Este texto es un extracto del capítulo 4 de ‘El Cambio Climático en África: efectos, estrategias de adaptación y soluciones desde el continente’. El libro, en su conjunto, intenta explicar por qué los impactos del cambio climático están siendo mayores en las poblaciones y países más empobrecidos del continente africano. Este capítulo, en concreto, recoge el trabajo que la propia sociedad civil africana está llevando a cabo para paliar y adaptarse a los impactos del cambio climático. Recuerda que puedes entrar en el sorteo de seis ejemplares del libro si te haces mecenas de Carro de Combate antes del 18 de diciembre. Más información aquí.
«A lo largo y ancho de todo el continente, la gente ha convivido y se ha adaptado a un alto grado de variabilidad climática y sus riesgos asociados durante siglos. Sin embargo, la aceleración del cambio climático […]
Achille Mbembe, filósofo camerunés.
ha hecho que los riesgos sean más evidentes».
En otros casos, las soluciones, sencillas y asequibles, han venido de los propios agricultores, recuperando antiguas técnicas utilizadas en la zona. Es el caso de Yacouba Sawadogo, un campesino de Burkina Faso que puede que nunca hubiera escuchado hablar de la Gran Muralla Verde que recorrerá África, pero que lleva años contribuyendo a hacerla realidad. Ya en los años ochenta, durante una de las largas sequías que periódicamente asolan el país, Sawadogo comenzó a regenerar el suelo de sus propios cultivos haciendo una pequeña innovación respecto a la técnica tradicional. Esta metodología artesanal, llamada zai en la lengua local, consistía en cavar pequeños hoyos alrededor de la planta antes de la llegada de las lluvias, lo que permitía retener el agua durante más tiempo. Lo que hizo Sawadogo fue aumentar un poco la medida de estos hoyos y añadir estiércol y otros residuos biodegradables. La idea era que estos residuos sirvieran de fuente de nutrientes para la planta, y así fue. Pero lo que no esperaba Sawadogo es que con ello iba a fomentar también la aparición de termitas, que con su movimiento remueven y airean la tierra, ofreciendo una considerable mejora en el crecimiento de las plantas. A día de hoy, este sencillo mecanismo le ha permitido la regeneración de hasta 40 hectáreas con diversos cultivos, se ha extendido a otros campesinos y le valió en 2018 el llamado Premio Nóbel Alternativo —concedido por la Fundación Right Livelihood Award—, además del sobrenombre de El hombre que paró al desierto, título del documental que dio a conocer su historia en 2010.
También desde finales de los años setenta, otra pionera contra la desertificación y el cambio climático comenzó a hacer su camino en Kenia. Reconocida como una de las primeras ecologistas del continente, Wangari Maathai fundó en 1977 el Movimiento Cinturón Verde, por el cual animaba a todas las mujeres de Kenia a reforestar las zonas donde vivían, ya fuera en sus campos o creando invernaderos, utilizando siempre variedades endógenas para mantener la calidad de los suelos y la biodiversidad.
Un proyecto que, según datos del propio movimiento, ha permitido desde entonces la plantación de más de 51 millones de árboles y que en 2004 le valió a Maathai el Premio Nóbel de la Paz, en esta ocasión de los que entrega la Academia Sueca, “por su contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz”. Su figura, reconocida en todo el mundo, fue producto de las posibilidades que le ofreció la educación (se graduó en Biología en Estados Unidos gracias a una beca y fue la primera mujer de África Oriental en obtener un doctorado, en 1971), algo a lo que no han podido acceder otras miles de mujeres africanas que, sin embargo, han estado también a la vanguardia de la lucha por la conservación del planeta. Millones de ellas lo hacen cada día, cultivando sus terrenos, manteniendo zonas en barbecho, regando sus cultivos y transmitiendo a sus hijos e hijas los conocimientos sobre el cuidado de la tierra. Históricamente lo han hecho desde el anonimato, en silencio, pero desde hace años sus voces ya han comenzado a ser escuchadas; cada vez son más y tienen mucho que decir. Jóvenes que se han puesto a la cabeza de las reivindicaciones por el clima, al igual que en otros lugares del mundo, y que ofrecen propuestas e ideas para solucionar sus propios problemas. Mujeres que se han convertido en referentes africanas y que están dispuestas a liderar el cambio.
Es el caso de la keniana Elizabeth Wathuti, que comenzó formando parte del Movimiento Cinturón Verde de Mathaai y que ha puesto en marcha la Iniciativa Generación Verde, mediante la cual intenta sensibilizar y crear conciencia entre los y las jóvenes keniatas, un trabajo que le ha valido numerosos reconocimientos. En la vecina Uganda, Vanessa Nakate, con 22 años, puso en marcha su propia batalla contra el cambio climático: comenzó a manifestarse semanalmente ante las puertas del Parlamento de Uganda, una protesta en la que nadie la acompañó durante meses. Sus proclamas, en cambio, sí tuvieron repercusión en las redes sociales, y esto le sirvió para fundar, sin apenas recursos, The Rise Up Movement. En diciembre de 2019 fue una de las jóvenes con presencia en la COP 25 celebrada en Madrid (inicialmente prevista en Santiago de Chile) y en enero de 2020 participó en el Foro Económico Mundial de Davos. En sus declaraciones hace siempre hincapié en los efectos que el cambio climático está teniendo en su país, donde el calentamiento global se ha convertido ya en una de las mayores amenazas para el desarrollo sostenible y la lucha contra la pobreza, según el Banco Mundial. Un país donde la pérdida de masa forestal es del 2,6% anual, debido sobre todo a la necesidad de los hogares rurales de utilizar madera para cocinar, al no tener más alternativas. Precisamente por ello, una de las iniciativas puestas en marcha por Vanessa Nakate es la Green Schools with Vash, mediante la cual pretende apoyar la instalación de sistemas solares para las cocinas y estufas de los colegios, reduciendo así el consumo de madera y las emisiones producidas al quemarla.
Desde Sudáfrica, uno de los países que dentro del continente más contribuye al calentamiento global, llegan también voces como las de Ayakha Melithafa y Ndoni Mcunu, que desde el activismo y la investigación, respectivamente, trabajan contra el cambio climático. Melithafa es una joven proveniente de una zona rural que actualmente reside en Khayelitsha, uno de los mayores townships de Ciudad del Cabo. En ambos entornos fue consciente del impacto que las sequías prolongadas y las inundaciones extremas estaban provocando en su país, por lo que comenzó a interesarse por el tema y se sumó al proyecto 90 by 2030, que trabaja para reducir el 90% de las emisiones de efecto invernadero en 2030. Con tan solo 18 años, forma parte del African Climate Alliance y ha participado en numerosos eventos nacionales e internacionales, contando al mundo los efectos del cambio climático. Ndoni Mcunu, por su parte, es una joven investigadora de la Universidad de Witwatersrand y el Global Change Institute, además de fundadora de la organización Mujeres Negras en Ciencia. Su campo de estudio se centra en el desarrollo, la educación y la reducción de la pobreza, desde un contexto de lucha contra el cambio climático y producción alimentaria.
Al mismo tiempo, prácticamente en la totalidad de los países del continente existen grupos trabajando contra el cambio climático y para asegurar la biodiversidad y cuidar el medio ambiente. Organizaciones como el Centre pour l’Environnement et le Développement de Camerún, los jóvenes de Madiba & Nature, que trabajan en también en Camerún para promover la economía circular, reducir y reciclar los plásticos —convirtiéndolos en todo tipo de productos, desde canoas para los pescadores locales hasta obras de arte o recuerdos turísticos—; el togolés Afate Gnikou Kodjo, quien construyó una impresora 3D a partir de materiales reciclados; o Mané Toure Ndèye, creadora en Senegal de Côté Jardin, una iniciativa para promover el consumo local de frutas y cereales —evitando los productos importados y azucarados—, que es, a la vez, un lugar para la creación artística.
Las iniciativas son incontables, y no vienen únicamente desde el mundo del ecologismo. También en los ámbitos de la comunicación, el arte, la fotografía y la literatura, diversos grupos trabajan por poner encima de la mesa la realidad del cambio climático. Es el caso del fotógrafo Baudouin Mouanda, un joven de Congo Brazaville que en su serie Le ciel de saison retrata con toda su crudeza cómo el cambio climático está golpeando a las poblaciones, especialmente a los más vulnerables. Personas cuasienterradas en tierra, aguas desbordadas que arrasan todo a su paso, casas destrozadas; hombres, mujeres y niños que con cubos minúsculos intentan hacer frente a las riadas, conscientes de que no podrán parar las aguas, pero que son incapaces de quedarse de manos cruzadas; personas que observan cabizbajas la destrucción de lo que antaño eran sus hogares. Una serie de vivo dramatismo que pone rostro a los datos sobre porcentajes de emisiones, calentamiento de los océanos o variaciones en los patrones hídricos.
También desde la comunicación y el periodismo se está realizando un profundo trabajo para acercar, con rigor pero de forma sencilla, lo que supone el cambio climático. Ejemplo de ello es el trabajo realizado por la Red de Periodistas Climáticos del Cuerno de África (NECJOGHA por sus siglas en inglés)135, en torno a la cual se organizan cursos y talleres y se fomenta el debate en lo relativo a la terminología y los mejores formatos para lograr que la información llegue correctamente a la ciudadanía. Propuestas para adaptar el lenguaje técnico a la población, extraer datos concretos de la maraña de informaciones, reducir las declaraciones de las grandes instituciones y recurrir a voces cercanas de líderes locales o miembros de las comunidades que estén experimentando estas situaciones.
En definitiva, la sociedad civil africana, dinámica como siempre, está trabajando desde muy diversos ámbitos para concienciar y concienciarse, al tiempo que pone en marcha ideas y proyectos para reducir los impactos que provocará en sus países el cambio climático.