Freegans, grafiterias, tiendas de segunda mano, bancos de tiempo»¦ Surgen cada vez más alternativas al consumo monetarizado e irresponsable. ¿Pueden ser una solución? Tal vez no bastan para escapar del sistema, pero ayudan a que la mente, manipulada después de décadas escuchando el mantra del consumo y la tarjeta de crédito, se abra a nuevos límites y entienda que el canje monetario no tiene por qué ser la única vía de intercambio económico. La humanidad conoce otras muchas modalidades eficientes, muchas veces menos disfuncionales.
Vayamos por partes. El movimiento freeganista propone vivir de lo que ya fue comprado. Los freegans dicen que es una filosofía de vida, y desde luego el movimiento lleva implícita una profunda crítica al desperdicio incardinado en la base misma del sistema. Algunos cálculos estiman que la tercera parte de la comida que se produce en el mundo es desperdiciada. Un absurdo que toma dimensiones asesinas si se tiene en cuenta que mil millones de personas pasan hambre en este mismo planeta, a la vez generoso y limitado. Así que los freegans se preguntan: si sólo con la comida que tiran los supermercados se puede uno alimentar bien, ¿para qué gastar dinero en beneficiar a las multinacionales del negocio agroalimentario, cuyos métodos «“en materia medioambiental y de condiciones laborales- son cuando menos sospechosos?
La comida es sólo la punta del iceberg. Los freegans se oponen al círculo vicioso del comprar-tirar-comprar en todas sus vertientes: desde las compras compulsivas en pos de la ultimísima «“e innecesaria- tecnología a la defensa de las reparaciones y arreglos de todo tipo de productos, a contracorriente de la inercia que nos lleva a dispensar cualquier artículo con una mínima imperfección. Es verdad que a menudo comprar un bolso nuevo sale casi al mismo precio que arreglar el que ya tenemos, pero, si pensamos en los recursos que estamos tirando así a los vertederos del planeta y en las condiciones laborales en que el nuevo bolso ha sido producido «“frente a las condiciones seguramente más saludables del zapatero de la esquina-, tal vez nos demos cuenta de que, aunque los precios en dólares o euros digan otra cosa, siempre será muchísimo más barato arreglar un bolso que comprar otro nuevo.
Hay voces críticas, claro, que evidencian las contradicciones a flor de piel de un movimiento surgido en las clases burguesas que se empeña en rebuscar entre la basura; el eterno debate en torno a las clases medias que abanderan las causas de la izquierda. Pero, como mínimo, es un movimiento que pone de relieve las contradicciones y absurdos del sistema.
Por su parte, las grafiterias -como se las llama en Buenos Aires- o ferias de intercambio proponen reuniones en las que cada uno deja lo que no necesita, y si quiere, se lleva algo que sea de su agrado. Lo principal aquí es que, a diferencia del trueque, no existe una reciprocidad. Uno puede llevar decenas de discos, libros y ropas y no recoger nada a cambio, o a la inversa, llegar sin nada y llevarse algo puesto. Dicen los agitadores de las grafiterias porteñas que no se dan abusos del tipo «me lo llevo todo», tal vez porque la misma esencia de estas ferias «“a menudo itinerantes- es la confianza mutua.
Muy interesantes son también los bancos de tiempo, que, entre tantas vacas flacas, ya se hacen un hueco en España: aquí, el intercambio está basado en el tiempo que lleva efectuar un servicio, por ejemplo: clases de inglés a cambio de arreglar un grifo. En ocasiones, estas iniciativas llegan a crear su propia moneda. Es el caso de la moneda Solano, propuesta por un colectivo cultural de la periferia de Sí£o Paulo, la Agencia Solano (en honor a Solano Trindade, conocido como el poeta del pueblo), cuya moneda simbólica facilita el intercambio de servicios de tipo cultural evitando que medie el vil metal.
Y, cuando las cosas se complican tanto que los billetes al uso comienzan a escasear, siempre acabamos recurriendo al trueque de toda la vida. Pasó en la Argentina de 2001 y pasa en la Grecia de 2012, donde cada vez se extienden más las ferias de intercambio de mercancías de todo tipo, a menudo a través de vales que hacen las veces de la moneda corriente que comienza a escasear.
Son iniciativas muy distintas, pero tienen en común un mismo hilo conductor: pretenden escapar de la dictadura del Dios Dinero. Tal vez, ermitaños aparte, es todavía imposible huir del sistema, de la necesidad acuciante de tener una cuenta bancaria y de cobrar en euros o dólares o pesos. Tal vez son gotas de agua en medio del océano. Pero, como diría la Madre Teresa de Calcuta, «si la gota le faltase, el océano carecería de algo».
Yo tengo una duda siempre con el tema de poner como malo al dinero en sí mismo… me explico.. creo que los sistemas de trueque o bancos de tiempo funcionan bien porque los mueve gente concienciada de este lado mí¡s social de la vida y que no pone únicamente como éxito tener mí¡s (en productos o en dinero).
Pero si fuera algo generalizado, como el dinero y sus relaciones internacionales, pero con bancos de tiempo y cosas así… pero manteniendo aún así la ética y moral que tiene la gente que mueve los hilos… ¿no se podría hacer especulación de minutos o especular con un producto que suba mucho en el trueque (como bien podía pasar antaño según qué país era mí¡s poderoso o tenía ciertos conocimientos? No olvidemos que los españoles cambiamos oro por unos espejitos desconocidos para ellos cuando llegamos a América, ademí¡s de unos cuantos palos…).
No sé, creo que el hecho de usar dinero para mi no es ni mucho menos el origen del problema, de hecho es una normalización en cuanto a lo que denominaríamos trueque… por un trabajo se te dan unas monedas establecidas con las que puedes comprar o hacer cosas que tienen unos precios.. hasta ahí bien.. lo malo es la corrupción que hay detrí¡s o la absoluta falta de transparencia y de justicia universal para que haya un reparto de riqueza real (seguimos hablando de que menos del 5% de la población posee mí¡s del 80% de la riqueza no?). ¿Podrían existir paraísos fiscales de tiempo o de trueque? Se trata para mi de que se regule de verdad, y mirando a los ciudadanos y no a los beneficios de cuatro que se forran… El mundo estí¡ muy malito, y salirnos por la tangente haciendo unos trueques no cambia una realidad, no creo que sea tan poderoso.
Por otro lado, totalmente de acuerdo con la reducción del consumo, hay que leer mucho y pensar si necesitamos un producto o aparato. Y cada día mí¡s.
Según mi modo de ver, el dinero no es malo mientras sea un medio y no un objetivo en sí mismo. Para mí la dictadura del dinero se refiere mí¡s a que los billetes se han convertido en el fin último y olvidamos cuí¡l es el objetivo real del consumo. Es lo que ocurre con la especulación, donde el objetivo no es el intercambio de cosas, ni siquiera su producción, sino inflar su valor para obtener mayor dinero. Y eso pasa en nuestra vida real y no solo con el inmobiliario. Nos venden, por ejemplo, agua en botellas que es de peor calidad que la del grifo (o muy similar), a un precio mucho mí¡s elevado,
Por eso hay que devolver al dinero a su estatus de medio, y al mismo tiempo creo que no estí¡ de mí¡s reflexionar, de vez en cuando, que también existen otros sistemas. Y mí¡s ahora que precisamente lo que falta es el dinero.
Sobre la especulación sobre el tiempo o el trueque, sí, obviamente es posible y, como bien dices, ya ha pasado. Aunque no creo que pudiera haber ese tipo de paraísos fiscales, porque el tiempo no tiene la movilidad del capital (si es mi tiempo, me tendría que mover yo con él ¿no?).
Estoy de acuerdo en que el trueque no soluciona el problema de base y creo que el dinero es un sistema mí¡s efectivo y sencillo de intercambio. Pero eso no implica que, si tengo la oportunidad de hacerlo, no lo haga solo porque no hay dinero de por medio.
Para mí, el dinero se convirtió en un problema cuando, como dice Laura, se olvidó su papel de facilitador de trueque y tomó entidad en sí mismo. Se convirtió en fin y no en medio. Esto ocurrió cuando se perdió el patrón oro y se ha puesto de manifiesto en los últimos años en que las desregulaciones bancarias han configurado una globalización financiera donde los movimientos especulativos regulan los precios inclusive de los alimentos. Una locura total en la que los precios han perdido toda conexión con el valor real de las cosas. Estoy de acuerdo en el trueque y los bancos de tiempo no pueden ser una solución total; su valor es, creo, recordarnos ese intercambio de origen que existía en el dinero, hasta que dejó de existir. Insisto: el dinero es una creación humana inteligente, destinada a facilitarnos la vida, pero su desvinculación total de la realidad nos deja vulnerables ante los abusos de los que acumulan fortunas y se han montado su chiringuito para hacer mí¡s dinero de la nada.