Una reflexión sobre las rebajas: cuando nada vale lo que cuesta

 

Dijo Oscar Wilde que “hoy en día la gente conoce el precio de todo, pero no sabe el valor de nada”. Y pareciera que, desde que él dejara esa frase ya célebre, no para de acelerarse esa tendencia a la desconexión del valor y el precio, por difícil que sea describir qué es el valor. Como explica Raj Patel en ‘Cuando nada vale nada’, “los precios, en realidad, dicen muy poco sobre la utilidad de los bienes o sobre su verdadero costo de producción”; lo que indican, más bien, es “cuánto piensan las empresas que la gente está dispuesta a pagar por ese artículo”. Lo que Patel cuestiona es la necesidad de buscar otras formas de valorar la realidad que no sea el sistema de precios; entre otras razones, porque hay cosas cuyo valor no puede reducirse a un número.

Cada vez más, vemos cómo las cosas no valen lo que cuestan, porque manda la ley de la oferta y la demanda, pero también porque la distribución y comercialización tiene un peso creciente en el precio final que paga el consumidor: los grandes distribuidores se han convertido en formadores de precios y se aseguran sustanciosos márgenes de ganancias, como tratamos de explicar en el libro La dictadura de los supermercados. Ejemplos los vemos todos los días: lo vemos estos días con esas rebajas que vuelve locos a muchos y en las que de repente lo mismo cuesta un 70 por ciento menos; o como cuando en una gran superficie nos cobran un dólar por un par de tomates y, por el mismo precio, encontramos una lasaña precongelada. Si le preguntamos a un economista ortodoxo, probablemente responda que la fruta y la verdura fresca suponen mayores costes de logística y transporte. Sin embargo, las cuentas no nos cierran, y eso nos invita a pensar en otros mundos posibles en que los tomates se siembren y recojan próximos a los lugares de consumo (en circuitos cortos), y donde los precios de tomates, lasañas o teléfonos móviles reflejen los verdaderos costes socioambientales de los productos.

Sucede que los precios son tramposos, porque no incluyen eso que, con bastante cinismo, los economistas llaman externalidades: los impactos sociales y ambientales que provoca la actividad económica, pero que las empresas no incluyen en sus balances contables. Pero siempre hay alguien que paga esas externalidades: los trabajadores, condenados a la pobreza con salarios de miseria; los consumidores, afectados muchas veces en su salud; el medio ambiente, casi siempre. En palabras de Raj Patel,

La solución no es que exista una ‘alternativa ética’ para los consumidores atentos que quieran comprar productos no contaminantes. Si los productos efectivamente generan costos y beneficios, estos deberían reflejarse en los precios para que la lógica del mercado funcione de forma adecuada. De lo contrario, todo se reduce a subsidiar masivamente a las corporaciones […]. El capitalismo monopólico todavía no demostró ser capaz de funcionar sin este tipo de subsidios. Cuando no se paga por las externalidades, los beneficiarios están literalmente robando a aquellos que cargarán con los costos.

Frente a la estafa de las externalidades, la Economía Social y Solidaria y las corrientes agroecológicas proponen la noción de precio justo, definido como aquel que se establece de mutuo acuerdo entre productores y consumidores, que asegura un pago justo a los productores y también puede ser sostenido por el mercado. Debe, además, incluir una reflexión en torno a los costes ambientales, y para ello son muy útiles herramientas como la huella hídrica y la huella ecológica. Si así lo hiciéramos, no cabe duda de que los circuitos cortos se evidenciarían como mucho más rentables que los alimentos kilométricos y la deslocalización de la producción a la que nos ha acostumbrado la globalización capitalista.

El valor no es algo dado; es una construcción sociopolítica que beneficia a algunos en detrimento de otros. Ahora que son tiempos de rebajas, y los escaparates nos anuncian gangas con precios imposibles, deberíamos tenerlo más presente que nunca: lo que a nosotros nos sale casi gratis, alguien lo paga; y no serán precisamente las grandes multinacionales.

* Imagen: Flickr/ Losmininos 

Bibliografía
Castro, Nazaret (2017) La dictadura de los supermercados. Cómo los grandes distribuidores deciden lo que consumimos. Madrid, Akal.
Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ), «Los diez principios internacionales del Comercio Justo»
Patel, Raj (2010) Cuando nada vale nada. Cómo reformar la sociedad de mercado y redefinir la democracia. Buenos Aires, Ed. Marea.

faldon_mecenas

1 comentario en “Una reflexión sobre las rebajas: cuando nada vale lo que cuesta”

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