropa ecológica. Se puede comprar también en su página web.
  • Veganized: propuesta en Málaga de tienda de moda ética bajo los principios de comercio justo y veganismo. Tienen también tienda online.

Tiendas gratis, segunda mano, y de reciclaje de textil (y otros proyectos interesantes):

  • La Textilería: La Textilería es un colectivo de moda sostenible cuyo propósito es fomentar la artesanía y técnicas tradicionales. Organizan talleres y charlas en torno al sector de la moda.
  • Centro Social La Piluka – listado de tiendas gratis en Madrid
  • Grupo de Costura Tabacalera (tiene también tienda gratis): Tabacalera Madrid tiene un grupo de costura y además una tienda gratis. Más información aquí 
  • Cáritas, Tiendas Moda-re (reciclaje de textil): Cáritas tiene un proyecto de inserción laboral a partir del reciclaje de textil. Se puede ver más información aquí.  
  • Borra Tu Huella: Venden ropa, Calzado y juguetes de segunda mano a precios solidarios. En Madrid.
  • Ecodicta: Servicio de suscripción a ropa de alquiler
  • EMAÚS: reutilización de enseres y ropa en el País Vasco (ESS). 
  • Templo de Susu: tienda de segunda mano con una amplia oferta de prendas de ropa y calzado. En Madrid
  • Kambalache, tienda de segunda mano (ESS).
  • Percentil.com: una de las primeras, se centra en ropa para niños y mujer. Permite además venderles tu propia ropa, aunque no aceptan marcas de baja calidad o muy baratas.
  • Vinted: Vinted permite poner las prendas que ya no utilices en venta a través de internet.
  • Wallapop: conocida por prácticamente todos, es la aplicación por excelencia para comprar cosas de segunda mano (y venderlas). Y por supuesto, funciona para ropa también.

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