«Golden Fish, African Fish», pescado para dar de comer al pescado.

La pesca ha sido históricamente uno de los grandes recursos naturales de África Occidental. Las aguas del Océano Atlántico albergan a la altura de Mali y Senegal numerosas especies y disfrutan de una enorme biodiversidad, lo que ha permitido una larga tradición de pescadores y de exportación y venta de pescado ahumado a los países vecinos.

Descarga de pescado en la costa de Senegal. Fotograma de la película ‘Golden fish. African fish’.

 

Sin embargo, desde hace ya varias décadas, la fauna marina se ve amenazada por las capturas industriales que realizan los grandes barcos europeos y de otras nacionalidades y, en los últimos años, por un nuevo fenómeno: la instalación de fábricas de harina de pescado a lo largo de toda la costa. Harinas que se utilizan para alimentar a su vez a otras especies más grandes, como el salmón o la tilapia (similar a la panga), criados en acuicultura y consumidos principalmente en los países más desarrollados. Una harina cuya demanda ha aumentado muy considerablemente en la última década, especialmente en países como China.

La sardinella, muy numerosa frente a las costas del noroeste de África, es un pescado muy popular entre la población, y básico para asegurar la alimentación y el aporte necesario de proteínas, sobre todo para los países del interior del continente. Sin embargo, muy recientemente se ha convertido en alimento preferente para estas fábricas. Según explican desde el colectivo Sos Yaboye , hacen falta entre tres y cinco kilos de pescado salvaje para producir un kilo de pescado de cultivo. Precisamente esto es lo que ha causado el malestar y la movilización de las poblaciones locales y es lo que nos cuenta el documental Golden fish. African fish.

Rodado en Kafountine, una comunidad situada en la baja Casamance -la franja sur de Senegal-, el documental nos permite subirnos a las grandes piraguas en las que los pescadores salen al amanecer en busca de sardinelas, estar presentes en el difícil momento de la recogida de las redes y ver cómo se descargan los kilos y kilos de pescado en pequeñas cajas sorteando las olas. Trabajos muy físicos en los que la coordinación del equipo es clave. También nos acerca al proceso que realizan las mujeres (casi todas migrantes, llegadas de la vecina Guinea Bissau) para quitar las espinas y ahumar el pescado en pequeños hornos de barro y piedra alimentados por madera.

Un vibrante recorrido por el sector de la pesca artesanal a través de imágenes y entrevistas con sus protagonistas, sin romantizar ni idealizar su trabajo. Porque tampoco las formas de producción tradicionales están libres de problemas medioambientales y sociales. Por ejemplo, ahumar el pescado en los hornos artesanales implica un enorme consumo de madera, lo que estaba agotando las reservas de los bosques colindantes y llevó a las autoridades a prohibir la tala. Al mismo tiempo, el humo constante que desprenden los hornos tiene consecuencias muy negativas para la salud de quienes allí viven y trabajan, entre quienes se encuentran principalmente mujeres y niños.

 

 

Las mujeres, buena parte de las cuales son migrantes, se ocupan de extraer las espinas del pescado y proceder al ahumado del mismo en pequeños hornos de leña. Esto provoca un persistente humo, muy perjudicial para la salud, y provoca también la deforestación de los bosques cercanos. Fotograma de la película ‘Golden fish. African fish’.

 

Golden fish. African fish, dirigido por Moussa Diop y Thomas Grand, nos muestra que en Kafountine existía una potente economía local: en la zona se llegaban a recoger y ahumar miles de toneladas de pescado que luego se exportaban a los países vecinos -algunos de los cuales no tienen salida propia al mar-, y allí se daban cita cientos de personas de Guinea Bissau, Sierra Leona, Liberia o Costa de Marfil, pero también del propio Senegal, pues hasta allí se habían trasladado pescadores, ahumadoras, transportistas y otros trabajadores del sector desde poblaciones como Saint Louis, Kayar o Joal,  donde las explotaciones manufactureras habían hecho disminuir el pescado.

No se puede considerar desarrollo si no favorece la emancipación de los pueblos locales”, dice uno de los entrevistados, quien explica que si lo que se quería era desarrollar el sector, se podían haber encontrado otras alternativas. Y la misma sensación se desprende del resto de testimonios: “Sólo escuchar la palabra fábrica ya nos asusta”, dice uno de ellos. Las fábricas de harina de pescado se presentan como una oportunidad de desarrollo, pero lo cierto es que, salvo para aquellos que logran ser contratados, los beneficios no se notan por ningún lado.

Hasta 2018, Kafountine era uno de los pocos lugares de la costa donde no se habían instalado estas fábricas de harina de pescado. Pero ese año, dejó de ser un refugio para los pescadores con la instalación de dos fábricas de origen chino, una de ellos en el mismo Kafountine, la otra en Abéné, a unos 5 kilómetros y en pleno corazón de una Area Marina Protegida. Desde entonces, lo que sí se ve y se siente son los residuos que echan al mar, y el mal olor que desprenden.


El documental forma parte del Another Way Festival sobre Progreso sostenible y podrá verse en los Cines Golem de Madrid el 23 de octubre, a las 19.30 y la durante toda la semana en streaming.

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