El mes pasado, con motivo de una charla en la librería madrileña Enclave de Libros -en la que, por cierto, está a la venta Amarga Dulzura y también la revista Números Rojos-, La Marea publicó una entrevista en que Laura y yo resumíamos la razón de ser de nuestro Carro de Combate. Con una frase que fue titular: «El consumo es un acto político que puede tener más fuerza que un voto». El caso es que hubo amigos y colegas que me hicieron algunos cuestionamientos sobre lo que alguien llamó «la democracia del consumo». Y se me ocurrió que, tal vez, era necesario explicar un poco mejor esa concepción nuestra del consumo como acto político.
Seguramente huelga aclarar, por obvio, que el consumo en ningún caso sustituye al voto ni a cualquier otra forma de participación política; faltaba más. Con nuestro eslogan del «consumo como acto político», lo que queremos poner de manifiesto es que consumir, así como votar, TAMBIí‰N tiene consecuencias políticas y económicas claras. Las elecciones cotidianas sobre qué compramos implican SIEMPRE un cierto margen de libertad -a veces muy reducido, demasiado- que anima a las empresas a seguir produciendo esa mercancía, porque, no se nos olvide, se produce para el consumo, y no al revés.
Queríamos también con nuestro eslogan hacer hincapié en que el consumo no es, como tantas veces nos han hecho creer, un hecho aislado, inofensivo, sin más consecuencias negativas que dilapidar nuestros ahorros. Pero resulta que no: cada producto que compramos llega a nuestras manos como colofón a una larga cadena de producción que deja a su paso importantes consecuencias ambientales y sociales, y muchas veces, también impactos sobre nuestra salud. Eso es lo que venimos denunciando en este blog y, especialmente, en nuestros Informes de Combate.
Esto me lleva a una cuestión esencial: en la práctica, y nosotras lo hemos comprobado en carne propia, se hace MUY difícil optar por productos que no dejen ese reguero de consecuencias indeseables, también con productos que, por mucha austeridad que nos apliquemos, no podemos dejar de consumir, como los alimentos. Ante esa falta de alternativas de marcas que no exploten y alimentos que no envenenen surge una impostergable necesidad de PRESIONAR a nuestros gobernantes y legisladores para que delimiten legalmente el margen de acción de las empresas, y al mismo tiempo, de organizarnos AUTOGESTIVAMENTE para crear esas alternativas que no existen, como está sucediendo, cada vez más, con los huertos urbanos o los espacios para el intercambio de las cosas que ya no necesitamos seguir acumulando.
En definitiva, aquí como en tantas otras cosas, el granito de arena del comportamiento individual nunca es bastante, pero sí es imprescindible; en primer lugar, porque conocer lo que consumimos y sus consecuencias a todos los niveles nos hace conscientes del sinsentido de este mundo capitalista globalizado al que muchos se empeñan en llamar progreso. El consumo consciente, o la consciencia sobre el consumo, alienta a la rebelión y a pensar las claves del cambio. Por eso decimos que el consumo es un acto político, y por eso creemos que la primera batalla es la de la información.
Como en tantos aspectos de la vida, en
el consumo hay un claro terror a que las personas se den cuenta de su
poder. Si como fuerza de trabajo podemos ser prescindibles, como
consumidores somo imprescindibles. Con solo ser conscientes de este
poder se podrian cambiar cosas. No hay que tener miedo a decir que
las elecciones no sirven para gran cosa, que el poder economico es
mayor que el poder politico, y como consumidores, al economico, le
podemos hacer mucho daño.
Gracias por este articulo tan interesante como necesario. No hay que suplantar espacios de lucha sino aglutinarlos y uno de ello sin duda es el consumo. Estí¡ ampliamente demostrado que una sociedad consumista no nos lleva al bienestar de todas (aparte que es insostenible) pero en esta realidad, que es donde nos movemos y vivimos, no nos queda otra que incidir y producir cambio.
Que nota fantastica y tan cierta. Como consumidores solo nosotros tenemos el poder de elegir comprar a aquellas empresas que esten comprometidas 100% con el planeta haciendo productos de calidad, biodegradables, hipoalergenicos y superconcentrados. Desde hace unos meses estoy consumiendo directamente de fabrica productos con esas caracteristicas con un 25 al 30% de descuento y con la posibilidad extra de que la fabrica te devuelve dinero ya que los productos tienen puntos que se traducen en dinero.