Con este post finalizamos la serie de artículos sobre la sociedad de consumo y las alternativas desde la economía social, que hemos estado publicando a lo largo de 13 entregas.
En 1972, la publicación de un informe titulado Los límites al crecimiento (The Limits to Growth) revolucionó el mundo académico de la época. Liderado por la biofísica y científica ambiental del Massachusetts Institute of Technology (MIT), Donella Meadows, el informe contradecía uno de los principales dogmas de la época: el crecimiento, decían Meadows y sus colegas, no puede ser infinito porque los recursos son finitos. Era tan sólo un año antes de que todo el sistema colapsara con la gran crisis del petróleo de 1973 que puso fin a los Golden Thirties, los 30 años dorados del crecimiento capitalista en los países del llamado Primer Mundo. El estudio planteaba tres posibles escenarios, calculados con modelos matemáticos a través de la simulación por ordenador.
Muchos consideran este informe como el primer paso firme de la corriente que después se ha llamado ‘decrecimiento’, un movimiento que se opone a la idea del productivismo y del crecimiento ilimitado como motor de las sociedades contemporáneas. Sin embargo, en aquellos años otros teóricos comenzaban a hacerse las mismas preguntas. Así, en 1971 el matemático y economista Nicholas Georgescu-Roegen publicaba la obra The Entropy Law and the Economic Process en la que defendía que el estudio de la economía debía tener en cuenta el principio de degradación de la energía y de la materia (o Segundo Principio de la Termodinámica), algo que había sido obviado por la corriente liberal tradicional. Esta entropía implica la pérdida real de recursos útiles ya que estos tienden a dispersarse. Su tesis contradecía también la idea imperante de un mundo con unos recursos infinitos sobre los que podía basarse un crecimiento sin límites.
El principal impulso se daría, sin embargo, en Francia durante los años 90, país en el que aparecerían algunos de sus principales defensores como Vincent Cheynet, François Schneider o quien es ahora considerado como el principal ideólogo, Serge Latouche. El propio Latouche considera que el momento decisivo en la consolidación del movimiento fue la celebración en 2002 del seminario en París Ligne d’Horizon titulado «Deshacer el desarrollo, rehacer el mundo». En 2006, se daría un nuevo paso decisivo con la publicación del libro de Latouche La apuesta por el decrecimiento, en el que el teórico definiría el decrecimiento de la siguiente manera: «La consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento […] En todo rigor, convendría más hablar de acrecimiento, tal como hablamos de ateísmo» (Latouche, 2009).
El análisis del decrecimiento se basa en la constatación de cuatro crisis en la actualidad: medioambiental (cambio climático), social (incremento de las desigualdades), política (desafección y deriva de la democracia) y existencial (pérdida del sentido vital). Frente a ellas, este movimiento, cuyo símbolo suele ser un caracol, tiene como principios básicos:
1. Rechazo a la idea de crecimiento como el objetivo único y último de la sociedad. Los «objetores del crecimiento», como se hacen llamar a sí mismos, creen que un sistema económico basado en el crecimiento infinito no es sostenible porque no tiene en cuenta la realidad medioambiental del planeta Tierra.
2. Rechazo a la creencia de que la tecnología provoca una reducción en el consumo de recursos. Es la conocida como paradoja de Jevons, según la cual las mejoras producidas en un primer momento por la introducción de una mejora tecnológica se ven anuladas por el incremento en el consumo que éste produce.
3. Esto lleva inevitablemente a la idea de que los sistemas sociales actuales deben plantearse como prioridad una reducción del consumo.
4. Rechazo de los métodos cuantitativos para medir el desarrollo. Los decrecentistas se oponen a los métodos económicos basados en índices que se han utilizado tradicionalmente para medir la prosperidad de una sociedad. Se oponen con especial hincapié a la idea de PIB, también para medir el propio decrecimiento. «Sería tan absurdo construir una sociedad en torno al decrecimiento del PIB como lo ha sido el haberla construido en torno a su crecimiento», dice el Partido por el Decrecimiento francés en su página web.
5. Rechazo de la idea de desarrollo sostenible. Este concepto, que se popularizó tras la Cumbre de la Tierra de 1992 de Río de Janeiro, reformula la idea de desarrollo para supeditarla a la conservación de los recursos naturales y a la mejora de las condiciones de vida del ser humano. El decrecimiento rechaza esta idea, sin embargo, por seguir centrada en una concepción económica y cuantificativa del progreso.
La alternativa que propone esta corriente se basa en las 8 erres del decrecimiento, según Serge Latouche (2006):
1. Reevaluar. Cambiar los valores de nuestras sociedades, descolonizar nuestro imaginario.
2. Reconceptualizar. Salir del capitalismo, devolver la prioridad a lo social, al ser humano sobre la economía, a la gente sobre el capital.
3. Reestructurar. Refundar la sociedad sobre otros valores más allá del simple beneficio económico, sobre otra visión del tiempo vital que se reapropie del tiempo.
4. Redistribuir. No sólo los beneficios monetarios de la producción, sino también los costos ecológicos.
5. Relocalizar. Calcular el verdadero precio de los productos, incluyendo la huella ecológica, y apostar por los productos de kilómetro cero.
6. Reducir nuestra huella ecológica. Cambiar la manera de consumir, adaptar las viviendas, reducir el tiempo de trabajo para que todos puedan trabajar.
7. Restaurar la actividad campesina. Abandonar la agricultura intensiva, promover la calidad de los productos.
8. Reciclar. Revalorizar los productor no desechables, impulsar la reparación de objetos, acabar con la obsolescencia programada y desincentivar la obsolescencia percibida.
*Ilustración tomada de Colectivo Desazkundea (Decrecimiento)
Bibliografía citada:
Latouche, Serge, (2009) La apuesta por el decrecimiento: ¿cómo salir del imaginario dominante?, Barcelona, Ed. Icaria.
——- (2006) “La décroissance, une utopie? La croissance, un concept pervers?”, Conferencia-debate organizado por Les Amis du Monde Diplomatique.
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