Durante el mes de marzo estamos hablando de la importancia del diseño en el impacto de un producto. Raquel Torija, comunicadora especializada en ecodiseño, nos explica algunas de las claves en una serie de artículos que publicaremos durante los próximos días. En este primero, habla de los principios del ecodiseño y su importancia.
Diseñar para servir, diseñar para preservar, diseñar para crear conciencia. La palabra diseño, demasiadas veces ligada a una connotación frívola, se hace hueco entre quienes apuestan por el diseño como palanca de cambio.
Hoy, muchos de los profesionales que se dedican a eso, a diseñar, no entienden el término sin ligarlo a la sostenibilidad, sin acompañarlo del elemento compositivo eco. Pero ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de ecodiseño? Dicen, quienes se dedican a esto, que hablar de ecodiseño es una redundancia. Lo es porque el diseño, hoy en día, solo puede ser eso: eco.
Y es que, si el diseño tiene como fin último servir a la sociedad, ahora, más que nunca, la sociedad necesita productos sostenibles, respetuosos con el medioambiente y con la salud de quienes los consumen.
Así que podríamos decir que el ecodiseño es la necesidad de incorporar una perspectiva ambiental a todo trabajo de concepción y desarrollo de un bien, incluso de un servicio.
De hecho, el ecodiseño va más allá, pues ha de tener en cuenta todo el ciclo de vida de un producto concreto. Y en ese ciclo de vida entran las fases de producción, logística, consumo, posibles segundos usos y reciclaje.
La optimización de todas y cada una de las fases anteriormente citadas, para que sean sostenibles y amables con la naturaleza, requiere una visión integral del producto.
Por lo tanto, ecodiseñar significa emprender un proyecto global y ambicioso, concebir un artículo en todas sus facetas, de principio a fin, con el objetivo puesto en reducir al máximo su impacto medioambiental.
Si quien ecodiseña lo hace con rigor, logrará limitar hasta en un 80 % la huella o marca de ese producto sobre el entorno. No es un tema baladí.
Actualmente, se ecodiseña con la mirada puesta en cinco objetivos fundamentales:
- Reducir el consumo de materias primas y recursos energéticos durante el proceso de fabricación.
- Apostar por materiales sostenibles o totalmente reciclados en la producción de un bien.
- Minimizar el impacto de cara a la distribución, almacenamiento logístico y envío a domicilio (sobre todo en el caso del comercio electrónico).
- Garantizar la durabilidad del producto lo máximo posible e incluso una segunda vida (agotada la primera) a través de usos complementarios.
- Procurar su total reciclado mediante un proceso limpio y sencillo, es decir, que facilite las cosas al consumidor final pero también a la empresa encargada de reciclar dicho artículo.
En definitiva, hoy no cabe diseño sin perspectiva eco, al menos si queremos apostar por un sistema sostenible en el tiempo. A día de hoy, no hace falta señalar que nuestra sociedad de consumo no es viable tal y como la conocemos.
Ecodiseño contra el cambio climático: la reducción de la huella de carbono
El último informe del Panel Internacional contra el Cambio Climático (IPCC) no deja lugar a dudas sobre los impactos que el calentamiento global tendrá sobre el planeta, la biodiversidad y las personas que habitamos en él. La reducción de las emisiones pasa inexorablemente por reducir el consumo diario en los países más desarrollados, pero también aquí el ecodiseño puede ser un aliado para luchar contra el cambio climático.
Esto puede parecer una obviedad, aunque no para todo el mundo, de ahí la importancia de señalar hasta qué punto el ecodiseño puede desempeñar un papel fundamental en la consecución de los objetivos por el clima y, concretamente, en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, en especial las industriales.
Actualmente, un proyecto de ecodiseño, integrado en la concepción y desarrollo de un producto, puede reducir la huella de carbono de ese bien (es decir, la totalidad de gases de efecto invernadero -GEI- emitidos durante todo el ciclo de vida del producto) hasta en un 80 %, tal y como hemos señalado anteriormente.
La cifra no es exagerada. Debemos tener en cuenta que el ecodiseño influye incluso en la fase de extracción u obtención de materias primas o en la de procesado de las mismas. El ejemplo de la moda (que Carro de Combate analizá dentro de su proyecto Moda Basura) es paradigmático:
El informe Los textiles y el medio ambiente: el papel del diseño en la economía circular de Europa, publicado por la Agencia Europea del Medioambiente, señala que este tipo de productos protagonizó, a lo largo del año 2020, el cuarto mayor impacto sobre el medioambiente y el cambio climático teniendo en cuenta el ciclo de vida íntegro del producto.
De hecho, supuso el área de consumo con el tercer mayor impacto en el uso de recursos como el agua y el suelo, y el quinto en términos de uso de materias primas y emisiones de gases de efecto invernadero.
Por otro lado, el informe Microplásticos de los textiles: hacia una economía circular para los textiles en Europa señala que el textil es también responsable de la contaminación por microplásticos de los recursos hídricos. De hecho, alrededor del 8 % de los microplásticos europeos liberados en los océanos provienen de textiles sintéticos; a nivel mundial, esta cifra puede alcanzar incluso el 35 %.
La Agencia señala varias acciones imprescindibles para acabar con las nefastas consecuencias señaladas en sendos informes, y entre ellas destaca el diseño y producción sostenibles en la lucha contra el cambio climático.
Así que ya no basta con garantizar la calidad de un producto, su belleza estética o su seguridad a través del diseño, ahora resulta de vital importancia garantizar también su contribución a la lucha contra el cambio climático.
Por un lado, teniendo en cuenta la reducción de la huella de carbono en el proceso de creación de ese bien; por otro, desde la optimización de las fases de distribución y reciclado. Y por último, a través de su contribución a la fabricación de bienes duraderos.
Una creciente demanda social
El ecodiseño abandera, sin duda, la respuesta a una de las demandas sociales crecientes en la actualidad: la de un mayor nivel de sostenibilidad en los productos que consume. Los datos al respecto publicados por numerosos informes avalan esta realidad.
Por ejemplo, según EY (Ernst & Young) en Future Consumer Index. Deconstruyendo al consumidor post-covid y su apuesta por el consumo sostenible (2021), la sociedad espera un comportamiento ético y transparente de las compañías, acorde a las expectativas sociales del momento: hasta un 50 % de las personas encuestadas declara que dejaría de comprar los productos de una entidad a la que se le atribuyese una acción social o medioambientalmente inadecuada.
El Instituto de Investigación Capgemini deja patente, en otro informe de mediados de 2020, que el 79 % de las personas está cambiando sus preferencias de compra en función de valores como el impacto medioambiental. El criterio de la sostenibilidad ha comenzado a jugar un papel determinante en la decisión de compra de los consumidores y consumidoras.
De hecho, este informe recoge que el 53% del conjunto general de la población y el 57 % de quienes se encuentran entre los 18 y 24 años confía ahora en marcas menos conocidas pero que son sostenibles. La conexión emocional y lo que los expertos denominan experiencia de usuario respecto a una marca y a un bien de consumo pivotan ahora, más que nunca, sobre el concepto de respeto medioambiental.
Este movimiento social, este giro hacia la compra ética y respetuosa con el entorno natural “generalizado”, prendió su semilla en la demanda de bienes durables, por así decirlo, hace ya una década, cuando documentales como el de Dannoritzer, Comprar, tirar, comprar (2010) nos hablaban sin tapujos de la obsolescencia programada.
De hecho, en 2018, un estudio de comportamiento de la Comisión Europea señalaba que los consumidores y consumidoras tienen tres veces más probabilidades de comprar un producto si está etiquetado como duradero y reparable. La semilla comenzaba a germinar en la conciencia social.
Crece así el porcentaje de consumidores y consumidoras cuya intención de compra se basa en la sostenibilidad del artículo adquirido o del bien demandado. Y esa nueva actitud, claro está, necesita nuevas respuestas. La capacidad de brindar productos sostenibles de forma eficiente es el gran objetivo del ecodiseño para la próxima década.