Cuando las personas van antes que el mercado

Cooperativas, fábricas recuperadas, clubes de trueque, ligas agrarias. Estas iniciativas tienen algo en común: estiman necesario que el trabajo humano se anteponga al capital como prioridad de nuestras sociedades. Son alternativas que plantean modos de producción al margen del mercado capitalista; siempre estuvieron ahí­, pero a la sombra de las urgencias planetarias y de las crisis económicas, parecen más vivas que nunca.
A finales de 2011, sólo en la provincia de Buenos Aires se contabilizaban 10.943 cooperativas que representarí­an el 23% del PIB. Aunque es difí­cil dar cifras, pues la economí­a social y solidaria se mueve en buena parte por canales informales y no siempre se comercializa, el Ministerio de Trabajo argentino estima que, de los cinco millones de empleos que se crearon en los últimos años, una quinta parte pertenece a esta categorí­a, y la mayorí­a son mujeres.

Tras una eclosión en los años inmediatamente posteriores a la crisis de 2001, el fenómeno del cooperativismo está experimentando un nuevo apogeo, en parte gracias al programa gubernamental Argentina Trabaja, que promueve la formación de cooperativas entre personas desempleadas para ejecutar obras en los barrios. Alrededor del 48% de las cooperativas se formaron a partir de programas estatales, según la revista ‘Veintitrés’. Otros programas del Ministerio de Desarrollo Social, como el llamado Manos a la Obra, van en la misma dirección.

Fábricas recuperadas

El paí­s aporta una interesante experiencia en la autogestión de fábricas. El movimiento de fábricas recuperadas eclosionó tras la crisis de 2001, cuando negocios en quiebra fueron retomadas por los trabajadores. Se sumaron después nuevas empresas nacidas bajo un modelo de autogestión, que no plantea como principal objetivo la maximización de la ganancia, sino la creación de empleo y de valor para la comunidad. Algunas de estas experiencias son tan simbólicas como el céntrico Hotel Bauen de Buenos Aires, y en buena medida han demostrado su viabilidad.

Según un informe de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a finales de 2010 existí­an en el paí­s más de 200 firmas recuperadas que ocupaban a unos 9.400 trabajadores. Este estudio demostraba que, aunque crece a un ritmo menor que durante los años inmediatamente posteriores al corralito, la tendencia continúa, sobre todo en el caso de pymes de la rama industrial, hostelerí­a y medios de comunicación. En muchos casos, los trabajadores llegaron a esta ví­a después de que los patrones dejasen de pagar los salarios o cometieran otro tipo de maniobras fraudulentas, como refleja la pelí­cula Industria Argentina, de Ricardo Dí­az Lacoponi, estrenada el pasado mes de abril.

Otra economí­a latinoamericana

El auge de la economí­a social y solidaria alcanza a buena parte de América Latina, al amparo de nuevas concepciones como la del Buen Vivir, que Ecuador y Bolivia han plasmado incluso en su Constitución; en Ecuador existe incluso un Ministerio de Economí­a Popular. Este tipo de experiencias se compartieron en el Primer Encuentro de Economí­a Popular, Social y Solidaria que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Lanús entre el 13 y el 15 de junio, en el marco del Año Internacional de las Cooperativas.

Los colectivos que trabajan con economí­a social en Argentina quieren ahora dar un paso hacia delante: apuntan a la aprobación de una ley que fomente esta ‘Otra Economí­a’, a través de formación, financiación de proyectos, ayuda a la distribución y comercialización y un marco impositivo favorable. Pretenden institucionalizar estas prácticas y las contemplan como un modo de avanzar en la integración regional.

* Artí­culo publicado en elmundo.es.

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