La soja es una planta oleaginosa de consumo ancestral en países como China; sin embargo, hoy su producción se orienta a proveer de insumos a diferentes industrias, principalmente la elaboración de piensos para el ganado, la fabricación de productos ultraprocesados y la producción de biocombustibles. Actualmente, la soja es la materia prima que sirve de base para el 26 % del biodiésel que se consume en el mundo, y esa cifra podría aumentar en detrimento de la palma aceitera. Por el momento, esta oleaginosa cubre 124 millones de hectáreas en el mundo, superficie que ha aumentado un 70 % en los últimos veinte años. Y tanto la OCDE como la FAO prevén que la producción de soja siga aumentando, si bien a un ritmo menor.
En Carro de Combate hemos colaborado con Ecologistas en Acción para redactar un informe sobre el impacto del uso de la soja como agrocombustible en la Unión Europea. Un uso que probablemente se incrementará en los próximos años cuando entre en vigor la prohibición de utilizar aceite de palma en los tanques de nuestros coches. Así, como respuesta a las demandas socioambientales, que tenían sobre todo que ver con la deforestación en el Sudeste asiático ligada a la expansión palmera, una nueva Directiva de Energías Renovables, de 2018, establecía una categoría de biocombustibles de alto riesgo de cambio de uso de la tierra, que deben reducirse paulatinamente hasta su completa eliminación en 2030 y que en la práctica sólo incluye a los biocombustibles a base de aceite de palma, y aquellos biocombustibles de “bajo riesgo”, todos los demás, que pueden suponer hasta el 7% del consumo final de energía.
En este contexto, y en especial cuando en 2023 comience la obligatoria reducción del biodiésel a base de palma, la soja se perfila como un sustituto ideal, y Estados Unidos, el mayor exportador de soja a Europa, podría ser el principal beneficiario. Los meses siguientes a la publicación de la nueva Directiva, las importaciones de soja aumentaron un 9%. También es probable que aumente la producción de soja en Europa, que ya ha aumentado en los últimos años, principalmente por los incentivos de la Política Agraria Común.
Esta sustitución ya se está viendo en países como España. Así, en 2016, el biodiésel a base de palma alcanza su pico, con un 77,4% del biodiésel consumido en España; a partir de entonces inicia una caída que va de la mano del ascenso de la soja, hasta llegar a las cifras de 2019: del biodiésel consumido en España, un 11% era a base de palma y un 28%, de soja, principalmente argentina.
La soja, como la caña de azúcar y la palma de aceite, es una flex crop o materia prima flexible; es decir, puede utilizarse para usos diversos – desde dar de comer al ganado a producir biodiésel, pasando por la elaboración de productos ultraprocesados de la industria alimentaria -, y esa versatilidad la hace apetecible para los mercados financieros, pues los minimizan sus riesgos (Alonso Fradejas et al, 2016). En el modelo del agronegocio, la agricultura se subordina al capital. El monocultivo sojero se asemeja más a la lógica industrial de una fábrica – o una mina – que a la de la agricultura tradicional campesina.
Puedes consultar el informe aquí