El trabajo más duro del mundo
La primera parte de la cadena de producción es la que está bañada con más sangre. El cultivo de la caña de azúcar, de la que proviene cerca del 80 por ciento del azúcar que se produce a nivel mundial (3), una planta propia de climas tropicales, fue, en los años de la conquista y colonización de América del Sur, una pieza fundamental de la economía esclavista que colocó a pueblos y continentes enteros al servicio de las metrópolis ibéricas. Dos siglos después de la abolición legal de la esclavitud, en Brasil, el principal productor y exportador mundial de caña de azúcar, miles de jornaleros trabajan en condiciones análogas a la esclavitud, una situación que se repite en los cañaverales de medio mundo. De hecho, aunque la recogida de caña tiene fama de ser uno de los trabajos más duros que existen, en la mayoría de los casos se sigue realizando de forma manual (4): la mano de obra es tan barata que la industria brasileña no tiene incentivos para emprender una mecanización que lleva anunciando desde los años 70, y mucho menos en la India, el segundo mayor productor mundial (5), donde las máquinas se utilizan en apenas un 4% de la producción. El resto son jornaleros que golpean con sus machetes los robustos tallos de la caña.
Aunque la mecanización no llega, la productividad en el sector no deja de crecer, vía rebaja salarial. Se ha generalizado el pago a los jornaleros por peso recogido, lo que los obliga a trabajar más horas. A menudo, para llegar a un salario de miseria se requieren jornadas extenuantes: algunas estimaciones calculan que, para cortar una media de 12 toneladas de caña por día, el trabajador ha de caminar ocho kilómetros, dar 130.000 golpes de poda y perder ocho litros de agua (6). No extraña entonces que, en muchos casos, los cortadores consuman drogas, como crack y marihuana, para aliviar sus peonadas. Tampoco sorprende que, a los pocos años de trabajar en las plantaciones, desarrollen enfermedades por la dureza del trabajo, la exposición a agrotóxicos y quemas y las nefastas condiciones de higiene y seguridad laboral.
Sangre y sacrificio para conseguir el jugo que se convertirá en dulces cristales, aunque no sólo en cristales. Cada vez un mayor porcentaje de los cultivos de caña «“en Brasil, más de la mitad- se dedica a la producción de biocombustibles como el etanol. Aunque este producto se vendió como una alternativa ecológica a la combustión de hidrocarburos, se cuestiona cada vez más que, en un planeta donde mil millones de personas pasan hambre crónica (7), se destinen millones de hectáreas a cultivar plantas que llenarán los tanques flex fuel de los automóviles de Sí£o Paulo, Los íngeles o París. Todo ello, en un momento en que la caña se suma al arrollador avance de la soja, así como a la construcción de enormes emprendimientos como las grandes minas a cielo abierto o las centrales eléctricas. En América Latina, de la Amazonia al Cono Sur, las transnacionales de la agroindustria o la minería imponen sus intereses y, con la connivencia de los gobiernos de turno, expulsan a las poblaciones indígenas y campesinas, que en muchos casos se verán abocados a aceptar condiciones de trabajo esclavistas en el campo, o migrarán a las ciudades para engordar las favelas urbanas. La lógica del sistema está atravesada por la necesidad de acumulación de capital constante; y toda acumulación proviene de un despojo. Los indígenas suramericanos del siglo XXI viven, cinco siglos después de la llegada del hombre blanco a sus tierras, una nueva oleada de desalojos que posibilitan la amenaza, la represión y la violencia.
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Me ha encantado, ¡felicidades!
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Entre Europa y América el azúcar tuvo un capítulo importante en las islas atlí¡nticas de Madeira y Canarias, de hecho a estas í¹ltimas se las conocía en la Europa renacentista como las islas del azúcar. Fue su primer cultivo tras la conquista y determinó su estructura económico y social. Los primeros esquejes de caña que llegaron a América los llevó Colón de La Gomera y los primeros maestros cañavereros procedían de Tenerife
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En diciembre 2019 se publicó en Colombia: VIDA Y LABOR DE LOS COSECHEROS DE CAÑA DE AZÚCAR, producto de la investigación del autor, profesor Paulo César Giraldo Betancur de la Universidad de Caldas (Manizales), realizada a lo largo de cuatro años sobre las condiciones de los trabajadores manuales de los ingenios del Valle del Cauca. Su enfoque no es muy diferente por el abordado por CARRO DE COMBATE, pero se adentra un poco más en los detalles de su tragedia, en lo humano. Saludos y felicitaciones a ustedes.