Texto y fotos: Laura Villadiego
Pisar la tierra de turba en Indonesia es como andar sobre un suelo de paja seca. Cede y crepita a cada paso. Pero no debería ser así. De normal, el suelo tendría que ser como una esponja rebosante que se adaptara suavemente al peso de las pisadas. Porque la turba es un suelo naturalmente húmedo, que ha acumulado siglos de vegetación marchita, en una especie de fase previa a la formación del carbón.
Uno de los principales culpables de que el suelo chirrie a cada paso es el aceite de palma, el sawit, como lo llaman en el idioma local. Indonesia es el principal productor de aceite de palma con, aproximadamente, un 45% de la producción mundial. En este archipiélago asiático, las grandes palmeras cubren cerca de 11 milliones de hectáreas, una cifra que no parado de crecer durante las últimas décadas, y se concentran en la isla de Sumatra y, cada vez más, en Kalimantan (el nombre que recibe la parte indonesia de Borneo) y Papua.
Las plantaciones compiten por el suelo con los frondosos bosques tropicales que cubren buena parte del país. Así, mientras las palmeras se extendían rápidamente por Sumatra y Borneo, las selvas desaparecían a una velocidad incluso mayor, en un desastre medioambiental en el que las plantaciones de acacia para pulpa para papel y las minas comparten la culpa. La destrucción ha sido tan voraz que, según un estudio de la Universidad de Maryland, Indonesia sobrepasó en 2012 a Brasil en la rapidez con la que pierde sus bosques y tiene ahora la tasa de deforestación más elevada del mundo.
Durante décadas, la rápida deforestación en Indonesia ha sido el principal foco de atención de las organizaciones ecologistas y la comunidad internacional a la hora de poner de relieve los impactos medioambientales del aceite de palma. En los últimos años, sin embargo, las densas nubes de humo que han cubierto buena parte del Sudeste Asiático durante la estación seca, desde agosto hasta noviembre, han puesto de relieve otro impacto igual de preocupante: los grandes incendios que cada año arrasan el país para limpiar el suelo para las plantaciones. «Quemar el suelo es la forma más rápida de limpiar el suelo. Por eso la utilizan», explica Panut Hadisiswoyo, fundador del Orangutan Information Centre (OIC), un proyecto que trabaja por preservar el ecosistema de los orangutanes, seriamente amenazados por la expansión del aceite de palma, entre otros.
La provincia de Riau, en el centro de Sumatra, es el principal foco de incendios, aunque las llamas también devoran otras zonas de Kalimantan y de la propia Sumatra. En Riau, como en buena parte de Indonesia, el suelo es principalmente de dos tipos. El suelo mineral es el más productivo y, por tanto, el primero en ser ocupado por las plantaciones de aceite de palma y papel que dominan la región. El de turba es un suelo generalmente ácido y menos productivo, que fue en un primer momento utilizado sólo de forma secundaria. “Ya apenas queda suelo mineral libre y ahora están ocupando la turba”, explica Woro Supartinah, coordinadora de la ONG Jikalahari, que monitoriza a través de información satélite estos fuegos.
Pero hay una forma de plantar en turba: secarla. Para ello, el suelo se disecciona en pequeñas áreas con un laberinto de canales que van chupando poco a poco la humedad natural del terreno. El suelo se trata después con antiácidos, antes de plantar en ella las palmeras de frutos rojos. Y, entonces, lo normal es que la tierra empiece a arder.
“La turba cuando está seca es como gasolina”, explica Woro Supartinah de Jikalahari. Porque, como el carbón, la turba también es altamente inflamable, dando rienda suelta a las llamas provocadas para limpiar la selva. Esta rápida deforestación no es, sin embargo, la única consecuencia medioambiental de los fuegos. La turba es un especie gran reserva de un dióxido de carbono que se ha ido acumulando poco a poco a lo largo de milenios. Cuando la turba se seca, el dióxido de carbono comienza a liberarse lentamente por oxidación. Con los incendios, la liberación es masiva.
Por ello, en 2008, el Banco Mundial ya situaba en un informe a Indonesia como tercer emisor mundial de gases de efecto invernadero, por detrás de Estados Unidos y Brasil. Sin embargo, los fuegos del año pasado fueron tan intensos que excedieron las emisiones diarias que produce todo Estados Unidos, según el World Resources Institute, y la nube de humo viajó hasta el sur de Tailandia, a más de 1000 kilómetros. Según el gobierno indonesio, unas 1,7 millones de hectáreas fueron arrasadas en 2015 por unos fuegos que se repiten cada año, pero que en los últimos meses han sido más intensos que nunca debido a la sequía provocada por el Niño. La ONG Amigos de la Tierra ha calificado a las feroces llamas como el peor desastre medioambiental provocado por el hombre desde el vertido de petróleo de BP en el Golfo de México.
Varios estudios han relacionado los fuegos directamente relacionados con las plantaciones de aceite de palma y de aceite. «Tenemos evidencias claras de que hay una relación directa con las plantaciones», dice Woro Supartinah. Así, Greenpeace monitorizó los intensos fuegos de 2015 y encontró que un 20% de ellos tuvieron lugar dentro de las plantaciones de papel y otro 16% fueron en las plantaciones de aceite de palma.
Sin embargo, las grandes plantaciones no son las únicas culpables y los pequeños agricultores también juegan un papel importante. El uso del fuego para limpiar el terreno no es exclusivo de las grandes empresas y los campesinos recurren a él a menudo. De hecho, sólo para ellos es legal. Así, en 2009, una ley nacional prohibió estas prácticas para limpiar el suelo, pero hizo una excepción con los pequeños agricultores si limpiaban menos de dos hectáreas. Esa excepción sigue siendo, sin embargo, la causa de muchos incendios. “Tenemos que hacer entender a los pequeños agricultores que los fuegos van en contra de sus intereses. El suelo luego es menos productivo y hay mucho riesgo de grandes incendios”, asegura el académico Adhy Prayitno, investigador del Centro de Estudios sobre Desastres de la Universidad de Riau.
Dosan: un pueblo contra las llamas
En Dosan, un pequeño pueblo de poco más de 1300 vecinos, situado a 3 horas de la capital de Riau, Pekanbaru, lo han entendido. En 2003, el gobierno de la regencia de Siak a la que pertenece lanzó un programa de reducción de la pobreza por el que dio una parcela de 3 hectáreas a cada familia del pueblo para que plantaran aceite de palma. Y como en otros tantos lugares de Indonesia, el aceite de palma vino con fuego. “Los incendios empezaron cuando comenzamos a plantar aceite de palma. Nos dimos cuenta de que estaba relacionado, así que ahora hemos hecho algo para pararlo”, asegura Pak Dahlan, el líder de los campesinos del pueblo.
El primer paso fue prohibir los incendios para limpiar el suelo.»Aquí ya nadie quema el suelo para limpiar porque saben cuál es el riesgo y que el suelo será después más pobre», asegura Zamzami, uno de los propietarios de plantaciones en el pueblo. Luego formaron patrullas de vigilancia, los Masyarakat Peduli Api (MPA) en indonesio (Vigilantes de la Comunidad contra los Fuegos), que recorren los caminos de tierra de Dosan un par de veces al día y tienen entrenamiento básico para extinguir incendios en caso de que detecten un foco. «Cumplimos un papel importante porque también enseñamos a los vecinos cómo utilizar el suelo sin provocar fuegos», asegura Muhamad Yasir, un vecino de Dosan que llevan cinco años dirigiendo a cuatro bomberos más en el pueblo.
La clave ha sido, sin embargo, la construcción de presas en ese laberinto de canales que drena las plantaciones, con el objetivo de mantener el nivel del agua estable y evitar que la tierra se seque demasiado. «Lo más importante es que el nivel del agua no baje de los 30 centímetros. Si baja, entonces cerramos las presas porque el suelo se puede quemar», explica Pak Dahlan.
Para Dosan, las presas y la concienciación social han funcionado y no han vuelto a registrar ningún fuego desde 2012, aseguran los vecinos. Ni siquiera el año pasado cuando buena parte de las comunidades de los alrededores estaban en llamas. «Nosotros ya sólo apagamos fuegos cuando nos piden ayuda de otras comunidades. Aquí no tenemos ninguno», dice el bombero Muhamad Yasir.
En Jatibaru, otro pueblo cercano también dominado por el aceite de palma, están a punto de poner a prueba este año la efectividad de las presas. “Tenemos problemas con los fuegos cada año y recibimos un aviso del gobierno diciendo que si los fuegos volvían a ocurrir, encontrarían a los culpables y los “, dice Maman, uno de los líderes de la comunidad. Desde enero, han construido ocho presas sobre el principal canal que recorre las plantaciones del pueblo. “No será suficiente para proteger todo el pueblo”, continúa Maman.
Dosan y Jatibaru son un ejemplo para las grandes empresas, dice el académico Adhy Prayitno, a pesar de que cada lugar tiene unas características hidrológicas que deben ser estudiadas «Las personas de Dosan conocen muy bien su pueblo y el área donde viven», dice Prayitno. «Las empresas pueden aprender de esto. Tienen que construir una relación mutua con comunidades locales y darles más oportunidades para participar en la cadena de producción [del aceite de palma]».
Woro Surpatinah, de Jikalahari, recuerda de hecho que según una ley de 2014 (Regulation on Peat Protection and Peat Management), las empresas están obligadas a mantener un nivel de agua de al menos 40 centímetros. «Ya sea construyendo presas o no haciendo canales es una obligación para ellos», dices Surpatinah.
El gobierno asegura que está comprometido a acabar con las nubes de humo y que los fuegos se han reducido un 61 por ciento con respecto del año pasado, a pesar de la sequía provocada por El Niño. “Incluso si hay un efecto El Niño [este año], ya nos hemos comprometido a que lo que ocurrió el año pasado no va a volver a ocurrir”, asegura Edwar Sanger, director de la Autoridad Nacional para la Gestión de Desastres en la provincia de Riau. Una de las medidas más esperadas para ello fue la instauración de la Agencia para la Restauración del Suelo de Turba, que fue puesta en marcha en enero, con el objetivo de recuperar las zonas de turba así como colaborar con las comunidades en la construcción de presas.
Los incendios, sin embargo, han vuelto un año más a las tierras de Indonesia y las primeras nubes de humo ya han cruzado parte del Sudeste Asiático. En Dosan y Jatibaru, saben que, a pesar de las medidas tomadas, deben seguir alerta y seguir bloqueando los canales para evitar que sus comunidades se conviertan en grandes barriles de gasolina.
El rincón más diverso del planeta
El ecosistema Leuser dibuja, en el centro de Sumatra, una especie de sistema respiratorio que toma, como tráquea, las montañas del centro de la isla, y como pulmones las laderas norte y sur. Originalmente este bosque tropical ocupaba prácticamente toda la parte central de la isla, pero las plantaciones de aceite de palma y de papel han ido arañando hectáreas a la jungla durante décadas, especialmente en las zonas más bajas. «Si la deforestación continúa este ritmo, de aquí a 15 años no quedará nada», dice Panut Hadisiswoyo, del Orangutan Information Centre (OIC).
El ecosistema Leuser es una pequeña joya de la biodiversidad. En él viven decenas de especies únicas, incluidos los conocidos orangutanes – diferentes a sus hermanos de la isla de Borneo – y otros animales que no pueden encontrarse en ningún otro rincón del planeta, como el rinoceronte o el elefante de Sumatra. Los tres están incluidos en la lista de especies amenazas de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN en inglés).
Para estas especies, mantener el hábitat en el que viven es fundamental para su supervivencia. Sin embargo, como en muchas otras zonas de Indonesia, el aceite de palma se fue imponiendo en el paisaje desde que el dictador Suharto inició en los años 70 un programa de desarrollo basado en este cultivo que se convirtió en el más importante del país. Hoy en día, sólo un 50 por ciento del bosque está protegido bajo las lindes del llamado Parque Nacional de Gunung Leuser e incluso las fronteras del parque se ven arañadas continuamente por el avance del aceite de palma. Así, según un informe de la Rainforest Action Network (RAN), publicado en noviembre de 2014, los tres principales compradores de aceite de palma del mundo—Wilmar International, Musim Mas Group y Golden Agri-Resources Ltd— están relacionados con la destrucción de zonas protegidas dentro del ecosistema.
Como veremos más adelante, en el capítulo sobre los impactos medioambientales, varias comunidades se están oponiendo con éxito a la destrucción del ecosistema Leuser, recuperando el suelo y replantando la vegetación local. Algunas antiguas plantaciones de aceite de palma ya han empezado a recuperar el verdor original y orangutanes y elefantes están recuperando partes del territorio perdido. Una pequeña esperanza para este paraíso natural arrasado.
Bibliografía y referencias:
INDONESIA: Palm Oil Production Prospects Dampened by El Niño Drought, United States Department of Agriculture, 15 diciembre 2015
Primary forest cover loss in Indonesia over 2000–2012, Belinda Arunarwati Margono, Peter V. Potapov, Svetlana Turubanova, Fred Stolle y Matthew C. Hansen, Nature Climate Change 4, 730–735 (2014) doi:10.1038/nclimate2277, 29 junio 2014
Executive Summary: Indonesia and Climate Change Working Paper on Current Status and Policies. World Bank, Marzo 2007
Indonesia’s Fire Outbreaks Producing More Daily Emissions than Entire US Economy, Nancy Harris, Susan Minnemeyer, Fred Stolle y Octavia Aris Payne, World Resources Institute, 16 Octubre 2015
Less haze this year, Indonesia promises, Reuters, 29 agosto 2016
Policy Analysis of PP 71/2014, Wetlands International, 2014
Setting a country alight: Indonesia’s devastating forest fires are manmade, Irhash Ahmady y Sam Cossar-Gilbert, Friends of the Earth International, The Guardian, 7 Noviembre 2015
Indonesia´s Forests: Under Fire, Greenpeace, Noviembre 2015
The Last Place On Earth, Rainforest Action Network, Noviembre 2014
Why palm oil expanded, and what keeps it growing, Mongabay, 26 Marzo 2015
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Me parece excelente poner el foco en este problema. Pero la mayor deforestación, la de la selva amazónica a manos de la ganadería, pasa desapercibida. La ganadería es lo que está destruyendo el planeta y nadie se fija siquiera.
Aún no hemos dedicado un trabajo en profundidad al sector de la carne, pero sí le dedicamos uno de nuestros Informes de Combate en los que, precisamente, hablábamos de la deforestación ligada a la ganadería: https://www.carrodecombate.com/2013/11/13/la-carne-nuestro-sexto-informe-de-combate/
Este modelo economico depredador solo frenará cuando el monocultivo acabe devorado por su exito. Cuando tratar las plgas sea más caro que vender el aceite.
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