Hace unas semanas, cuando estábamos diseñando el curso sobre consumo que acabamos de lanzar con La Marea, pedimos a nuestras compañeras un pequeño cambio en el planteamiento que puede parecer intrascendente, pero que para nosotras era fundamental. Como es natural, por ser la expresión más utilizada, nos habían pedido que diseñáramos un curso sobre ‘consumo responsable’ para dar las claves a aquellas personas que quisieran introducir cambios en su forma de consumir. Pero nosotras no queríamos decir a la gente que tenía que sentirse responsable de su consumo; queríamos transmitirles nuestra concepción del consumo como una herramienta de acción política.
A medida que, durante las últimas décadas, ha surgido una ciudadanía más crítica con los impactos de nuestro modelo de producción y consumo, el sistema se ha cuidado en reconducir el mensaje para depositar la responsabilidad sobre los hombros de lxs consumidores, y eximir moralmente a las empresas por esos impactos. Y no es que el consumidor no tenga ningún tipo de responsabilidad, pero es injusto descargar el peso sobre la «democracia del consumidor», cuando el propio sistema se encarga de desequilibrar la balanza del lado menos sostenible, a menudo con subsidios que salen de nuestro propio bolsillo
Nosotras también hemos sido, en parte, culpables. Durante años, hemos utilizado la expresión «consumo responsable» con bastante asiduidad. Hemos organizado charlas sobre ese tema, la utilizamos para la agenda que editamos los años 2019 y 2020, y hasta hace no tanto, era una expresión asidua en nuestras redes sociales. Y, sin embargo, cuanto más la usábamos más nos chirriaba.
Porque no tiene mucho sentido hablar de «consumo responsable» cuando al mismo tiempo estábamos intentando explicar que el problema es sistémico y que es el modelo el que nos está llevando al colapso climático, entre otros colapsos, como se ha visto con la pandemia. Algo que ya apuntábamos en un texto de 2015 en el que intentábamos explicar esa visión nuestra del consumo con un acto político.
Y aunque poco a poco ya hemos ido eliminado la expresión «consumo responsable» de nuestro vocabulario, nos ha parecido importante contároslo de una forma explícita. Especialmente ahora que el contraataque lanzado por parte de las empresas se ha reforzado con la emergencia climática. Un ejemplo de ello es este anuncio que desplegó Coca-Cola por medio Madrid durante la celebración de la COP25, a pesar de que año tras año, Coca-Cola ha sido la empresa de la que más plástico se han encontrado en las auditorías que hace Break Free From Plastic entre la basura que encuentran en lugares públicos de 55 países.
Y entonces, ¿de qué vamos a hablar? De algo de lo que ya llevamos un tiempo hablando: del consumo crítico y transformador. Un consumo reflexivo en el que se consideran aspectos más allá del precio o la apariencia y que se hace con la intención de promover cambios socioambientales. Y aunque nosotras no vamos a eliminar completamente la expresión consumo responsable de momento – la seguiremos utilizando como hashtag y en otras estrategias de SEO porque aún sigue siendo mayoritaria -, nuestro objetivo es que a medio plazo dejemos de considerarnos consumidorxs responsables, y hablemos de consumidorxs críticxs con el modelo hegemónico de producción, distribución y consumo. ¿Te subes a este carro?
Recuerda que en Carro de Combate dependemos de nuestrxs mecenas para investigar de dónde procede lo que consumimos. Si quieres ayudarnos a continuar, puedes hacerte mecenas aquí.
Buena reflexión. Las palabras transforman la realidad… Saludos!