La carne se ha convertido en un producto habitual de nuestra dieta cotidiana. Considerado antes como un alimento para días señalados o reservado para el día a día de las clases altas, ahora consumimos carne, en su mayoría cerdo, ternera o aves, en casi todas nuestras comidas. Según la FAO, ingerimos una media de 79,3 kilos anuales por persona en los países desarrollados, una cifra a la que se acercan rápidamente en los países en desarrollo, que consumen de media 43,1 kilos por persona y año.
El incremento en el consumo no ha estado exento de polémica. El sector se ha concentrado y las pequeñas granjas de toda la vida han pasado a ser grandes conglomerados donde los animales viven en unos pocos metros cuadrados. El rechazo a este tipo de maltrato animal ha sido un factor fundamental en el aumento del número de vegetarianos, pero hay que tener en cuenta otros elementos, como la alta contaminación del sector o los efectos del exceso de carne en el organismo.
De todos esto hablamos en nuestro sexto Carro de Combate, que hemos dedicado a la industria cárnica, donde repasamos la cadena de este sector, desde la deforestación o la sobrepesca para la producción de piensos, a la contaminación de las granjas – con el caso extremo de la Bretaña francesa y sus playas verdes cubiertas de un alga tóxica desarrollada gracias a los nitratos emitidos por estas instalaciones – o la homogeneidad de las razas por la selección genética de las más rentables.
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