Los pélets que sacaron a la luz un desastre silenciado

2024 es el año en el que Europa por fin prestó atención a la contaminación por pélets en los mares y las costas. El vertido puntual de Galicia contribuyó a llamar la atención sobre otras zonas en donde los derrames no son puntuales, sino constantes, como la costa de Tarragona. 

Por Tania Alonso

Para los vecinos de Ribeira, en A Coruña, que el mar arrastre objetos hasta la costa es algo habitual. Sobre todo, en invierno, cuando las olas del océano baten con fuerza en esta punta de la península del Barbanza. Sin embargo, lo que llegó hasta las playas el 13 de diciembre de 2023 estaba lejos de toda normalidad: a lo largo del litoral se sucedían decenas de sacos llenos de pequeñas bolas blancas, del tamaño y la forma de una lenteja, que olían a petróleo.

Varios días después, las playas de diferentes puntos de Galicia amanecieron cubiertas de blanco. Las bolas resultaron ser pélets, o granzas, pequeños trozos de plástico (es decir, microplásticos) que se utilizan como materia prima para fabricar todo tipo de artículos de este material. 

Pronto se supo que los pélets que se extendían por la costa gallega procedían del Toconao, un carguero de bandera liberiana que unos días antes había sufrido un incidente en aguas portuguesas. El buque había perdido seis contenedores que portaban, entre otros objetos, más de 26 toneladas de estos trozos de plástico. Y todo parecía indicar que las corrientes marinas los estaban empujando hacia Galicia.

El vertido movilizó de inmediato a una sociedad muy ligada al mar, que todavía recuerda como si fuese ayer la marea negra del Prestige. Los gallegos, coordinados por asociaciones como Noia Limpa, se organizaron en grupos de voluntarios para realizar una tarea infinita y prácticamente imposible: retirar todas las pequeñas piezas de plástico del litoral.

De forma paralela, se abrió un debate sobre una realidad que hasta entonces (y a pesar de la movilización de numerosos organismos y ciudadanos) había sido ignorada: la contaminación por pélets es cada vez más habitual en las costas y los mares de todo el mundo. 

Una marea continua

Se calcula que más de 160 000 toneladas de pélets acaban en el mar cada año solo en Europa, y que a nivel global son más de 450 000. De acuerdo con la ONG Surfrider, son la segunda fuente de contaminación directa por microplásticos más común, solo por detrás de las partículas que se desprenden de la ropa en las lavadoras. 

Es difícil verlos, porque su tamaño, su forma y su color hacen que pasen desapercibidos entre la arena, y porque con el paso del tiempo se fragmentan y se hacen cada vez más pequeños. Sin embargo, los pélets son una parte importante de la contaminación en las costas; sobre todo, en los alrededores de las fábricas que los producen.

Europa cuenta con varios puntos negros de contaminación por granza, y uno de los más importantes en la actualidad está en la costa mediterránea. “En Tarragona se encuentra el polígono petroquímico más grande del sur de Europa. En él se fabrican más de dos millones de toneladas de pélets al año; es decir, lo equivalente a 80 000 contenedores como los que se perdieron frente a Galicia”, explica Jordi Oliva, cofundador de la organización Good Karma Projects y director de Medpellets, un proyecto que estudia el impacto de los pélets en el Mediterráneo para promover la búsqueda de soluciones. 

“Debido a su pequeño tamaño, se producen pérdidas de pélets en todas las fases del proceso de fabricación o de transporte. Con las lluvias, estos son arrastrados hasta el mar, lo que hace que en las playas de Tarragona y otras zonas del Mediterráneo como las islas Baleares encontremos grandes concentraciones de pélets de forma regular, sistemática y persistente”, explica Oliva. 

Good Karma lleva desde 2018 denunciando esta situación, que tiene un importante impacto social y medioambiental en Tarragona. Gracias a su trabajo, se ha podido confirmar la presencia permanente de pélets incluso en espacios protegidos. Un ejemplo es la playa dels Prats, un punto de descanso de aves migratorias y el hogar de algunas especies en peligro de extinción que forma parte de la Red Natura 2000. 

“En esta zona no hablamos de vertidos puntuales, sino de pequeñas pérdidas constantes, lo que hace que de forma acumulada lleguen a ser miles de toneladas. El Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX) estima que cada año se pierden en España 5610 toneladas de pélets solo debido a la actividad industrial, sin tener en cuenta accidentes. Es lo equivalente a que cada 36 horas ocurra el desastre de Galicia”, añade.

Los pélets, en la base de nuestro consumo

Los pélets que se fabrican en el polígono petroquímico de Tarragona o los que se trasladan cada día en buques como el Toconao son la base para fabricar cualquier producto de plástico, desde botellas hasta gafas, pasando por juguetes. Están presentes, por lo tanto, en muchos de los artículos que usamos en nuestro día a día. 

“Los plásticos están formados por polímeros, como polietileno o poliuretano, a los que posteriormente se añaden ciertos compuestos químicos para darles diferentes propiedades, como estabilizantes, antioxidantes o retardantes de llama. El pélet es la materia prima que constituye este polímero”, explica Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IDAEA-CSIC).

Algunos pélets llevan ya incluidos diferentes sustancias químicas. Es el caso de los vertidos en Galicia en diciembre de 2023, que contenían varios aditivos sintéticos, entre ellos el UV622, un estabilizador que evita que el material se deteriore al estar en contacto con la luz solar. Otros simplemente son polímeros, a los que posteriormente se añaden los compuestos químicos.

La presencia de estas sustancias en los pélets (y el hecho de que ni los transportistas ni los productores estaban obligados a especificar los compuestos químicos en su etiquetado) llamó la atención sobre la necesidad de entender mejor de qué se componen los plásticos que utilizamos de forma diaria. 

En marzo de 2024, poco después del vertido del Toconao, un estudio publicado en Nature indicaba que se usan más de 16.000 compuestos químicos en la industria el plástico, de los cuales, más de 4200 son peligrosos para la salud humana. El artículo mencionaba también que de otros 10 000 no se encontraron datos disponibles. 

“En los aditivos químicos asociados al plástico hay infinidad de compuestos, y se ha demostrado que algunos de ellos son tóxicos para la salud humana. Muchos todavía se siguen utilizando, a pesar de todo”, explica Eljarrat. “El más conocido es el bisfenol A. Hace más de 50 años que las evidencias científicas muestran que es tóxico, por lo que se ha restringido en algunos objetos, como los chupetes, los envases de alimentos infantiles o los tickets de la compra. Hoy se sigue luchando para extender esta prohibición”, añade. 

De acuerdo con la directora de IDAEA-CSIC, es importante entender que estos aditivos químicos no provocan una toxicidad aguda, sino crónica. Es decir, no ocurre nada si se tocan o se ingieren puntualmente plásticos con estos componentes, pero una exposición continuada a los mismos a lo largo de los años puede causar problemas en la salud. Los daños son tan variados como los compuestos, pero los más habituales están relacionados con el desarrollo de diferentes tipos de cáncer y problemas endocrinos, de fertilidad, de diabetes o de tiroides. 

Un problema de microplásticos

No se sabe exactamente cuántos plásticos llegan a los mares y océanos cada año, pero se calcula que la cifra puede estar en torno a los 11 millones de toneladas métricas. Los pélets entran dentro de la categoría de microplásticos, pequeños trozos de menos de cinco centímetros de largo que siguen degradándose y dividiéndose en fragmentos cada vez más pequeños hasta resultar invisibles.

Los pélets (al igual que otros plásticos) atrapan y absorben contaminantes como fertilizantes y restos industriales. Una vez en los océanos, los animales marinos los ingieren, introduciendo en la cadena trófica tanto estos contaminantes como los componentes químicos que llevan incorporados. En algunos casos, los compuestos químicos que acompañan a los polímeros alteran el desarrollo y el sistema inmunitario de los seres vivos.  

Otra de las consecuencias de los vertidos de pélets en el medio marino es que animales como peces, tortugas o aves los ingieren al confundirlos con comida. Muchos se ahogan, y otros terminan muriendo de inanición al llenar sus estómagos de plástico y perder la capacidad de tragar más alimentos. 

La lista de consecuencias sigue: los microplásticos pueden arrastrar especies invasoras, cubrir diferentes organismos hasta impedir que les llegue la luz o simplemente alterar los ritmos de vida y los hábitats de numerosas especies. La ONU calcula que actualmente se producen y consumen 430 millones de toneladas de plástico cada año, dos tercios de las cuales se convierten rápidamente en basura. Si no se toman medidas, esta cifra se multiplicará por tres en 2060, algo que tendría unos impactos devastadores para los ecosistemas y para la salud humana. 

2024: un empujón en la regulación

Durante las primeras semanas del 2024, mientras los voluntarios limpiaban las playas y aumentaba el interés mediático sobre el vertido de pélets en el noroeste peninsular, comenzó un cruce de acusaciones entre el Gobierno central y la Xunta de Galicia (en el que se vieron involucrados también los Gobiernos de Asturias, Cantabria y el País Vasco, las demás comunidades afectadas) y una investigación para determinar la toxicidad de los pélets caídos del Toconao.

“Es innegable que las costas son competencia de la Xunta de Galicia y que el estado tiene competencia en altamar. En altamar hubiese sido difícil actuar, porque los sacos flotan, pero sumergidos un par de metros. Además, el accidente se produjo en Portugal”, explica Cristóbal López Pazo, portavoz de Ecoloxistas de Acción, una de las organizaciones que más se movilizaron para hacer frente a las consecuencias del vertido.

“La Xunta solo tomó medidas empujada por la presión mediática y por la cercanía a las elecciones [las elecciones al Parlamento de Galicia se celebraron el 18 de febrero de 2024]. Aun así, nos encontramos con poca colaboración. Enviaban a dos o tres personas a las limpiezas, cuando nosotros sumábamos 50 o 100 voluntarios. El despliegue fue ridículo”, denuncia.

Ecoloxistas en Acción calcula que a las costas de Galicia llegó entre el 25 y el 30 % de los pélets que cayeron del Toconao. Sin embargo, es imposible calcular cuántos se recogieron. Esto se debe a que no hubo coordinación estatal o autonómica en la limpieza, que se organizó por ayuntamientos y con voluntarios. “Nosotros calculamos que se recogería el 30 % de lo que llegó, pero el hecho de que no haya datos oficiales demuestra la ausencia de la Xunta de Galicia en la gestión”, señala López.

“Obviamente, la magnitud del problema era menor, pero sí notamos un tufo en la gestión que nos resultó familiar a todos los que vivimos el Prestige. Primero se niega el problema, luego se infravalora y después se enfrenta a quienes alertan del mismo, acusándolos de alarmistas y de actuar por motivos políticos”, añade.

Pero la rueda había comenzado a girar. A mediados de enero y al otro lado de la península, en Cataluña, la Fiscalía de Tarragona abrió una investigación para determinar el origen de los pélets que inundan las costas de la provincia y los alrededores. Las investigaciones de Good Karma y Surfriders resultaron fundamentales para poner sobre la mesa la problemática. De hecho, fue una denuncia de estas dos entidades la que hizo que la Generalitat abriese, previamente, un expediente por responsabilidad ambiental contra varias empresas.

Unos meses después, en abril, el Parlamento Europeo aprobó una regulación para prevenir contaminación por pélets de plástico y microplásticos. Los miembros del parlamento votaron para reducir el riesgo de derrames y responsabilizar de las consecuencias a todas las empresas de la cadena de valor del plástico, desde los productores hasta los recicladores, pasando por los transportistas. 

Entre otros aspectos, se apoyó que todos los contenedores de almacenamiento y transporte que contengan pélets de plástico deban estar etiquetados con información específica sobre sus componentes y su potencial riesgo para el medioambiente, para facilitar así una actuación correcta y objetiva en caso de derrame. Hasta ahora, ofrecer esta información era voluntario.  

El voto positivo llegó en un contexto muy marcado por el interés hacia esta problemática. “El vertido de Galicia sirvió para poner atención sobre la problemática y presión sobre la administración, tanto a nivel autonómico como europeo”, señala el director de Medpellets. “El sector del plástico tiene a sus espaldas muchos años de actividad en los que ha trabajado de forma impune. Ahora ha llegado el momento de exigirle responsabilidad medioambiental”. 

Fotos: Marina Testas / Ecologistas en Acción

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