El consumo como concienciación con vocación colectiva

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Hablábamos el mes pasado del potencial del consumo para la transformación política. Sin embargo, no debe confundirse esta perspectiva con colocar a los consumidores la responsabilidad individual de sus decisiones. Esa individualización de las responsabilidades, muy funcional al sistema, permite anunciar soluciones -como lo hace el llamado “capitalismo verde”- que colocan en los hogares la esperanza de la subsistencia del planeta; nos dicen que si reciclamos, si ahorramos energía y agua, si intentamos tener comportamientos más “sustentables”, salvaremos el mundo sin salir del capitalismo. Pero el problema no es apenas individual: el problema es un sistema que promueve la depredación y la competencia, y es en ese sentido que no “se puede pretender un cambio de conducta colectiva si el sistema empuja en dirección contraria” (Federovisky, 2013: 15). En definitiva: “capitalismo sustentable” o “crecimiento sostenibles” son un oximoron, es decir, una contradicción en términos.

El consumo como acto político no implica quedarnos en el reciclaje, sino concienciarnos sobre la perversidad del sistema para construir alternativas colectivamente. El consumo crítico puede ser un puntapié para avanzar hacia formas más integradas de acción. Es lo que propone Euclides A. Mance al hablar de la “colaboración solidaria” como “una estrategia adecuada a la organización de sociedades post-capitalistas, a través de la implantación de redes que conectan unidades de producción y de consumo en un movimiento recíproco de realimentación, permitiendo la generación de empleos y renta, el fortalecimiento de la economía y del poder local, bien como una autónoma transformación cultural de las sociedades en que se implanta, con la afirmación de una ética y de una visión de mundo solidarias, no solamente antagónicas al neoliberalismo, sino al propio capitalismo” (Mance, 1999). Se abre así la posibilidad de organizar redes a nivel local, regional y mundial, que pueden constituirse en una alternativa viable a la globalización capitalista.

“Practicando la producción y el consumo solidarios en lazos de realimentación, cualquier unidad productiva puede vender toda su producción, generando un excedente de valor económico que permite crear nuevas unidades productivas solidarias que, conectadas en red, pueden atender a una diversidad todavía mayor de elementos demandada por el consumo final y productivo de nuevas células, incorporando un número progresivamente mayor de consumidores y productores en un movimiento auto-sustentable de expansión”, propone Mance. En estas redes se podrían incorporar los sujetos actualmente excluidos por las sociedades de mercado ¹*. Se trata de una revolución de las redes que se puede iniciar aquí y ahora, y no de una utopía lejana. Y que ya está en marcha, sugiere Mance, a la luz de las prácticas actuales de colaboración solidaria (económica, política y cultural) que analizaremos en el apartado de Alternativas.

Como propone Alianza 21 en su Cuaderno sobre Consumo Ético, “una verdadera revolución social y cultural” es necesaria para salir del cuadro de desigualdad social y destrucción ambiental que dibuja el capitalismo; y esa revolución de lo cotidiano, de los pequeños gestos, debe producirse a varios niveles: mejor información sobre los productos que consumimos y sobre los impactos de la cadena de producción; reforzamiento del papel estatal para imponer principios ecológicos y socialmente justos a las empresas -lo que implica contravenir la tendencia a la desregulación que se reforzaría con la aprobación del TTIP entre Estados Unidos y la Unión Europea-; favorecer el desarrollo de redes locales e internacionales de consumidores y productores; enfatizar la importancia de las opciones individuales de los consumidores.

¹* Muchas sociedades a lo largo de la historia han contado por la institución del mercado, pero sólo en el capitalismo el mercado toma centralidad absoluta y guía la producción y el consumo; por eso hablamos de sociedades de mercado, y no con mercado.

 

Bibliografía

Alianza 21, Cuaderno de Consumo Ético.
Mance, E. A. (1999) “La Colaboración Solidaria como una Alternativa a la Globalización Capitalista”, Curitiba.
Federovisky, Sergio (2013) Los mitos del medio ambiente. Mentiras, lugares comunes y falsas verdades. Madrid, Clave Intelectual.

1 comentario en “El consumo como concienciación con vocación colectiva”

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