Si hay un país ligado al cacao, ése es Costa de Marfil. Primer productor mundial de las amargas semillas, en sus tierras se cultiva aproximadamente el 40 por ciento de la producción mundial. Una de las principales fuentes de recursos de un país que lleva más de una década inmerso en una cruenta guerra civil que ha estado fuertemente ligada al control de las zonas de producción de cacao.
Durante décadas, Costa de Marfil fue el modelo de éxito de un país africano. El cacao fue responsable en parte, cuando los precios aún estaban altos y el trabajo no escaseaba. Muchos migraron a las tierras más fértiles, mientras que los vecinos de países más pobres también vieron en Costa de Marfil una oportunidad para mejorar sus vidas. Todo cambió en los años 90, cuando el precio comenzó a caer y el cultivo se volvió menos rentable. Los conflictos por la tierra se recrudecieron, unidos a los enfrentamientos entre diferentes etnias y nacionalidades. Un caldo de cultivo que comenzó a hervir tras la muerte en 1993 de Félix Houphouí«t-Boigny, quien había gobernado durante 33 años, y la celebración de las primeras elecciones democráticas.
La lucha armada comenzaría en 2002, siempre con la propiedad de la tierra como transfondo y muy especialmente los títulos de las plantaciones de cacao. Los combates pararían en 2004, pero el conflicto volvería a abrirse en 2010. La cruenta matanza de Duékoué en marzo de 2011, en la que fueron asesinadas unas 800 personas, ha sido relacionada con la propiedad de las fincas de cacao.
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