Hoy, un día tan señalado como el Día del Trabajo, arranca nuestro Carro de Combate contra esa inercia del sistema que ha instalado como algo normal (¿?!!) la utilización de la mano de obra esclava. Queremos arrancar este blog con un breve comentario sobre dos documentales que en gran medida inspiraron este proyecto. Y os animamos a que colaboréis con vuestros comentarios para convertir este nuevo site en un foro de intercambio de ideas, una plataforma para la invención de nuevas soluciones de quienes nos revelamos contra la perversión de saber que alguien tejió por unos céntimos, en pésimas condiciones de seguridad e higiene, el jersey que yo compro en la tienda por 30 euros.
El primero de esos documentales es The Story of Stuff (La historia de las cosas), una animación sencilla y lúcida de Annie Leonard. La urbanista estadounidense hace hincapié en algo fundamental: ver el contexto general de las cosas, el cuadro completo del sistema. Cuando, dice Leonard, estoy en la fila de unos grandes almacenes para comprar una radio de 4 dólares, debo preguntarme por qué ese producto es tan barato, porque es imposible que ese precio cubra los costes de la mano de obra, del transporte, de los materiales o del lugar que ocupa en el supermercado. ¿Cómo llegó esa radio a ser tan barata? Gracias a lo que los empresarios llaman de «externalización de costes»: el consumidor se ahorra pagar el precio real que pagan los países donde son esquilmados los recursos para producir esos productos; los trabajadores de otros países pobres pagan con su trabajo esclavo; el planeta paga por el transporte y las toneladas de desperdicios creadas, etcétera, etcétera. Esa es la verdadera historia de las cosas, lo que hay detrás de ese proceso de extracción, producción, distribución, venta y consumo que se convierte en el sistema capitalista en una cadena lineal e interminable, lo cual, recuerda la autora, es un contrasentido básico en un planeta con recursos finitos.
El problema, añade Leonard, es que el sistema, con la colaboración inestimable de los medios de comunicación tradicionales, consigue que sólo sea visible apenas una parte de ese largo proceso: esa última flecha, que simboliza el momento del consumo. Vemos por televisión que venden en cierta tienda una radio por 4 dólares, pero se nos ocultan los crímenes sociales y ambientales que fueron necesarios para que ese producto llegue hasta allí a ese precio y, aún así, genere pingí¼es beneficios para unos cuantos a lo largo de esa cadena. Para alimentar hasta el infinito esa sacrosanta flechita del consumo, la publicidad deberá convencernos de que nuestra felicidad depende de consumir más y más, aunque ello nos lleve a un círculo vicioso absurdo y extenuante en que debemos trabajar más que nunca, y renunciar a lo más valioso -nuestro tiempo- para no salirnos del redil, de la religión del consumo.
Sí, lo sé, nada nuevo bajo el sol, pero, ¿no indigna más aún tanta evidencia junta?
El segundo filme es La doctrina del ‘shock’, basado en el libro homónimo de Naomi Klein. Este ensayo aporta nuevas claves para entender cómo funciona el rodillo capitalista. La teoría de Naomi Klein es que el sistema económico necesita de crisis para imponer sus políticas neoliberales; el capitalismo salvaje es tan impopular -conduce a la concentración de la riqueza y la multiplicación de la pobreza- que sólo puede ser instaurado, sin una amplia contestación ciudadana, cuando la población se encuentra bajo shock; después de una hecatombe económica, de una guerra, de un golpe de Estado seguido de represión y terrorismo de Estado, de una catástrofe natural. Cuando la gente está demasiado ocupada en su supervivencia -en conseguir alimento o en evitar que le maten-, deja de proteger sus intereses y es entonces cuando los adalides del sistema, encarnados para Klein en la teoría (y práctica) económica de Milton Friedman, tienen el terreno abonado.
Esta teoría, para empezar, desmonta el cuento de que capitalismo y democracia liberal van de la mano -por algo las políticas neoliberales más ortodoxas fueron ensayadas antes en dictaduras, véase el caso de Chile, narrado en el documental-. Y para seguir, incide en una idea que no por antigua deja de ser actual: el poder paralizador del miedo. Miedo a la batalla final nuclear en tiempos de guerra fría; miedo al eje del mal en tiempos de ‘war on terror’; miedo al desmoronamiento del sistema financiero y al mal humor de Los Mercados. Miedo, miedo, miedo. Al pueblo griego, ahora también al español, le dicen que, si no aceptan las imposiciones imposibles de Bruselas, Berlín y el FMI, estarán abocados al desastre absoluto. Los griegos, indignados, siguen saliendo a la calle, como los jóvenes árabes, como los madrileños, para gritar que ellos quieren decidir su futuro. Su esperanza sólo puede combatirse con miedo. Y el miedo al desempleo es uno de los más poderosos y paralizantes.
Buenas noticias, también. El mes que hoy comienza, en España se conmemora el movimiento que surgió hace un año en la Puerta del Sol, fruto espontáneo de la indignación. Y cada vez hay más personas que se rebelan contra el orden de cosas y plantean alternativas: bancos de tiempo, mercadillos de intercambio, y un nuevo activismo social que encuentra en las redes sociales un mecanismo impagable de difusión. Somos muchos y no queremos que a nadie se le olvide que hemos recordado el poder que tenemos juntos.
* Ilustramos con uno de los irreverentes y lúcidos carteles de Iconoclasistas.
En realidad no sé si cuenta
mí¡s el miedo ó la apatía, ¿donde estí¡ en la juventud actual, el espíritu
reivindicativo de aquella juventud de los 70? digo los 70 porque fue la que me
tocó vivir, pero hubo muchas otras, los movimientos del 15 M, fueron una
deliciosa brisa de aire fresco en la canícula, pero me temo que estí¡ en vías de
extinción, ojalí¡ me confunda. Vuestros mensajes son una buena forma de
estimular esa apatía, solo falta que los jóvenes los lean.
Anónimo Viejo
Creo que tienes razón en que debemos «mojarnos» mí¡s, pero también creo que hay iniciativas muy interesantes en marcha. Los retos son tan grandes que estamos un poco perdidos… Creo que en épocas anteriores, o en otros países, el «enemigo» era mí¡s fí¡cil de identificar: un dictador militar, un régimen autocrí¡tico. La dictadura invisible de los banqueros y otros dueños del Señor Dinero es mí¡s abstracta, y ademí¡s nos han ido anestesiando con décadas de adiestramiento publicitario… Pero estoy convencida de que estamos despertando. Este blog pretende ser un lugar donde se den encuentro algunas de esas ideas.