Se dice que los trabajadores migrantes, los que dejan el campo para ir a trabajar a las ciudades, han sido el gran secreto del milagro económico de China. Su fuerza de trabajo es la que ha permitido esa fórmula que ha convertido a China en la fábrica del mundo: trabajo barato y masivo. Sin duda, ha sido un elemento determinante de la configuración actual del país, en el que aproximadamente una quinta parte de la población del país ha migrado para trabajar.
Se calcula que en China hay unos 250 millones de trabajadores migrantes. Esta cifra supone aproximadamente 1,5 veces toda la fuerza laboral de Estados Unidos y ha sido calificado como el mayor éxodo de la historia. Una gran masa de la que se ha escrito bastante, especialmente en artículos de periódico, pero de la que en realidad se conoce poco. Los periodistas se han centrado principalmente en sus malas condiciones laborales, pero se habla menos de sus sueños, logros o motivaciones.
Dos libros, también de periodistas, han llenado durante los últimos años ese hueco: «Chicas de fábrica» de Leslie T. Chang y «Scattered sand» (no hay traducción al español) de Hsiao-Hung Pai. Ambos libros se adentran en las historias de trabajadores migrantes en China, aunque ambos están escritos desde una perspectiva muy diferente, quizá porque un hecho fundamental les separa: el primero está escrito antes de la crisis económica y el segundo, durante su mayor impacto en Estados Unidos y, por ende, en Asia.
Leslie T. Chang se centra, como el título de su libro indica, en las chicas de fábrica, millones de jóvenes que se desplazan a los principales centros de producción de China para «ganar dinero, adquirir competencias y ver el mundo», según asegura la autora. Sus historias se centran en Dongguan, una de las ciudades industriales más grandes del país, donde es difícil encontrar a alguien que no sea un migrante.
El relato de Chang es interesante porque habla de las razones que tienes esos millones de jóvenes para dejar sus aldeas de nacimiento y marcharse a la ciudad sin hablar en realidad demasiado sobre sus respectivos trabajos. De hecho, dice la autora, ellas apenas hablan de sus condiciones de trabajo, prefieren hablar de chicos, amigas o de cosas que pueden aprender. Descubrimos así que las jóvenes migrantes son muchachas con ansias de mejorar, de aprender cosas nuevas y de hacerse a sí mismas como personas. Aunque el dinero es un factor importante en sus decisiones, tampoco es el único y una de sus principales protagonistas acaba con un puesto mal pagado en una fábrica de bolsos, después de haber pasado por puestos como comercial o responsable de recursos humanos y haber ganado bastante dinero con ellos. Y, sin embargo, es más feliz que nunca.
Con el libro de Chang se caen algunos mitos. En sus primeras páginas, afirma, con una frase puesta en los labios de una de estas chicas, que lo fácil es entrar en las fábricas, pero lo difícil es salir. Y es cierto, porque la mayoría de los empleadores les retienen meses de salario que ellas no quieren perder. Pero al mismo tiempo, en las factorías en China, especialmente en aquellos lugares donde están especialmente masificadas, la movilidad de los trabajadores es continua y muchas de ellas buscan sin cesar mejores posibilidades.
Chang además recuerda además el impacto positivo que estas fábricas han tenido para todos esas jóvenes: millones de personas han podido mejorar sus niveles de vida y tener otras opciones gracias a la industria. Y que, aunque sus condiciones de trabajo siguen siendo duras, gracias a la presión de campañas internacionales, ONGs, defensores de los derechos humanos y, cada vez más, ellos mismos, éstas van poco a poco mejorando. Muchas de estas jóvenes se hacen una nueva vida en estas ciudades fabriles y no quieren volver a sus lugares de nacimiento. La misma autora lo explica en esta intervención en TED:
El libro de Hsiao-Hung Pai, que ya había escrito anteriormente una tesis sobre los trabajadores chinos en Reino Unido, es bastante más pesimista. Para la autora, de origen taiwanés, los trabajadores migrantes no tienen opción y se embarcan en un largo viaje para buscar trabajo por desesperación. Peng, por ejemplo, uno de los jóvenes retratados en el libro, tiene que dejar su pueblo natal para pagar los costes médicos de la enfermedad de su tío. Busca un trabajo como guarda de seguridad, pero es estafado en múltiples ocasiones y las condiciones de trabajo son penosas. «O vives como un esclavo o te vuelves a tu pueblo, tú eliges», le dice uno de sus empleadores. Otros con menos suerte acaban en negocios ilegales, como el transporte de droga o la prostitución.
En el relato de Hsiao-Hung los trabajadores ya no tienen tanta facilidad para encontrar un empleo, en una China que ya nota los efectos de la crisis económica mundial. Algunos se suicidan por no ser capaces de enviar dinero a sus familias y otros simplemente se rinden y vuelven al pueblo. La autora, quizá como buena taiwanesa, es además muy crítica con el sistema económico de China y con el «milagro chino» del que tanto se habla que, según ella, se sustenta en la explotación de una tercera parte de su población activa.
Un aspecto interesante de este relato es que la autora no retrata sólo a los trabajadores de las fábricas, sino de sectores tan duros como la minería, donde cada año hay miles de muertos en accidentes. Y a los hombres, que, al fin y al cabo, suponen 2/3 del total de estos trabajadores migrantes.
«Scattered Sands» habla además, a diferencia del libro de Chang, del hukou, la política de inmigración de China que controla los desplazamientos del campo a la ciudad y que hace que muchos de ellos acaben en la ilegalidad, sin derecho a ningún tipo de prestación social, al no conseguir en permiso.
Uno de los principales puntos de conexión entre ambos libros son los relatos sobre los mercados de trabajo, lugares en los que los trabajadores van a buscar ofertas de empleo y hacer entrevistas laborales. Los candidatos deben venderse ahí a toda costa y mienten con puestos que nunca han desempeñado o habilidades que no tienen.
Dos visiones muy diferentes sobre un mismo fenómeno, las dos probablamente con una parte de verdad. Pero sobre todo son dos interesantes libros para devolver un alma, una personalidad, a esos «fantasmas», como Hsiao-Hung los describe, en los que parecen haberse convertido los trabajadores migrantes de China.