Si hay alguien que realmente entiende lo que hay detrás del ecodiseño, son aquellas personas que están detrás de diseñar esos productos. Muchos de ellos son ingenierxs, como Laura Talens Peiró, investigadora en el grupo Sostenipra del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB). Hablamos con ella sobre las claves del ecodiseño y nos centramos en el tema del que hablaremos en el mes de abril: la moda.
¿Cómo se podría definir el ecodiseño?
Ecodiseñar significa diseñar un producto o un servicio de forma que tenga un menor impacto ambiental durante su ciclo de vida. Mediante el ecodiseño se intenta limitar las malas praxis en el diseño que además reducen la vida útil de los productos o servicios. [Las políticas de producto medioambientales] históricamente se han centrado principalmente en la eficiencia energética durante la etapa de uso. De hecho, cuando revisamos las regulaciones europeas en diseño ecológico y la etiqueta energética vemos que existen muchas medidas centradas en el consumo de energía de los productos regulados. La información referente al diseño del producto se dejaban de lado. Sólo recientemente se han empezado a incluir medidas relacionadas con el diseño de producto que tienen como objetivo facilitar la reparabilidad, la disponibilidad de piezas de recambio, la reciclabilidad de los productos e incluso el declarar el contenido de algunos materiales relevantes para la economía, los famosos materiales fundamentales. Todos estos aspectos quedaban al margen porque la prioridad era reducir consumo energético.
Y tiene sentido, porque estos productos se usan durante muchas horas y días. Si hacemos un análisis del ciclo de vida, es decir, si evaluamos el impacto ambiental de estos productos considerando desde la etapa de extracción y procesamiento de materiales hasta su gestión final como residuo, vemos que la etapa de uso tiene un mayor impacto ambiental. Sin embargo, una vez logramos optimizar ese consumo energético en la etapa de uso, la etapa de extracción y procesamiento de materiales gana más relevancia.
Ahora mismo las regulaciones europeas sobre diseño ecológico se centran sólo en productos relacionados con el consumo de energía que además se producen y consumen en cantidades importantes en Europa. Estos productos son lavadoras, lavavajillas, hornos, aspiradoras, servidores entre otros. Sin embargo, el debate sobre cómo podemos ecodiseñar productos, es decir, mejorar el ciclo de vida de los productos, está trascendiendo a productos como el textil. Hasta hace 5-6 años, los ciudadanos no éramos conscientes de que el textil puede considerarse como residuo, y que genera un impacto ambiental y social muy relevante también en la gestión final. Actualmente sólo se recicla una parte del textil de algodón y de lana, que representan cantidades pequeñas si las comparamos con el uso de fibras sintéticas como el poliéster. No existe una regulación que incluya medidas que fomenten un diseño ecológico del textil. Aunque estos días en un comunicado de la CE (COM(2022)140) ya hacen referencia a crear un nuevo marco regulatorio de diseño ecológico para productos sostenibles mucho más amplio no sólo centrado en productos relacionados con el consumo de energía, sino en el que se incluya el textil entre otros.
En resumen, se está trabajando para que las regulaciones de diseño ecológico permitan limitar la comercialización de productos en Europa con mala praxis de diseño. Es decir, minimizar la entrada al mercado europeo de productos con vida útil corta y difíciles de reparar y reciclar. Europa se enfrenta a varios retos. Por un lado, la aplicación de medidas que favorezcan el ecodiseño de forma más homogénea entre productos similares. Por ejemplo de las treinta regulaciones existentes, en realidad sólo unas diez de ellas incluyen medidas referentes al diseño ecológico de producto. Incluso entre estas diez regulaciones existe una diversidad de las medidas adoptadas. Otro reto, mucho mas ambicioso es justamente ver como el ecodiseño se convertirá en una norma en productos europeos, como se fomentará su aplicación en productos hasta ahora no regulados, como el textil o productos de construcción entre otros.
¿Por qué habría que incluir el textil en las políticas de ecodiseño?
Hay muchas similitudes entre el residuo textil con el residuo electrónico, porque entran en debate aspectos como la durabilidad o la vida útil. Y hay otro aspecto del que, por ejemplo en electrónica también se habla mucho, que es el tema de la moda o de la temporalidad del producto. Y esto en el textil también pasa. Ahora mismo estamos realizando unas encuestas en Cataluña para entender la percepción que tiene la población sobre la gestión del textil usado. Si cambiamos el armario no es porque la ropa se haya roto sino porque nos ha quedado pasada de moda o desde un punto de vista estético como obsoleta.
En las últimas cuatro décadas la producción de textil se ha duplicado, y por consiguiente la cantidad de residuos generada también. En Cataluña, cada habitante genera unos 22 kg de residuo textil anuales. Alrededor de un 75% acaba en rechazo, vertedero o incineradora, y por lo tanto no se valoriza. Si miramos los datos estadísticos, tenemos que ir con cuidado, porque son engañosos. Existe una parte de textil que se exporta y se asume como reutilizado pero no hay garantías de lo que pasa con este textil cuando llega en contenedores a países como Pakistán o otros países en África.
Otro punto a clarificar es la terminología. Por ejemplo, cuando hablamos de estrategias para mejorar ambientalmente los productos como la reparación, la reciclabilidad, es necesario ceñirnos a conceptos muy bien definidos y indicadores muy claros sobre que es lo que estamos analizando y como se calculan exactamente los indicadores. En definitiva, que nos ayuden a definir propuestas de mejoras claras. Esta es una línea de trabajo que estamos desarrollando con la gestión del textil usado, que es una tipología de producto y residuo poco estudiada hasta el momento y con muchas incógnitas.
¿Cuáles son las principales limitaciones para avanzar en el ecodiseño?
En el caso de los aparatos eléctricos y electrónicos, aunque existe la responsabilidad extendida del productor, es decir, que las empresas tienen que hacerse cargo de cubrir económicamente la gestión final del producto, una empresa que manufactura frigoríficos, ordenadores o teléfonos móviles realmente no tiene garantías de que una vez que sus productos se vendan, los usuarios o consumidores los devolverán por los canales oficiales de recogida y que una vez lleguen a las plantas de tratamientos realmente se trataran de la forma más eficiente jerarquizando estrategias de reparación de productos o reutilización de partes del producto como promueve la economía circular.
En los centros de tratamiento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) les llegan lotes con una gran diversidad de productos por dimensiones, pero también por la composición de materiales. Estas plantas tratan desde placas fotovoltaicas, impresoras, cafeteras, juguetes, teléfonos móviles por mencionar algunos. Incluso a veces llegan muebles o otros productos que añaden dificultad y complejidad a la hora de optimizar los tratamientos. También les resulta muy difícil garantizar el uso de métodos no destructivos como son la selección manual en etapas de pre-tratamiento iniciales o incluso desmontaje manual para separar partes y facilitar la reutilización de partes y productos.
Una de las etapas iniciales en las plantas de tratamiento RAEE son los procesos de trituración masivos, y esto genera una pérdida enorme de materiales valiosos, que acaban dispersados como polvo en el ambiente. Realmente poder recuperar esos materiales una vez disipados es inviable ya que requiere de cantidades muy elevadas de materiales y energía, que no tenemos disponibles en un planeta con recursos finitos.
Por otra parte, lo que muchos productores de aparatos eléctricos y electrónicos critican es que a ellos no les genera económicamente un beneficio el hecho de aplicar el ecodiseño y estrategias de economía circular. La tasa que pagan por la gestión final de su producto es la misma, bien el producto sea más fácil o mas difícil de desmontar, y algunas partes o materiales puedan recuperarse. Porque una vez estos productos lleguen a las plantas de reciclaje, todos siguen el mismo tratamiento sin diferenciar los productos diseñados con criterios ambientales. Las plantas de reciclaje sí que pueden generar un beneficio, en teoría, si los productos se pueden desmontar más fácilmente un producto porque pueden separar alguna pieza que por regulación tiene que separarse previamente. También si existe alguna pieza como la parte electrónica del producto que se paga a mejor precio si se facilita de forma completa en vez de triturada. Pero al final en su día a día, debido a la gran diversidad de productos que reciben estos procesos previos más manuales no se realizan, al menos que estén obligados por regulaciones.
Últimamente se habla mucho de economía circular, pero ¿en qué consiste exactamente?
Cuando se habla de economía circular, se tiende a utilizar como un concepto sinónimo al reciclaje. Y la economía circular no es sólo eso. Es un concepto reciente pero que se nutre de distintas áreas de conocimiento como son la ecología industrial, el diseño regenerativo, la biomimética, la economía del rendimiento, el capitalismo natural entre otras desarrolladas a finales de los años 1970 y/o principios de los años 1980. El concepto de economía circular se inspira en los sistemas biológicos como modelo para diseñar nuevos productos y servicios. Lo que se pretende es aplicar estrategias que permitan mejorar y preservar los recursos finitos de los que disponemos, y optimizar su uso a la hora de desarrollar nuevos productos y servicios. Una parte importante se centra en desarrollar productos más duraderos y que estén diseñados de forma que permitan la remanufactura, la reparación, la reutilización, y también cerrar el ciclo de los materiales mediante el reciclaje una vez hayamos agotado todas las estrategias anteriores. Un aspecto interesante promovido por la economía circular y que tiende a tratarse menos es también la transición de productos hacia servicios. Existen ejemplos muy interesantes de cómo a través de la servitización la vida útil de los productos se optimiza. Estos sistemas permiten a los fabricantes gestionar de forma más eficiente sus productos, favoreciendo el mantenimiento, la reparación, y asegurando una mejor gestión final del producto.
Por otro lado es poco riguroso hablar de que la economía será circular. Lo cierto es que vivimos en un planeta con recursos finitos y estamos regidos por unas leyes físicas que nos impiden que los sistemas sean 100% eficientes. Por lo tanto siempre se generará entropía, pérdidas. Es imposible que creemos un sistema en el cual no generemos ningún residuo bien sean en estado sólido, líquido o gaseoso.
Entonces cuando hablamos de economía circular la intención es crear sistemas en los cuales minimicemos los residuos. Para ello es importante aplicar una visión sistémica y no centrarnos simplemente en diseñar sistemas productivos con el fin de generar un único producto. El objetivo debe ser entender los residuos como co-productos y identificar sinergias entre distintas industrias con el fin de optimizar al máximo el uso de recurso. Este tipo de sistemas se conocen como simbiosis industrial, y su objetivo es intercambiar co-productos entre industrias para reducir el consumo de materia prima.
¿Qué pasos factibles se podrían dar para mejorar el diseño?
Lo que falta muchas veces es entender el uso de recursos y la generación de residuos asociado a un producto. Cuando en algunas de mis conferencias y clases explico que para producir los 200 mg de oro que contiene un teléfono móvil se han consumido 52 toneladas de agua y generado casi 4 toneladas de dióxido de carbono (equivalente), sorprende. También cuando explico que de todos los materiales que contiene un teléfono móvil (más de 40 materiales distintos) sólo recuperamos ocho metales también les sorprende.
Por lo tanto, un paso importante es entender mejor ese consumo de recursos y debatir las opciones para mejorarlo a través de un mejor diseño. Aplicar una visión global en el análisis de producto, que se trabaje a nivel de cadena de valor. Si continuamos esforzándonos en las etapas de manufactura, no seremos capaces de mejorar los productos desde el punto de vista ambiental.
Debería ser un requisito informar de la vida útil del producto. Es algo de lo que se habla a través de las garantías, pero que debería estar publicitado y disponible. No debería de ser difícil porque se hacen test de resistencia y durabilidad, por lo tanto es algo que se conoce. En las etiquetas, debería de figurar, según los test que han hecho, cuánto se calcula que es la vida útil aproximada del producto, y cual es el periodo de garantía. Esto también seria una forma de comunicar al usuario que expectativas puede tener del producto.
Otro aspecto, mejorable es la necesidad de evaluar la gestión del fin de vida del producto antes de que este llegue al mercado. Simplemente el hecho de obligar a que los productores de aparatos eléctricos y electrónicos publiquen los manuales del producto donde se pudiera, por ejemplo, identificar una cosa tan sencilla como son los tornillos, ya es una forma de facilitar la reparación. Toda la información que nos permita entender mejor cómo están diseñados los productos pensando en facilitar esa separación ayudaría mucho a reparar, reutilizar y por último a reciclar.
Las últimas regulaciones europeas en diseño ecológico buscan limitar la venta de productos que no puedan repararse. Y aquí los productores se quejan de que el hecho de que en algunas regulaciones se llegue a estandarizar el diseño para facilitar la reparación limita la innovación. Y eso también es otro punto que se suele criticar, es una de las reticencias de los productores. Cómo nos vamos a diferenciar entre marcas si al final vamos a tender a ser todos muy homogéneos. Es un tema en el que hay que continuar trabajando para encontrar un compromiso beneficioso para todas las partes.
¿Qué papel juegan las personas consumidoras?
Un poco siguiendo la respuesta anterior es importante sensibilizar a la ciudadanía de que no hay una respuesta mágica y única a toda esta situación. Hay que facilitar información que ayude a la ciudadanía a entender mejor que cuando adquiere un producto hay un consumo de materiales y energía importante relacionados, y por lo tanto hay una cierta responsabilidad en hacer un uso optimizado del producto. Por otro lado, hay que plantearse también la necesidad de muchos de los productos que adquirimos, ¿son realmente necesarios? Es importante pasar un poco por decrecer y consumir diferente a como hemos hecho en las últimas décadas en las que no se conocían todos los problemas ambientales y sociales que concomemos ahora. Por otro lado, la realidad es que ya tenemos mucho producto en el mercado y es un reto ver esto cómo vamos a gestionarlo para optimizar los materiales que contienen.
Imagen: Laura Talens Peiró. Imagen cedida