La industria del aceite de palma está preocupada. Europa ya no les quiere. Durante las últimas décadas, este aceite barato y versátil se había colado en nuestras vidas sin que apenas nos diéramos cuenta. Estaba en bollos, galletas, la pizza congelada, o incluso los sugus, además de miles de productos alimenticios más, pero también en jabones, cosméticos y, cada vez más, en el combustible de nuestros vehículos. Los impactos de esta historia de amor no los veíamos, porque ocurrían a miles de kilómetros de distancia, fundamentalmente en el Sudeste Asiático, donde bosques tropicales eran deforestados y comunidades locales, expropiadas.
Europa de repente ha despertado. Aunque la controversia ya existía en muchos lugares como Inglaterra o Francia, nuevos países se han unido a la batalla como España. Mientras que cientos de grandes marcas están cambiando sus recetas para utilizar otros aceites, el Parlamento Europeo ha pedido que se deje de utilizar el de palma como biocombustible. La industria ve cómo pierde a uno de sus amantes más fieles.
Ésta, sin embargo, está decidida a recuperar este romance. Así, varias organizaciones, lobbies en su término anglosajón, se han creado durante los últimos años en Europa con el objetivo de defender las bondades del aceite de palma. Una de ellas es la European Palm Oil Alliance (Alianza Europea del Aceite de Palma) que celebró ayer en Madrid una conferencia sobre cómo el aceite de palma sostenible contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
Porque lo cierto es que no toda la industria del aceite de palma está preocupada por igual. Aunque, la Unión Europea es un cliente clave – es el tercer mayor importador de aceite de palma del mundo (consumimos entre el 12 y el 15% mundial, según diferentes estimaciones) -, es especialmente importante para el aceite certificado como sostenible, especialmente para la Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sostenible (RSPO en inglés), el principal sello del sector.
El dilema es importante. Son bien conocidos los devastadores efectos que las plantaciones de aceite de palma pueden tener sobre ecosistemas de alto valor ecológico y las poblaciones que viven de ellos. Sin embargo, recientemente un estudio de la IUCN alertaba de que sustituir el aceite de palma por otro tipo de aceite podría tener incluso efectos más devastadores sobre el medio ambiente y abogaba por abrazar el aceite de palma sostenible.
¿Pero es el aceite certificado la solución? Depende. Desde Carro de Combate, un colectivo de periodistas especializado en el que investigamos la procedencia de lo que compramos cada día y sus impactos sociales y medioambientales, hemos visitado plantaciones de aceite de palma a lo alto y ancho del planeta y hemos comprobado que las condiciones en las plantaciones certificadas suelen ser mejores, pero que las violaciones de los estándares suelen ser frecuentes. En Carro de Combate ya alertábamos además de que la RSPO, que aprobará nuevas reglas en noviembre, probablemente siga permitiendo que se deforesten selvas vírgenes y que aún así se pueda seguir usando el sello si las regiones en las que ocurren tienen una alta masa forestal. La RSPO plantea además sus criterios de sostenibilidad fundamentalmente en base a los impactos individualizados de plantaciones independientes, sin tener en cuenta los efectos asociados al simple hecho de tener cientos de kilómetros continuos invadidos por una única planta.
La RSPO y las otras organizaciones contribuyen además a difundir el peligroso mensaje de que los ultraprocesados pueden ser parte de una dieta equilibrada. De hecho, según el programa de la conferencia que se celebró ayer, la primera parte estuvo dedicada al perfil nutricional de este aceite. En la web de la Alianza, ya vemos el mensaje que han estado difundiendo: el aceite de palma es lo mejor para evitar las grasas trans (aunque no dicen que los estudios apuntan a que su perfil nutricional no es mejor), y comer de forma variada, incluyendo “de vez en” cuando los procesados que llevan aceite de palma, es la clave para una forma de vida saludable.
Como en la mayor parte de los romances, es más que probable que alguien salga lastimado. Es cierto que miles de comunidades de escasos recursos en países del Sur dependen de las plantaciones para su supervivencia y que una caída de la demanda les afectará; no menos cierto es que muchas otras – en algunos casos incluso más – se han visto despojadas de su medio de vida precisamente por estos mismos monocultivos.
Es importante vigilar con lupa la deriva de esta industria, y de muchas otras, para intentar que el proceso sea lo más justo posible, algo que llevamos haciendo desde hace años en Carro de Combate. Sin embargo, Carro de Combate podría tener que abandonar esta tarea si no conseguimos fondos suficientes en el crowdfunding (podéis ver la campaña aquí) que tenemos actualmente en marcha en Goteo. Una gran pérdida para nosotras, que llevamos seis años poniendo amor – y trabajo voluntario – en este proyecto, pero creemos que también para los consumidores, a quienes intentamos dar claves para que hagan sus opciones de compra de forma más crítica. Porque no está claro si hay un final feliz para esta historia, pero sí es evidente que el presente no es de color de rosa.
Pero bueno, plantaciones de aceite? Sabéis de que habláis.?
Hay que talar palmeras, cocoteros u olivos para obtener el fruto que dará aceite?
Después de desodorizar e hidrogenar los aceites de cualquier origen para obtener la grasa más o menos saturada. Quien es capaz de determinar el origen o diferenciar sus propiedades, bondades o maldades.?
Todo exceso es malo y eso es lo que hace malas a las grasas, no la deforestación que no hay ni la pobreza de jornales en países que no tienen otra cosa.
A menos que pretendáis que solo Occidente tenía derecho a contaminar durante su revolución y desarrollo industrial y ahora obliguemos a que los pobres no puedan desarrollarse contaminando porque perdieron el tren.