Este artículo es un extracto de nuestro primer informe de la investigación #ModaBasura –y una crónica de lo que fueron las conversaciones climáticas sobre la industria textil, en la cumbre de Glasgow en noviembre del 2021, fundamentales para entender el contexto actual de la industria de la moda– en el que analizamos los lavados reputacionales de las principales marcas de moda, tanto de la fast fashion (o moda rápida), como del lujo. Si quieres leer el informe completo, puedes descargarlo al suscribirte a nuestra newsletter. Recuerda que este trabajo sólo es posible gracias a las mecenas que nos apoyan económicamente. Si quieres hacerte mecenas, puedes hacerlo aquí. Además sólo durante el mes de mayo, te enviaremos a casa una copia de nuestro libro ‘Consumo Crítico’
Tras los anuncios grandilocuentes de la anterior cumbre climática –cuyos objetivos quedaron por debajo de lo establecido en el Acuerdo de París y por el IPCC–, la nueva cumbre de Glasgow (COP26), en noviembre del año pasado, requería, como dice la famosa canción de Elvis Presley, A Little less conversation, de: “menos conversación y más acción”.
Una semana antes de inaugurarse, Stand Earth publicó un análisis señalando que ninguna marca importante de moda estaba cerca de lograr un camino de 1.5°. Ya en la cumbre, se agregaron trece nuevos compromisos a la deficiente Carta de la Industria de la Moda de las Naciones Unidas para la Acción Climática de 2018. Y, por primera vez, la industria dio imagen de unidad al sumarse el grupo de lujo LVMH, el más reticente y lento para asumir compromisos ambientales. La renovada carta pidió a las marcas que establecieran Objetivos Basados en la Ciencia, así como una hoja de ruta acorde con el Acuerdo de París, reduciendo a la mitad sus emisiones para 2030. Además, debían especificar, en doce meses, cómo piensan lograr los nuevos compromisos y presentar actualizaciones cada tres años, a partir de entonces. “Nos dimos cuenta de que ya no es suficiente. Necesitamos hacerla más fuerte, más concreta, más ambiciosa”, dijo Niclas Svenningsen, gerente de Acción Climática Global en Cambio Climático de la ONU durante el evento.
La carta mencionaba que las firmas necesitan trabajar más con sus proveedores pues la mayoría de las emisiones provienen de sus cadenas de suministro. Durante la presentación de la misma, la cuestión de la colaboración surgió recurrentemente, al ser una estrategia que difiere bastante de las lógicas actuales de externalización donde las cadenas de abastecimiento y producción parecen ser algo “ajeno” a la marca, en vez de una parte indispensable del negocio y, por tanto, dónde más deberían de esforzarse. Se reconoció la necesidad de un cambio rápido a las energías renovables para lograr los objetivos climáticos, y salió a relucir la necesidad de involucrar a los consumidores, así como de medir el progreso de las compañías.
La nueva carta pide por primera vez a las empresas que creen «mecanismos de incentivos» para que los proveedores participen en la descarbonización, y recoge un nuevo objetivo para que el 100% de los materiales «prioritarios» o “preferentes” (algodón, viscosa, poliéster, lana, cuero) tengan impacto climático bajo en 2030, además de eliminar gradualmente para entonces el carbón de los proveedores de nivel 1 (fabricación de producto) y 2 (fabricación de componentes: cremalleras, botones tejidos). También pone como meta la reducción de las emisiones generadas directamente de fuentes operadas, o propiedad de la empresa, y las emisiones indirectas asociadas a la electricidad, el vapor, la refrigeración, la calefacción y compras, así como renunciar a la energía producida con carbón en 2023 y ayudar a los proveedores a implementar Objetivos Basados en la Ciencia para finales del 2025. Organizaciones, como el New Standards Institute, lamentaron la falta de sanciones si no se logran tan loables objetivos.
Esta renovación de intenciones también derivó del informe de 2020, Sostenibilidad y Circularidad en la Cadena de Valor Textil, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), donde se ofrecen recomendaciones al sector para cambiar a patrones de consumo y fabricación más sostenibles, alineados con el 12º Objetivo de Desarrollo Sostenible (de garantizar modalidades de producción y consumo sostenibles). Un cambio holístico de todas las partes interesadas para no colocar toda “la presión” sobre las personas consumidoras.
En una evaluación del ciclo de vida del PNUMA, la fase de uso era responsable del 24% de las emisiones de GEI del sector. Otra investigación suya mostró que extender la vida útil de los artículos y cambiar las prácticas de lavado podría crear la mayor reducción de esos impactos. Steven Stone, director adjunto de la División de Economía del PNUMA, recalcó la importancia de abordar el consumo como parte central de la reducción del impacto climático, desde el volumen de nuevos productos, a la huella de carbono de su uso.
Unas de las gráficas de la COP26
El 8 de noviembre del 2021, hubo un llamamiento en la cumbre para que la comunicación en la industria de la moda se alinee también con el Acuerdo de París, estuvo motivada por otra consulta del PNUMA en colaboración con Fashion Charter, a más de 160 organizaciones de la cadena de valor. Ahora se está dando forma a los aprendizajes que se extrajeron de ella en directrices de comunicación en la moda, con ejemplos de mejores prácticas de implementación y medición. Se publicarán en 2022 y se prevé una jerarquía de consumo donde la compra de nuevos bienes sea la última opción, así como que se amplíen alternativas (alquiler, reventa) fuera de las urbes, para facilitar un estilo de vida «bajo en emisiones» asequible para todos.
El nuevo compromiso busca establecer una visión común sobre cómo cumplir los objetivos de sostenibilidad y de Desarrollo Sostenible de la ONU. Se dirige a cualquier persona responsable de enviar mensajes a las personas consumidoras: marcas, tiendas, marketing, publicidad, relaciones públicas, medios, redes sociales, agencias, plataformas digitales, activistas, influencers o educadores.
Las recomendaciones incluyen comprometerse con informes precisos y esfuerzos de comunicación transparentes; evitar la exageración u omisión para parecer más amigable con el medio ambiente, o la sociedad; defender cambios y demostrar soluciones para ayudar a las personas a vivir estilos de vida más sostenibles; destacar nuevos modelos a seguir, aspiracionales, o de “éxito”; celebrar los valores ecológicos, culturales y sociales de la industria; desarrollar un marketing inclusivo y narrativas que fomentan una industria más equitativa, así como motivar y movilizar al público para abogar por un cambio más amplio.
La consulta del PNUMA señaló que los medios no deben mercantilizar la crisis climática en sus mensajes , “compras–recompensa”, rebajas, etc. Los participantes en la consulta reconocieron que un cambio de narrativa así, en la moda, es todo un reto por su inherente ánimo de lucro. Otros escollos son la falta de formación en sostenibilidad de los comunicadores y de las agencias de comunicación, especialmente en lo concerniente a las cadenas de suministro; el acceso limitado de los equipos de comunicación a la información, y las afirmaciones de marketing en sus informes de sostenibilidad que pueden ser vagas y estar fundamentadas, o no, como hemos podido confirmar en Carro de Combate a lo largo de esta investigación.
Como parte de los actos de la cumbre, Stella McCartney presentó una instalación sobre el futuro de la moda mostrando materiales con los que ha diseñando. Y junto al British Fashion Council y otras marcas, participó en la campaña Great Fashion for Climate Action para inspirar a través de la innovación textil. La plataforma Creative Climate Disclosure alentó al sector de la publicidad a revelar el porcentaje de facturación de sus clientes altos en emisiones. Y la red de expertos en publicidad para la crisis climática, Purpose Disruptors, presentó su campaña Good Life 2030 para cambiar las percepciones de “éxito” y “buena vida”, lejos de la dependencia del crecimiento y material. A ella contribuyeron profesionales de la publicidad y personas que participaron en la carta actualizada. También alienta al sector publicitario a ayudar a reducir las tasas de consumo en vez de fomentarlas, según estiman, en Reino Unido este sector impulsa al alza la huella de carbono del consumidor en un 28%.
Campaña primavera de 2021 de Levi’s protagonizada por activistas
Desde la celebración de la COP26, Carro de combate no ha encontrado que la publicidad de las marcas sea visiblemente más “responsable”, o menos engañosa. En la primavera 2021, Levi’s lanzó la campaña Compra mejor. Úsalo más, protagonizada por algunos activistas, sobre la responsabilidad compartida de los consumidores en los impactos ambientales de la producción y el consumo de moda. Así como sobre su compromiso de hacer ropa de calidad que dure más. Un greenwashing que traslada la responsabilidad al consumidor en forma de compromiso, mientras invisibiliza (más allá de que sus prendas duren) su responsabilidad como marca de producir más sosteniblemente en cuanto a volumen, y en cuanto a procesos.
Muchas propuestas, pero pocos compromisos
La industria mundial de prendas de vestir y textiles usó 109 millones de toneladas de fibras en 2020 y genera más de 1.500 millones de dólares en ingresos anuales, según Textil Exchange –certificación de múltiples partes, sin ánimo de lucro, para lograr prácticas sostenibles en las cadenas de producción de las fibras naturales y recicladas–, la cual hizo una petición en la cumbre para desarrollar políticas de incentivo al uso de “materiales preferidos por el medio ambiente”: de fuentes certificadas y verificadas rastreables desde la materia prima al producto final, vinculados a reducciones de impacto ambiental basadas en datos. Fue suscrita por más de 50 marcas, proveedores, tiendas, ONG y asociaciones. Pide aranceles ventajosos para esas materias (algodón orgánico, fibras recicladas), políticas comerciales incentivadoras de mejores prácticas de abastecimiento, regulaciones y sanciones.
Para algunas empresas las reglas comerciales actuales «penalizan» económicamente a quienes incorpora materiales sostenibles. Por ello, con esta iniciativa buscaban nivelar el «campo de juego», incentivar una mayor producción y la adopción de esas fibras, haciéndolas más favorables (o al menos iguales a las convencionales), sin que en su suministro los agricultores sufran esa reducción. Y con ello, acelerar la disminución de la mitad de las emisiones GEI de la producción textil para 2030, alineados con el Acuerdo de París.
Textil Exchange se ofreció a trabajar con los gobiernos para identificar los incentivos y las credenciales debido a su experiencia con el Proyecto de Tarifas Preferenciales para que el Congreso de EE.UU, iniciado en 2018, para explorar incentivos (créditos fiscales, suspensión o reducción de aranceles), a componentes importados, o productos certificados terminados. Propuesta legislativa que se estancó con la administración Trump. Y aún está por ver la acogida de ésta nueva propuesta por los gobiernos asistentes a la cumbre.
El día en que se publicó la carta actualizada, la Apparel Impact institute y el World resources Institute propusieron una ruta para reducir el 45% de las emisiones de la moda en 2030 y lograr las “cero emisiones netas” en 2050. El 60% de las reducciones se podrían alcanzar maximizando la eficiencia de los materiales, acelerando su desarrollo, eliminando el uso de carbón en la fabricación y pasándose a las energías renovables.
Un informe de Naciones Unidas indicó que el 74% del tiempo de las conversaciones climáticas lo ocupaban hombres, aunque las mujeres están más perjudicadas por el cambio climático y lideran la lucha ambiental, dejando en evidencia que las voces de las comunidades indígenas y de los pueblos originarios son las menos escuchadas, las más ignoradas y silenciadas. Sus demandas de mantener los combustibles fósiles bajo tierra, y de defender la soberanía indígena, son esenciales en materia de derechos humanos, y para no elevar más la temperatura. Medio grado más sería letal para muchas comunidades. Por eso, reclamaron cambiar el Artículo 6 del Acuerdo de París pues consideran que promueve “falsas soluciones” como el comercio y la compensación de carbono, que generan acaparamiento de tierras y desplazan comunidades, en general, de países del Sur global, sin reducir las emisiones. Carro de Combate ha podido constatar que estas “falsas soluciones” figuran en casi todos los Planes de sostenibilidad de las grandes marcas y grupos de moda, como se detalla en la segunda parte de este informe.
A medida que la cumbre avanzó (y los acuerdos fructificados en ella carecían de plazos firmes, o de políticas de cambio significativas), cientos de estudiantes, ex-alumnos y personal docente desfilaron por las calles reivindicando la justicia climática, en el Carnaval of crisis, con pancartas con lemas como: “Descarbonizar y descolonizar”, “No salgan de la COP”, «Soluciones, no contaminación», para que los gobiernos no dejasen Glasgow sin acuerdos firmes. Participaron seis universidades y desarrollaron diversas actividades sobre clima, biodiversidad, colonialismo, racismo, o explotación. Además, reclamaron que la justicia climática ocupe el centro de la cultura, de la educación y de las operaciones de la industria de la moda. Finalizó de noche, en el Chelsea Parade Ground, donde los estudiantes y los curiosos pudieron contemplar los diseños de los participantes, así como manifestarse y movilizar a la acción colectiva.
Acabó la COP26
El evento terminó en otra nueva decepción, como viene siendo habitual en estas cumbres climáticas, el presidente de la COP se disculpó, reprimiendo sus lágrimas, por haber llegado a un acuerdo “diluido” debido a las presiones de India y China –grandes contaminadores y fabricantes textiles– respecto al cambio de una palabra clave en el acuerdo final: de “eliminar” gradualmente la producción de carbón, a “reducir”. Ninguna de las dos potencias mejoraron sus compromisos, lo cual cuestiona notablemente los objetivos sostenibles de las marcas de moda, pues promover las energías renovables, o desincentivar el uso del carbón en las cadenas de producción, requiere de compromisos relevantes con los países fabricantes y proveedores.
La decepción fue aún mayor cuando el 17 de noviembre salió un informe del Fashion for Good y el Apparel Impact Institute afirmando que la industria no cumplirá los compromisos de la cumbre, ni los de descarbonización para 2050, por la falta de financiación para reformar la cadena de suministro de, al menos, un trillón de dólares por debajo de la cantidad necesaria.
El informe destaca que los compromisos de muchas marcas carecen de estrategias de financiación específicas, como las de aquellas que han suscrito las alianzas y los pactos de la industria en los últimos años, incluidas las que han aceptado la Carta de la Moda renovada. Si bien argumenta que las firmas de moda no son responsables de aportar todo, o la mayor parte del capital, deberían de poner parte de él, y contribuir a desbloquear el resto de posibles inversores. Pero señala que las marcas no hacen lo suficiente. Además, advierte que la mayoría de las emisiones del sector ya se podrían reducir, o eliminar, con tecnologías existentes, si hay fondos.
Según los autores del informe, compañías como Kering o Burberry han establecido fondos para ayudar a algunos agricultores en su transición a prácticas agrícolas más sostenibles, sin embargo son una minoría en el sector textil. Asimismo, la financiación no se da por igual en las demás fases de la cadena de suministro, y cuando las firmas anuncian sus objetivos climáticos, no incluyen su inversión. Alguna de ellas publicita la cantidad destinada a alguna iniciativa, como ayudar a transitar a prácticas orgánicas, o regenerativas, pero rara vez detallan los costes totales de lograr sus metas, o los fondos enfocados a los proveedores para superar sus obstáculos. La financiación de las soluciones energéticas (renovables, eficiencia, eliminar el carbón, etc.) es desproporcionadamente menor a la anunciada para agricultura, o materiales. Reducir las emisiones de Alcance 3 (de la cadena de suministro, la gran mayoría de la huella de las marcas) requiere de cambios de calado y aportaciones de capital significativas para fabricar más sosteniblemente. Según un análisis de Climate Board y Textile Changepublicado un mes antes de la COP26, dos tercios de las marcas con objetivos de emisiones de Alcance 3 no van camino de reducirlas y el progreso está estancado.