¿Está cambiando el concepto de agricultura?

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Cuando en el año 2012 empezamos desde Carro de Combate a investigar la industria del azúcar para escribir nuestro primer ensayo, ‘Amarga Dulzura’, nos encontramos varias veces con la misma situación: campesinos arruinados que, tras varios años de buenas cosechas, veían sus tierras completamente agotadas por la intensidad con la que habían cultivado en el pasado. Eran las consecuencias no sólo de una planta, la caña de azúcar, que requiere de una gran cantidad de nutrientes, sino también de las técnicas utilizadas que, a pesar de lo prometido con el uso de fertilizantes químicos, no habían sido capaces de mantener la riqueza del suelo.

La degradación del suelo resultante de la agricultura intensiva es uno de los principales problemas para asegurar la soberanía alimentaria mundial en un planeta en el que la población no deja de creer. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida como FAO, lo ponía en evidencia hace unas semanas en un informe sobre suelos en el que desafiaba una de las ideas fundamentales que ha dominado la agricultura mundial desde la Revolución Verde de los años 60 del siglo pasado: los quí­micos han aumentado la producción agrí­cola mundial, pero no son una solución a largo plazo. El informe lo expresa de la siguiente manera:

«En los últimos 50 años, los avances en la tecnologí­a agrí­cola han llevado a un salto cualitativo en la producción de alimentos y han impulsado la seguridad alimentaria mundial. Sin embargo, en muchos paí­ses, esta producción agrí­cola intensiva ha empobrecido el suelo, poniendo en peligro nuestra capacidad para mantener la producción en estas áreas en el futuro.»

Para la FAO, asegurar que los suelos tienen un equilibrio de materia orgánica y que son alimentados a través de este proceso es fundamental para que sigan siendo productivos. Y si no se hace algo al respecto, los mejores suelos serán prácticamente inertes en apenas 60 años.

Que lo diga la FAO no es una gran novedad; la agencia para la alimentación ha sido probablemente uno de los organismos de la ONU que más a menudo ha desafiado el discurso dominante de crecimiento económico liderado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, las voces «disidentes» van creciendo e incluso el Foro Económico Mundial ha publicado un estudio en el que asegura que la agricultura ecológica puede tener tasas de productividad muy similares a la agricultura intensiva. El estudio es en realidad una recopilación de antiguos estudios, que habían tenido resultados contradictorios sobre la productividad de los distintos tipos de agricultura. Así, mientras algunas investigaciones habían encontrado que la agricultura orgánica produce entre un 8 y un 25 por ciento menos, otras decían que las técnicas ecológicas son más productivas en países en desarrollo.

«Hemos hallado que, aunque las cosechas de cultivos orgánicos son cerca de un 19 por ciento inferiores que los tradicionales, ciertas prácticas de gestión parecen reducir de forma significativa esta diferencia. De hecho, plantar diferentes cultivos al mismo tiempo (policultura) o plantar una secuencia de cultivos (rotación de cultivos) en una granja orgánica reduce las diferencias en cosechas a la mitad. Es interesante que ambas prácticas están basadas en técnicas que imitan los sistemas naturales y que han sido practicadas durante miles de años», dice la nota que acompaña el estudio.

Cientos de agriculturas ecológicas

Una de las cosas que tímidamente reconoce el informe del Foro Económico Mundial es que no se puede hablar de «agricultura ecológica» como una única técnica sino que, al igual que ocurre con la llamada agricultura convencional, existen muchas alternativas diferentes. Estas técnicas permiten a menudo una mejor adaptación a las características climáticas y de composición del suelo, como muestra el libro de Marie-Monique Robin, «Las cosechas del futuro», donde la periodista visita decenas de modelos diferentes de agricultura.

Otra idea fundamental que a menudo se obvia es que la agricultura ecológica también está basada en la ciencia y que cada vez hay más estudios sobre su funcionamiento. «Al contrario de lo que pretende la industria, la agroecología es una disciplina que necesita de mucho saber: si queremos optimizar los procesos agroecológicos en los que se basa la productividad y la durabilidad de los sistemas, hace falta entender cómo esos sistemas funcionan», asegura en el libro de Robin Miguel Altieri, agrónomo chileno que enseña en la universidad de Berkeley. «Los que mejor entienden esos sistemas son los propios agricultores. Por desgracia, la revolución verde ha laminado sus saberes en beneficio de un modo de conocimiento que no tiene en cuenta el suelo», continúa el agrónomo.

Uno de esos estudios es el de la Universidad de McGill en Montreal de 2012 que observó que la productividad de las plantaciones orgánicas variaba según el cultivo. Así, mientras cultivos como los cereales tenían un peor rendimiento, otros como las frutas o las legumbres se comportaban de manera similar.

La agricultura orgánica necesita de más investigación. Pero la degradación de los suelos y la contaminación producida por la agricultura convencional son una realidad. Y parece que la comunidad internacional comienza a darse cuenta de ello.

Imagen: sxc.hu

 

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