Camboya ha sido durante los últimos años uno de los paraísos de la industria del textil. Sin embargo, sus fábricas no solo producen camisetas y pantalones, también provocan desmayos en masa. Durante el último año y medio se han registrado al menos 15 incidentes de desmayos masivos en fábricas que han afectado a unas 2000 personas. En algunos casos, el número de personas que se ha desmayado al mismo tiempo ha llegado a las 300 personas.
Algunos propietarios intentaron justificar al principio los casos a espíritus (una creencia muy arraigada en Camboya) o a la histeria colectiva. Sin embargo, los desmayos se han producido durante años debido a la falta de nutrición y el exceso de trabajo de los trabajadores, aunque nunca se habían registrado incidentes con tantos afectados. «Parece que hay muchas razones diferentes detrás de los desmayos, desde la mala nutrición de los trabajadores al exceso de trabajo o el calor en las fábricas», afirma Jill Tucker, consejera jefe de Better Factories, una iniciativa de la Organización Internacional del Trabajo para mejorar las condiciones en las fábricas camboyanas. Los últimos desmayos se produjeron a principios de abril, en una fábrica que provee a Nike, donde los sindicatos aseguran que se registran incidentes aislados todas las semanas.
Los incidentes en las fábricas se han unido a una oleada de protestas de los trabajadores del sector para pedir mejoras en sus condiciones laborales. Su principal reivindicación es pedir un aumento al magro salario mínimo de 61 dólares que la mayoría de ellos cobra por trabajar ocho horas al día, seis días a la semana. La mayoría completa la jornada con dos o tres horas extras, a menudo impuestas por el empleador, con las que llegan a un salario de entre 70 y 80 dólares, aunque para vivir necesitan al menos 100 dólares mensuales. «Un solo trabajador puede producir más de 100 camisetas en un sólo día, unas 2.500 al mes. Luego se venden al menos a 10 dólares la pieza, pero los trabajadores sólo reciben unos pocos dólares», afirma el presidente del Sindicato Libre de Trabajadores de Camboya, Chea Mony. Esas camisetas acaban luego en estanterías de Inditex, Gap o H&M de todo el mundo.
Las protestas han provocado además una oleada de despidos masivos como represalia por ejercer su derecho a la huelga. «Trabajamos mucho y ganamos poco. Y encima se nos discrimina si luchamos por nuestros derechos», asegura Sopheap, una trabajadora que cose camisetas para la multinacional Wal-Mart en Phnom Penh. Sopheap asegura que las condiciones en su fábrica son muy complicadas. «No podemos ponernos enfermos porque, si no, no nos pagan. Pero las condiciones en la fábrica nos debilitan mucho. Hace mucho calor dentro. Es imposible trabajar. Y no hay suficiente agua, ni siquiera para los baños», asegura esta mujer de 30 años que lleva más de 10 cosiendo para las grandes compañías.
Asia es el principal centro de la fabricación textil en el mundo, donde se cose aproximadamente el 60 por ciento del total de la producción mundial de ropa. Pero, según la campaña «Por un salario digno en Asia», en la mayor parte de los países asiáticos, los trabajadores del textil ganan apenas la mitad de lo que necesitarían para sobrevivir. A principios de este año, un Tribunal Popular determinó en Phnom Penh que el salario mínimo de Camboya no es suficiente para vivir y que debe ser aumentado. El tribunal, promovido por los sindicatos, fue una iniciativa sin fuerza legal, pero sin duda, todo un símbolo de que la sociedad también tiene algo que decir sobre las condiciones laborales de los trabajadores.
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